Apuntes
para una biografía
de
Francisco Fernández de Béthencourt [1850-1916]
(I)
(I)
Introducción
Denostada
por unos y celebrada por otros con inusual entusiasmo, la figura de Francisco
Fernández de Béhencourt parece resistir los embates del tiempo con mejor fortuna
de la que cabría augurarle dada la naturaleza pretendidamente anacrónica de las
disciplinas auxiliares de la Historia —Genealogía y Heráldica— que estudió con
afán prolijo y a las que devolvió un prestigio intelectual del que carecían en
el siglo xix en España, logrando
que sus trabajos alcanzaran una estimación similar a la que gozaban en el resto
de las naciones cultas de Europa las obras de eruditos de la talla de André
Borel d’Hauterive [1812-1896] o John Burke [1786-1848].
Tachado
por alguno de sus adversarios de explotador
de las vanidades humanas, autores de ideologías dispares o semejantes a la
suya como lo fueron Francisco María Pinto, Elías Zerolo o Alfonso de Figueroa y
Melgar reconocieron la valía científica y literaria de su producción y la
actitud crítica ejercida a la hora de plasmar en sus trabajos la veracidad
histórica, más allá de la adulación y la falsedad interesada, argumentos que
parecían hasta entonces inseparables de este tipo de estudios. Pinto y Zerolo
hacen mención en sus “Noticias bibliográficas” y “Conversaciones quincenales”
publicadas en la Revista de Canarias,
como recensiones al Nobiliario y Blasón
de Canarias, a la erudición que en
cada página revela el Sr. Fernández de Béthencourt, el trabajo que suponen los
datos en esas págunas acumulados, no hay duda que sorprenden. La obra es una
muestra peregrina y magnífica de un género de investigación hoy no común.
Zerolo señala la suficiencia que
todos le reconocen, […] por más que lamente que
inteligencia tan clara se emplee en aquel género de trabajos, y cree que
debía esperarse
mucho de los extensos conocimientos que
en la ciencia heroica tiene nuestro compatriota y de la bellísima forma literaria con que
disfraza la aridez de tales trabajos [1]. Más tajante aún, si
cabe, Figueroa dijo de él que acaso fuera el más grande genealogista después del
comendador de Zorita [2].
El anónimo autor de la voz que le
dedica el Diccionario Espasa-Calpe,
en su edición de 1927, afirma que era
Fernández de Béthencourt persona de laboriosidad grandísima y de memoria
prodigiosa. Tal vez le faltase preparación para la magna obra que emprendió con
vocacion decidida. […]. Puede decirse
que Fernández de Béthencourt fue un educador de la clase elevada de la sociedad
española, pero con más fe y entusiasmo que sólida cultura filosófica y de
crítica y erudición directa. No era paleógráfo ni humanista.
Para
José Peraza de Ayala, autor de la “Introducción” del Nobiliario de Canarias, obra publicada y puesta al día por una
junta de especialistas a partir de 1952, Francisco Fernández de Béthencourt
podía ser considerado como el fundador de
la Historia Genealógica moderna en España y el primer divulgador de los métodos
de la escuela francesa de Borel [3].
Compartió
Fernández de Béthencourt con el primer marqués de Bajamar, Antonio Porlier, el
raro honor de haber sido ambos los dos únicos canarios que pertenecieron, al
mismo tiempo, a las reales academias de la Lengua y de la Historia. Esta
particular circunstancia no ha vuelto a producirse hasta el momento, entre los
integrantes de la intelectualidad isleña, y no parece probable que lo haga en
un futuro próximo.
Firma: Francisco Fernández de Béthencourt. 1871 |
Su
familia paterna
La familia Fernández, que usó también los apellidos
compuestos Fernández-Prieto y Fernández-Martínez, se estableció en Santa Cruz
de Tenerife en torno a 1810.
I. Don Pedro
Fernández Prieto
Natural de Sevilla.
Casó con doña Rosalía Martínez y Lora, que lo era de
Paterna del Campo en el condado de Niebla.
Hijos:
A] Don Pedro Fernández-Prieto Martínez, que sigue la
línea primera de Canarias.
B] Don Felipe Fernández Prieto Martínez, que continua
la segunda línea establecida en el archipiélago.
II. Don Pedro Ramón Fernández
Fernández-Prieto y Martínez
Nació en Sevilla en 1764.
Se avecindó en el puerto de Santa Cruz de Tenerife,
donde fundó una próspera compañía de comercio dedicada especialmente a la
exportación de vinos a América, junto con su hermano don Felipe, que dirigía la
oficina principal de la misma en Sevilla.
Casó don Pedro en Santa Cruz de Tenerife, el año de
1811, con doña Antonia Delgado y Delgado, nacida asimismo en Sevilla en 1786, e
hija de don Francisco Delgado y doña Gertrudis Delgado.
Hijos:
A] Don Pedro Fernández Martínez y Delgado, n. en
Santa Cruz en 1812.
B] Don Antonio Fernández Martínez y Delgado, n. en
1813, también en Santa Cruz.
C] Don Francisco Ramón Fernández Martínez y Delgado,
que vino al mundo donde sus hermanos en 1816 y sigue la línea.
Testó don Pedro Fernández Prieto en Santa Cruz de
Tenerife, ante el escribano Manuel del Castillo, el día primero de mayo de 1816
y falleció en dicho puerto al día siguiente [L. II de Defunciones de la
parroquia auxiliar de San Francisco].
III. Don Francisco Ramón
Fernández Martínez y Delgado
Capitán de la Marina Mercante.
Casó en Tinajo, Lanzarote, el 24 de junio de 1847,
con doña María de la Concepción de Béthencourt-Ayala y Mujica, hija de don José
Luis de Béthencourt-Ayala y Arbelo, comandante graduado de Milicias
provinciales y regidor de Lanzarote, y de doña Amara de Mujica Aguilar.
Hijos:
A] Don Francisco Fernández de Béthencourt, que sigue.
B] Doña Benjamina Fernández de Béthencourt, nacida en
el Puerto de Arrecife, Lanzarote, y bautizada en la parroquia de San Ginés el 24 de noviembre de
1854. Casó en
la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, La Laguna, el 21 de octubre de
1872 [Registro Civil de La Laguna. Libro I, pp. 38r-40v], con don Antonio Domínguez
Alfonso [4], natural de Arona, donde nació el 26 de julio de 1849, hijo del capitán de
Milicias don Antonio Domínguez Villarreal, oriundo de dicho pueblo, y de doña
Josefa Alfonso Feo, que lo era de San Miguel de Abona. Doctor en Derecho, gobernador civil
de Manila y senador vitalicio del reino, fueron padres de un único hijo:
a] Don Antonio Domínguez y Fernández de Béthencourt
[5], nacido en Santa Cruz de Tenerife el día 13 de agosto de 1877. Doctor en
Derecho y magistrado de Audiencia, escritor, periodista y célebre autor
dramático.
Casó con doña Francisca Carrasco y no hubo sucesión
de este matrimonio.
Falleció en Santa Cruz de Tenerife el 13 de noviembre
de 1942.
IV. Don
Francisco Fernández de Béthencourt
Nació en Arrecife de Lanzarote el 27 de julio y fue
bautizado en la parroquia de San Ginés el 3 de agosto de 1850.
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Nacido en Sevilla, trasladó la central de su compañía
de comercio a esta Isla, pocos años después del establecimiento en ella de su
hermano don Pedro. Aquí formó otra con su yerno don Francisco Sánchez, el 23 de
febrero de 1817, y fueron dueños de varias bodegas en Santa Cruz, desde donde
continuaron su actividad mercantil con la Península y América. Fabricó su
vivienda de alto y bajo, de nueva planta, en el número 21 de la calle del
Castillo, con trasera a la de La Luz y adquirió otras cinco en dicho municipio,
entre otros cuantiosos bienes.
Había casado en Sevilla con doña Ildefonsa Gómez y
Lora, nacida el 8 y bautizada el 14 de julio de 1764 en la parroquia de Nuestra
Señora de la Encarnación de Constantina de la Sierra, hija de don Andrés Gómez
de Pajares y de doña María de Lora.
Falleció doña Ildefonsa Gómez y Lora en Santa Cruz de
Tenerife el día 10 de febrero de 1819 después de haber otorgado dos poderes
para testar a su marido, en 30 de marzo y 11 de noviembre de 1818 y fue
sepultada en el cementerio de San Rafael y San Roque [Parroquia auxiliar de San
Francisco. Libro III de Defunciones, f. 3v]. Don Felipe Fernández-Prieto otorgó
su testamento en la misma villa, ante el escribano don Manuel del Castillo, el
12 de julio de 1828.
Hijos:
A] Don José María Fernández y Gómez, que sigue la
línea.
B] Doña Felipa Fernández y Gómez, n. en Sevilla y
casada con don Francisco Sánchez, con quien fue padre de:
a] Don Felipe Sánchez y Fernández.
b] Doña María de la Encarnación Sánchez y Fernández.
c] Don Francisco Sánchez y Fernández.
d] Doña María de los Dolores Sánchez y Fernández y
e] Don Manuel Sánchez y Fernández.
C] Doña Isabel Fernández Gómez, n. en Sevilla el día
21 y bautizada en la parroquia de Santa Ana de Triana, el lunes veinte y tres
de noviembre de 1795, con los nombres de Isabel, Francisca de Paula, Joaquina,
Josefa, Ramona [Libro LVIII, f. 4.].
Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la
Concepción de Santa Cruz de Tenerife, el 22 de mayo de 1819, con don Pedro
Schwartz de Schweicher, natural de París, Francia, y bautizado en la parroquia
de San Sulpicio el 3 de agosto de 1788, hijo de Mr. Jean Mathias Schwartz y de
Mme. Anne Jeanne von Schweicher. En su expediente matrimonial su tía, doña
Antonia Delgado, declaró el día 12 de mayo de dicho año:
En el mismo día la parte para su información presentó por
testigo ante el señor comisionado y de mí el notario a doña Antonia Delgado,
viuda de don Pedro Fernández, natural de Sevilla y vecina de esta Villa de
Santa Cruz, de quien fue recibido juramento que hizo según forma de derecho
bajo el cual prometió exponer verdad y enterada del Derecho de comisión dijo:
que la testigo es tía política de doña Isabel Fernández y salió en compañía de
esta de la ciudad de Sevilla en el año de mil ochocientos diez con motivo de la
entrada de los franceses en la expresada ciudad y teniendo su sobrina doña
Isabel la edad de catorce años, poco más o menos, y aún que la testigo no
mantiene hoy día amistad con la doña Isabel, no por eso faltará a decir la
verdad, y en su consecuencia dice que le consta que la antedicha doña Isabel
Fernández salió de Sevilla y se mantiene todavía en el estado de libertad y
soltería sin que haya contraído matrimonio, ni celebrado esponsales, excepto la
palabra de matrimonio que parece haber dado a don Pedro Schwartz, con quien no
hay impedimento ninguno canónico, de los que se le han explicado, añadiendo que
conoce también a don Pedro Schwartz y que en concepto de la testigo y del
publico es tenido y reputado por hombre religioso y libre y soltero según voz
pública. Que lo que se ha dicho es público y notorio, pública voz y fama y la
verdad con cargo de su juramento en que se afirma y ratifica habiéndosele leído
esta su declaración expresó ser de edad de treinta años y lo firmó con su
merced de que doy fe. Antonia Delgado. Dr. Martinón.
Y ella misma depuso lo siguiente:
Preguntada con qué motivo ha venido desde Sevilla a estas
Islas, en que otros pueblos haya estado, y si en alguno de ellos a celebrado
matrimonio, contraído esponsales o ha dado palabra de casamiento a algún hombre
dijo que con motivo de la invasión de los franceses en las Andalucías determinó
el padre de la declarante trasladar a su
familia desde Sevilla que era el pueblo de su vecindad a esta Isla de Tenerife;
que de tránsito pasó por Cádiz y que en ningún otro pueblo ha estado; que la
que declara no ha celebrado matrimonio ni contraído esponsales y que permanece
todavía en el estado de libertad y soltería; y que solamente ha dado su palabra
de casamiento a don Pedro Schwartz, para cuyo efecto se practican estas
diligencias. Isabel Fernández. Dr. Martinón.
Hijos, nacidos todos en Santa Cruz de Tenerife y
bautizados en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción:
a] Doña Alfonsa Isabel Schwartz y Fernández, n. el 10
de julio de 1820. Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, el
23 de mayo de 1847, con don Francisco Padrón y Calleros, alférez de fragata de
la Armada Nacional y capitán de puerto del de Santa Cruz, con quien procreó a
doña Alfonsa, don Luis, don Francisco-Carlos, doña Isabel, doña Sofía y don
Manuel-Ciro Padrón y Schwartz.
b] Don Juan Pedro Schwartz y Fernández, n. el 11 de
agosto de 1823. Cónsul de Prusia y decano del honorable cuerpo consular. Casó
en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Santa Cruz, el día
primero de enero de 1852, con doña María del Pino de Máttos y Mandillo, nacida
en La Laguna el 4 de enero de 1825, e hija de del capitán de Milicias don
Francisco de Máttos y Azofra y de doña Ángela Mandillo y Hernández de Barrios.
Falleció en Tacoronte el 11 de agosto de 1895. Dejó cuatro hijos de su
matrimonio llamados don Pedro, don Carlos, don Francisco y don Juan Pedro
Schwartz y Máttos.
c] Doña Julia Schwartz y Fernández, n. el 20 y bau.
el 26 de julio de 1826. Casó con don Emilio Bautista de Velasco, subdelegado de
Hacienda, hijo de doña Julián Bautista Ximénez de Guiral, tesorero de Hacienda
Pública de la provincia, con quien tuvo a don Isidro y don Manuel Bautista de
Velasco y Schwartz.
d] Doña Adelaida Schwartz y Fernández, n. en 1830.
Casó en Arrecife de Lanzarote, el 27 de diciembre de 1862, con don Blas Coll y
Carrillo, licenciado en Derecho y ayudante de Marina. Sin sucesión.
e] Doña Ana Juana Schwartz y Fernández, n. el 24 y
bautizada el 28 de agosto de 1831. Casó en la parroquia de la Concepción con
don Aquilino García-Barba y Sánchez-Quiñones, natural de Pontevedra y fueron
padres de don Alfonso y don Domingo García-Barba Schwartz.
f] Don Carlos Schwartz y Fernández, n. el 1 y bau. el
5 de abril de 1835. Capitán de la Marina Mercante. Casó en dos ocasiones en
Arrecife de Lanzarote donde se estableció. La primera con doña Leonor Topham
Cabrera y, por segunda vez, con una sobrina de ésta, doña Celia Martinón
Topham. Fueron sus hijos del primer matrimonio don Pedro, doña Julia, doña
Margarita Isabel, doña Isabel y doña
Leonor Schwartz y Topham, y del segundo, don Armando Schwartz Martinón y otro
hermano bautizado con el mismo nombre de pila.
g] Doña Isabel Schwartz y Fernández, n. en 1838. Casó
en la parroquia de la Concepción de Santa Cruz, el 20 de agosto de 1857, con
don Federico de Úcar y Reverón, teniente coronel graduado, capitán de
infantería y alcalde de Santa Cruz, y fueron padres de don Federico, don
Manuel, doña Marina y doña María del Carmen de Úcar y Schwartz.
Falleció doña Isabel Fernández en Santa Cruz de
Tenerife, el día 9 de febrero de 1857.
III. Don José
María Fernández y Gómez
Nació en Sevilla en 1792. Doctor en Medicina por la
Universidad de Cádiz y médico militar del regimiento de Talavera, embarcó para
América y fue hecho prisionero en Chile, donde permaneció cautivo durante cinco
años, hasta que logró evadirse y, pasando por Brasil, retornó a Cádiz y se
trasladó a esta Isla en 1822.
Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la
Concepción de La Orotava, el día 29 de marzo de 1824, con doña Juliana Bautista
Benítez de Lugo, nacida en dicha villa el 16 de marzo de 1795, hija de don
Francisco Bautista Benítez de Lugo Arias de Saavedra y Ponte, décimo señor y
capitán a guerra de la isla de Fuerteventura, regidor perpetuo de ella, y de
doña María del Carmen de Lugo-Viña y Molina.
Hijos:
A] Don José María Fernández y Benítez de Lugo, que
sigue la línea.
B] Doña Carlota Fernández y Benítez de Lugo,
fallecida soltera.
IV. Don José
María Fernández y Benítez de Lugo
Nació en La Orotava el 26 y fue bautizado en la
parroquia de Nuestra Señora de la Concepción el 2 de mayo de 1825 [Libro xx de Bautismos, f. 68v].
Doctor en Derecho. Magistrado de la Real Audiencia de
Canarias.
Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la
Concepción de la repetida villa, el 19 de agosto de 1850, con doña Justina
Cullen y Calzadilla, hija de don José Tomás Cullen y Ferraz y de doña Bárbara
Calzadilla y Calzadilla.
Hija:
A] Doña Ángela
Fernández Cullen, que sigue la línea.
V. Doña Ángela
Fernández Cullen
Nació en La Orotava el 18 y fue bautizada el 24 de
enero de 1852 en la parroquia de la Concepción.
Casó en dicha iglesia parroquial, el 29 de abril de
1889, con don José María Hernández-Leal y García de Mesa, doctor en Derecho y
magistrado de la Real Audiencia de Canarias.
Falleció doña Ángela Fernández, sin sucesión en La
Orotava, el 30 de noviembre de 1948.
Su
formación en las Islas y traslado a Madrid
En
la escueta biografía de Fernández de Bethencourt que incluye Peraza de Ayala,
en su citada “Introducción” al Nobiliario
de Canarias supone que tal vez
influyó desde la juventud para sus aficiones el hecho de corresponderle por su
línea materna el apellido de Béthencourt, cuya resonancia histórica y
legendaria recordación en las Islas se prestaba sin duda a que la natural
inquietud por el saber fuese en él orientada hacia el conocimiento del pasado
de su país y a una especial predilección por desentrañar la genealogía del
mismo. Pasó a Gran Canaria —continúa Peraza de Ayala—, donde empieza la carrera eclesiástica y, después de abandonar estos
estudios y los de Derecho, que comenzó en Tenerife, se dedica en esta última
isla al periodismo y, ya en gran escala, a la investigación genealógica,
trabajos que más tarde continúa en Madrid, dando a la luz pública obras de
carácter nacional, que le dieron universal renombre y merecido prestigio
científico [6].
Nació
Fernández de Béthehncourt en la calle del Sol de Arrecife de Lanzarote, el 27
de julio de 1850, a la oración, y fue
bautizado en la parroquia de San Ginés el 3 de agosto inmediato con los nombres
de Francisco María de la Concepción. Sus padres, don Francisco-Ramón
Fernández-Martínez y Delgado y doña María de la Concepción de Bethencourt y
Mújica, y los dos hijos habidos en el matrimonio, fueron vecinos del citado
puerto hasta las postrimerías del año 1866. Don Francisco-Ramón, figura en la
prensa de la época como capitán del bergantín-goleta español Trinidad, realizando viajes a Marsella,
al menos, hasta finales de octubre de ese año. Pero su salud debió resentirse
antes de esa fecha, y los trastornos mentales que padecía motivaron que, por
auto de 29 de noviembre de 1865, dictado por el juzgado de primera instancia de
Arrecife, se discerniese la curaduría
ejemplar de su legítimo marido en doña María de la Concepción, facultándola
para el gobierno de sus hijos menores y la administración de los bienes comunes
[7]. El matrimonio trasladó su residencia a la ciudad de La Laguna, y habitó en
el número 65 de la calle de San Agustín en compañía de su pequeña hija,
mientras el varón permanecía internado, siguiendo estudios eclesiásticos, en el
seminario conciliar de la Purísima Concepción de Las Palmas. Sobre su estancia
en esta institución escribió don Pedro Marcelino Quintana que siguió varios cursos en nuestro Seminario,
donde llamó la atención por su feliz memoria, su aplicación y, de manera muy
particular, por sus corteses modales. Sus compañeros le apodaron Sangre
azul por la marcada propensión que se
observaba en él de paladear abolengos y noblezas y que revelaba su innata
vocacion por la heráldica y la historia [8].
Abandonada
la formación sacerdotal, Fernández de Béthencourt se matriculó en la escuela de
Derecho, anexa al instituto de segunda enseñanza de Canarias, sita en la ciudad
de San Cristóbal de La Laguna, con el fin de seguir esta carrera, que dejó más
tarde sin concluir, dedicándose por entero a la práctica del periodismo y, de
manera particular, a la investigación histórica.
Pocos
días antes de cumplir la veintena fue admitido como socio de número de la
Económica de Santa Cruz de Tenerife, en sesión celebrada el 11 de julio de 1870
y dos años más tarde, también en julio, dio a la estampa Recuerdos y Esperanzas. La prensa comentó la aparición del libro en
estos términos:
Con este título ha publicado el joven D. Francisco Fernández
Bethencourt un pequeño volumen de poesías dedicadas al ex-príncipe D. Alfonso,
de las cuales ha tenido la amabilidad de regalarnos un ejemplar.
La obra ha
sido costeada por varias señoras y señoritas que figuran en una lista al final
y que francamente nos dan gana de hacernos alfonsinos. Un libro aquí es raro y
bien merece nos ocupemos de él, tanto en su fondo como en su forma. Por de
pronto damos las gracias a su autor [9].
Tras
el matrimonio de su hermana doña Benjamina con el abogado don Antonio Domínguez
Alfonso, que tuvo lugar a finales de 1872, la familia se instaló en la casa de
éste en Santa Cruz de Tenerife, ubicada en el numero sesenta y siete de la
calle de San Roque, en la que falleció el padre común, don Francisco-Ramón
Fernández, a causa del reblandecimiento
cerebral que sufría, el día 13 de noviembre de 1873 [10].
En
nombre de la Sociedad Instructiva de La Laguna, a la que pertenecía y
representaba, intervino en la sesión solemne que organizó el Gabinete
Instructivo de Santa Cruz la noche del 24 de julio de 1871, bajo la presiencia
del anciano maestro don José Desiderio Dugour, en la que también participaron
Ireneo González y Jacinto Aparicio y se leyeron poemas de Nicolás Estévanez,
José Tabares, Antonio Zerolo y Ángela Mazzini, entre otros. La Federación, del día 30 inmediato,
reseñó:
Habló después el socio del Gabinete instructivo de la Laguna, D.
Francisco Fernández Béthencourt, y desde el punto de vista de nuestras antiguas
venerandas tradiciones, que constituyen su ideal; extasiándose en el recuerdo
de aquellos días en que los reyes de España tenían por vasallos a los Oranges y
los Saboyas, recorrió con la
brillantez de estilo y delicada elocución que le distinguen la serie de
canarios que no sólo han ilustrado este archipiélago en todos los ramos del
saber, sino que han dado también días de gloria a la madre patria: combatió a
los que desean que la idea de patria desaparezca, para sustituirla con la de humanidad en su más lata expresión, y
ensalzó la memoria de los Reyes Católicos y de Felipe ii. El discurso del Sr. Fernández fue aplaudido y merecía
serlo aun por los que, como nosotros, no creemos dignos de admiración sino de
severas censuras varios procedimientos políticos de Fernando e Isabel, y menos
aun que merezca encomios aquel a quien unos llamaron muy justamente rey mendigo y otros demonio del mediodía.
A
partir de esta fecha y hasta el mes de noviembre de 1880, Fernández de
Béthencourt colaboró activamente, con el concurso de otros jóvenes de su
generación, en varios de los proyectos culturales que se desarrollaron en la
antigua villa y puerto, de forma particular en aquellos que fueron auspiciados
por la Sociedad Económica de Amigos del País o el Gabinete Instructivo,
sociedades en las que ocupó cargos directivos su hermano político, Domínguez
Alfonso [11].
En 1874 fundó y dirigió, en Santa Cruz de
Tenerife, el periódico monárquico La
Lealtad, que comenzó su andadura en enero y cesó en abril del mismo año, al
tiempo que publicó en la Imprenta Isleña de
Francisco Claudio Hernández, de dicha ciudad, el romance tradicional titulado La Virgen de Candelaria y
unos Apuntes para el elogio de Miguel de
Cervantes, texto de un discurso suyo leído
en la Sesión Extraordinaria del Gabinete Instructivo en el Aniversario de aquel
insigne Ingenio, impreso en los talleres de Sebastián Ramos, a cargo de
Manuel Álvarez .
Al siguiente año, el 7 de marzo, quedó
constituida tras superar numerosas dificultades y bajo la presidencia del
marqués viudo de la Fuente de Las Palmas, la diputación provincial. La comisión
permanente la integraban, don Domingo de Castro y Chirino, en calidad de
vicepresidente, y los vocales señores don Francisco de León Morales, don
Francisco Marrero y Cabrera, don Juan de León-Huerta y el propio Fernández de
Béthencourt que, a la sazón, contaba veinticinco años de edad. Estos fueron sus
comienzos en política. La Prensa, en
su edición del día 12 de marzo, hacía alusión a sus miembros afirmando que la
fracción histórica del alfonsismo
canario, el elemento que bien pudiéramos
llamar aristocrático de la referida fracción, se halla dignamente representada
en la Comisión permanente de la Diputación de esta provincia, por el Sr. D.
Francisco Marrero y Cabrera, diputado, según creemos, por Chiscamanita. Damos
la más cordial enhorabuena a los históricos en general y a los chiscamanitenses en particular.
Dos meses más tarde, persistió
Béthencourt en editar otro rotativo, esta vez bajo el nombre de La Lealtad Canaria, cuya existencia
también resultó corta, ya que dejó de circular en 1876. Este periódico, en uno
de sus primeros números, dio cuenta de la renuncia al cargo de diputado con que
le había honrado el gobierno, cosa que hicieron también los marqueses viudo de
Las Palmas y el de la Quinta Roja; don Francisco de León Morales; don Alonso de
Ascanio; don Esteban Manrique de Lara; don Antonio Monteverde; don Lorenzo
Montemayor y Key; don Celedonio Camacho Pino y don Juan Xuárez de la Guardia.
En la imprenta de J. Benítez y Compañía
publicó un folleto que llevaba por titulo A los Socios del Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife,
en el que se recogía una composición
leída por el Sr. D. Francisco Fernández de Bethencourt, al tener lugar la
elección de Junta Directiva para el año 1875.
Habrá
que esperar a 1878 para que Fernández de Béthencourt, que ya contaba veintiocho
años de edad,
diera a las prensas el primero de los siete tomos de su Nobiliario y Blasón de
Canarias. Diccionario
histórico, biográfico, genealógico y heráldico de la Provincia. Los
primeros dos volúmenes vieron la luz en la citada “Imprenta Isleña” de
Francisco C. Hernández ese año, el tercero en Valencia, en la “Tipografía de la Viuda
de Ayoldi”, en 1879, y el cuarto, de nuevo en la “Isleña” al año siguiente.
De los restantes tomos el quinto se imprimió en el taller de “Manuel G.
Hernández” en 1882, el sexto en la “Tipografía M. Minuesa” en 1885, y el
séptimo y último en 1886, en la imprenta de Marcelino Burgase, todas ellas
establecidas en Madrid.
A raíz de la edición de
los primeros volúmenes de esta obra fue propuesto para académico correspondiente,
por Canarias, de la Real de la Historia, el 28 de febrero de 1879, y admitido
en junta de 12 de abril siguiente. En el transcurso de un concierto ofrecido por Teobaldo
Power, el 15 de marzo del mismo año, en el Teatro de Santa Cruz, Fernández de
Béthencourt leyó una poesía dedicada al músico [12] y en septiembre, la Revista de Canarias se hacía eco de la
aparición de la tercera entrega del Nobiliario:
Hemos
tenido el gusto de recibir por el último correo de la Península el tercer
volumen de una obra que ya conocen los lectores de la Revista (véase el número 7 página 110), y de la que es autor
un apreciable colaborador de la misma.
D.
Francisco Fernández de Béthencourt ha continuado en España la publicación de su Nobiliario y Blasón de Canarias, con la suficiencia que todos le reconocen,
y que con gusto consigno aquí, por más que lamente que inteligencia tan clara
se emplee en aquel género de trabajos.
Pero es tan
aficionado a lo antiguo mi apreciable amigo el Sr. Fernández de Béthencourt,
que, como otro tan querido de él como mío ha dicho: «está poseído de cierto
vértigo que lo hace monomaníaco de las antiguas cosas, y está infiltrado de
las viejas formas, de
tal modo, que éstas se revelan en los mismos caracteres de su escritura».
Continúe,
puesto que a tal lo llevan sus aficiones, en el camino felizmente emprendido,
que así también se sirve a la patria y se gana honra. Bien lo demuestra el
nombramiento de socio correspondiente que de la Real Academia Española de
la Historia ha
merecido, e igual distinción de la Academia Genealógica y Heráldica de Italia.
El tomo
tercero del Nobiliario está impreso en
Valencia (Tip. de la Viuda de Ayoldi) y contiene la historia de las familias de
Casabuena y Guerra, casa de los señores del Valle de Guerra en Tenerife, casa
de Méndez de Lugo, historia de la casa de Mesa, casa de Van den Heede y Mesa,
marqueses de Casa-Hermosa, casa de Mesa en Madrid, marqueses de Casa-Hermosa
actuales (García Mesa), historia de la casa de Nava, historia de la familia de
Tolosa, Devigneau-Casalon, y rama segunda de la casa de Tolosa. Ilustran el
tomo seis láminas litografiadas representando otros tantos escudos de armas.
Fernández
de Bethencourt se ocupa en la actualidad de una nueva obra que seguramente será
bien recibida. En enero próximo parece que verá la luz pública en Madrid: su
título es Anales de la nobleza Española y será algo parecido a los Anales
de la nobleza Francesa y a otros de diferentes países; mucho debe esperarse de los extensos
conocimientos que en la ciencia
heroica tiene nuestro
compatriota y de la bellísima forma literaria con que disfraza la aridez de
tales trabajos [13].
Dálton Kâulak: Francisco Fernández de Béthencourt. 1911 |
Durante las fiestas
navideñas de 1879 se encontraba Béthencourt en la capital del reino, tal y como
se desprende de su artículo titulado “Recuerdos de Madrid”, inserto en la Revista de Canarias el 23 de abril de
1880, enviado con anterioridad en forma de carta a su amigo don Ramón Gil
Roldán, el día 25 de diciembre de aquel año, narrándole los acontecimientos que
había vivido en casa del conde de Cheste, aquella Nochebuena.
El
de 1880 fue un año de incansable actividad para Fernández de Béthencourt.
Colaboró en diversos actos organizados por la Sociedad Instructiva de La Laguna
y el Gabinete de Santa Cruz; coadyuvó a la implantación del partido
liberal-dinástico de Martínez Campos en el archipiélago y, al tiempo que
continuó con la publicación del Nobiliario,
viajó a Madrid de nuevo con el fin de imprimir el primer tomo de sus Anales de la Nobleza de España. En el
mes de julio, en compañía del director de la Sociedad Económica de Santa Cruz,
don Antonio Domínguez Alfonso, y el socio don Juan M. Ballester, formó parte de
la comisión encargada de entregar a don Pedro Mariano Ramírez el título de
Socio de Mérito de la misma, con que se pretendía recompensar sus muchos
trabajos y relevantes servicios prestados a la institución.
Participó en la sesión extraordinaria
celebrada en el Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife el 24 de julio
de 1880, en la que se conmemoraba su
instalación y el glorioso hecho de armas que en defensa de esta plaza y puerto
se realizó el 25 de julio de 1797, donde
demostró una vez más con un precioso
discurso, sus profundos conocimientos literarios y sus grandes dotes oratorias
[14].
En
sesión extraordinaria de la Sociedad
Instructiva de La Laguna, celebrada el 27 de septiembre de 1880, víspera de
la fiesta de San Miguel, intervino Béthencourt y pronunció un discurso que
tituló “Aniversario de la Conquista”, que fue publicado en extracto por la Revista de Canarias en su número 46, del
23 de octubre de dicho año:
Los
lectores de la Revista conocen mi desautorizado
juicio acerca de las condiciones oratorias de D. Francisco Fernández de
Bethencourt —escribía Elías Zerolo—; y
como sucede con todos los buenos oradores su último discurso es siempre el
mejor. Aquella noche habló de un asunto que, dadas las ideas hasta hace bien
poco sustentadas por el señor Béthencourt, érale doblemente simpático: encomiar
las glorias de pasados tiempos: é hízolo en un magnífico discurso de elegante
frase, elevados conceptos y castizos giros. El señor Béthencourt podrá no
convencer al auditorio, como creo le sucede siempre; pero siempre se le oye con
gusto y se le aplaude instintivamente: al menos, por los que, como al que estas
líneas escribe, no ciega la pasión de escuela o partido [15].
A propósito de la organización del
partido Liberal-Dinástico en las Islas, la prensa publicó una carta de Martínez
Campos dirigida a varios correligionarios, entre los que se encontraba, en
primer lugar, Béthencourt:
La
organización de nuestro partido adelanta rápidamente, como no podía menos que
suceder, dado el nobilísimo y patriótico pensamiento que ha inspirado su
formación.
Compuesto
en todas partes de hombres de acrisolados antecedentes y de la mayor
representación en el país, que han ejercido en él los primeros cargos del
Municipio y de la Provincia, es garantía de prudente gobierno y buena
administración para todos los que, alejados de peligrosos extremos, aspiran a
vivir dentro de las instituciones vigentes la vida del orden y la libertad.
Carta del general Martínez Campos.
Sres. D. Francisco Fernández de
Béthencourt, D. Domingo Darmanin, D. Ignacio F. de Llarena y D. Antonio Lugo y
García.
Muy Sres.
míos y de mi más , distinguida consideración:
Doy a V. V.
las más expresivas gracias, como también a los señores en cuyo nombre se sirven
dirigirme su carta, fecha 17 del corriente mes, adhiriéndose a mí en la nueva marcha
política que he iniciado.
Mi conducta
y mis palabras en el Senado son claros indicios de la política que me propongo
seguir; y como V.V. habrán leído ya mis discursos en aquel alto Cuerpo, conociendo
mis móviles, que son el afianzamiento de las instituciones y el bien de nuestra
Patria, no dudo secundarán mi pensamiento.
La firmeza
de carácter y la patriótica conducta seguida por V. V. y sus amigos antes y
después de la Restauración, me dan la seguridad de que en los Sres. firmantes
de su entusiasta adhesión tiene el partido liberal-dinástico de Canarias
dignísimos representantes.
Al enviar,
pues, la expresión de mi gratitud a V. V. y a los demás amigos que secundan
nuestra política, por la significación de ese acto y el concurso valioso que
prestan al nuevo
partido las personas de notoria importancia que lo realizan, debo manifestar a
todos nuestros correligionarios la correspondencia de la franca amistad de su
atento affmo. S. S.
Q. B. S. M.
Arsenio
Martínez de Campos
Madrid, 30 Junio 1880 [16].
Finalizando
el año, El Independiente de Santa
Cruz de Tenerife, dio aviso de la marcha de Béthencourt —redactor de nuestro apreciable colega El Progreso de Canarias—, a la Península, en el último vapor-correo,
con objeto de dar a la estampa en la Corte el segundo tomo [sic]
de su obra Los anales de la
nobleza de España.
¡Y
que haya quien piense todavía en estas cosas! [17].
Se
dio a conocer como orador en la capital de España, participando en una sesión
que trató sobre la —en aquellos momentos palpitante— cuestión de Santa Cruz de
Mar Pequeña y las pesquerías de África, y que tuvo lugar en la Sociedad
Económica Matritense. Al respecto escribió Elías Zerolo en la Revista de Canarias, el 8 de diciembre
de 1880:
Entre los apreciables hijos de estas peñas
que han tomado parte en el debate, encuéntranse dos colaboradores de la Revista: el señor Alvarado y el señor Fernández de
Béthencourt. El primero ya era conocido en los círculos literarios de Madrid
como notable orador; pero el señor Fernández de Béthencourt se ha dejado oír
ahora por primera vez, y la prensa unánime le prodiga aplausos entusiastas.
Plácenos ver que se reconozcan las incontestables dotes oratorias de nuestro
paisano, a quien desde hace tiempo consderamos como una gloria oratoria de esta
provincia.
Podríamos
suponer que, ya desde 1880, Béthencourt albergaba el propósito de residir en la
capital de España, aceptando ser designado como uno de los miembros de la
comisión permanente de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz
de Tenerife en Madrid, junto con los señores conde de Torrepando, don Gabriel
de Cubas, don Joaquín Baeza y Nieto, don Miguel H. de Cámara, don Juan Ravina y
Castro y don Francisco Durán y Cuervo. No obstante, volvió a Tenerife con
motivo del traslado de los restos mortales del adelantado don Alonso Fernández
de Lugo desde el santuario del Cristo de La Laguna —donde fueron depositados en
capilla ardiente y recibieron honores de capitán general de ejército fallecido
en plaza con mando en jefe— hasta la catedral, e intervino en la velada literaria
que la Sociedad Instructiva de dicha ciudad organizó al efecto el día 2 de
agosto de 1881. Esta sería, si no hallamos nuevos datos que nos contradigan, la
última vez que pisaría suelo canario en veinticinco años. Avala esta afirmación
el propio Béthencourt cuando explica en carta publicada por el diario El Tiempo el 6 de marzo de 1907, durante
una corta estancia en Las Palmas, ciudad a la que viajó con el fin de apadrinar
la boda de un sobrino suyo:
Privado por una serie de
lamentables circunstancias de hacer mi proyectada visita a esa Isla de
Tenerife, creería faltar a un deber de todo punto sagrado si me limitara a
explicaciones particulares de lo ocurrido, y no las formulara claras y
terminantes ante la Isla entera, apelando para la inscripción de estos
renglones a la amable hospitalidad de su prensa.
Un motivo de orden
privado y familiar me ha traído a mi país tras de tan prolongada ausencia,
promovida por el invencible horror que los viajes por mar hubieron de causarme
siempre; confirióme su representación mi primo hermano D. José Joaquín de
Béthencourt, jefe de nuestra familia, para que en su nombre apadrinara la boda
de su hijo primogénito y mi sobrino en esta ciudad de Las Palmas, y aquí vine
al cabo de más de veinticinco años, con
gusto especial por tratarse de aquel encargo, relacionado con deudos amadísimos
para quienes es mi mayor afecto, con íntimo deseo de volver a ver la tierra en
que nací, esta isla de Gran Canaria en que hice mis primeros estudios, y
¿porqué no decirlo? más que nada la Isla de Tenerife, en que pasé los mejores
años de mi vida, a la cual estoy unido por vínculos tan estrechos y recuerds
tan hondos, a cuyo cariño debí mi primera representación en el Congreso de los
Diputados, tan anhelada de la mocedad, como después la señalada honra de ocupar
un puesto en la Alta Cámara, más adecuado a mis gustos y circunstancias en
estos comienzos de la vejez. […]
También quiero decir a
mis muchísimos amigos de Tenerife que he aprendido de nuevo el camino de las
Islas, con la grata experiencia esta vez de que en efecto el odioso mareo, como
la fortuna según Carlos v, vuelve
las espaldas a los viejos; prométoles una pronta visita, todo lo larga y
detenida que aquella Isla merece de todos, y de mi tan singularmente, pues en
cada uno de sus pueblos tengo amigos, tengo afectos, tengo recuerdos, y en cada
uno hay bellezas grandes que volver a admirar después de un cuarto de siglo.
Conde de
Guaqui [fotografía] y Dujardin [heliograbado]
Francisco Fernández de Béthencourt. 1913
|
Volvería
de nuevo, por última vez, en 1913, unos pocos años antes de su muerte, como uno
de los oradores invitados a participar en las solemnidades con que se
inauguraron las obras de remodelación de la catedral de San Cristóbal de La
Laguna, acto del que se hablará más adelante.
Sus
inicios en la vida pública nacional, como representante del archipiélago en el
congreso, fueron poco afortunados. En efecto, su candidatura fue contestada
negativamente por la mayoría de los periódicos:
Toda la
prensa de Santa Cruz y toda la prensa de la Ciudad de Las Palmas, es decir,
toda la prensa de la Provincia, ha censurado y combatido el manifiesto
electoral de D. Francisco Fernández Bethencourt.
Hacemos,
sin embargo, excepción de La Democracia, no olvidando que el Sr. Fernández se
presenta como fusionista, procedente del campo moderado histórico.
Dejamos a nuestros
lectores la curiosa tarea de entretenerse en atar esos cabos [18].
Obtuvieron las actas don Feliciano Pérez
Zamora, ministerial, y el republicano don Miguel Villalba Hervás, siendo
derrotado Fernández de Béthencourt, al que también se consideraba ministerial.
La prensa se hacía eco de que había sido
preciso hacer verdaderos milagros para dar el acta en el tercer puesto a D.
Miguel Villalba Hervás, ex gobernador de Pi, escandalosamente apoyado por los
amigos del Sr. Pérez Zamora, que hoy se llaman ministeriales, contra D.
Francisco Fernández de Béthencurt, que, aunque adicto, tiene el grave pecado de
ser alfonsino de toda la vida, y a quien ahora se ha perseguido de una manera
incalificable [19].
Hubo
de aguardar aún una década para alcanzar su acta de diputado por el distrito
de Santa Cruz de Tenerife, lo que logró en las
elecciones celebradas en febrero de 1891, en
las que obtuvo 10.109 votos. En estas fechas figuraba como redactor del
periódico El Día de Madrid. Causó
baja en la cámara el 5 de enero de 1893.
Cánovas lo propuso de nuevo para las elecciones de 1895 y el periódico
El Pueblo de Santa Cruz de Tenerife,
en su edición del 13 de abril decía:
Figúrense Vdes.
Que se dice que D. Antonio, el propio D. Antonio Cánovas, quiere que a todo
trance sea diputado por esta circunscripción don Francisco Fernández de
Béthencourt.
¡Qué horror!
Aquel Paco a
quien los conservadores pusieron de vuelta y media en las columnas de La Opinión no ha mucho tiempo.
Aquel Paco a
quien más tarde confirieran los mismos conservadores el acta de diputado, a
pesar de lo que de él habían dicho.
El mismo Paco que
tan pronto como tomó posesión le endilgó a D. Fernando [de León y Castillo] aquel
célebre discurso en que le ponía por las nubes y que tan mal supo a La
Opinión y sus amigos.
El mismísimo Paco
a quien sus amigos políticos, desoyendo las recomendaciones de D Antonio, no
presentaron diputado en las últimas elecciones, prefiriendo votar a los cuneros
Moret y el tristemente célebre Arroyo.
Bonito porvenir
se nos presenta, porque seguramente Paco será elegido o dejan de ser
conservadores, los que aquí llevan ese nombre.
Y a esto no se
atreven.
En unión del Sr.
Fernández Béthencourt y apoyado también por Cánovas, se presenta el Sr. D.
Andrés Antequera, conservador de la última hornada a quien no le conocemos
méritos para aspirar a la investidura de diputado.
Por Real Decreto de la reina regente doña María Cristina, en nombre de
su hijo el rey Alfonso xiii, aún
menor de edad, de 17 de julio de 1895, fue nombrado gentilhombre de cámara con
ejercicio. Prestó juramento de fidelidad, con el ceremonial acostumbrado, en el
palacio real de Madrid el día 13 de noviembre del mismo año, en manos del duque
de Medina-Sidonia, jefe superior de Palacio y caballerizo mayor de Su Majestad
[20]. El rey y su familia reconocían de esta manera los servicios prestados por
el escritor a la corona. La infanta doña Paz de Borbón, en las líneas que
escribió a guisa de preámbulo para Príncipes
y Caballeros, reconoció que Fernández
de Béthencourt fue siempre un amigo fiel de mi familia. […] Los que, como Béthencourt, supieron penetrar
en el espíritu nobilísimo de mi Madre, y como él saben hacer justicia a la
víctima inocente de las culpas de los demás,
es natural que ocupen un lugar preferente en mi agradecimiento.
En 1898, el rey de Portugal le condecoró concediéndole la gran cruz de
la orden de la Concepción de Villaviciosa, de lo que se hijo eco La Correspondencia de España, en su
edición del 11 de noviembre de dicho año y, más tarde, obtuvo la de San Olav de
Noruega, en igual grado. Sin embargo, jamás fue distinguido con el ingreso en
una orden española.
Diez años más tarde volvió a representar a su país natal, esta vez en
el senado, durante la legislatura de 1903-1904, para la que también fueron
elegidos don Fernando de León y Castillo, primer marqués del Muni, y don Juan
García del Castillo, conde de Belascoaín. Para
justificar sus rentas, escribe Alfonso Soriano [21] —la Constitución de 1876, art. 22, núm. ii, exigía para ser senador acreditar una renta anual, con
dos años de antelación, de veinte mil pesetas o pagar cuatro mil de
contribución directa— presentó Fernández de Béthencourt una certificación del
registro de la Propiedad Intelectual de 4 de diciembre de 1903, en la que
acreditaba la inscripción de sus cuatro primeros tomos de la Historia
Genealógica y Heráldica… y una escritura
pública de fecha 18 de noviembre del mismo año en la que constaba que desde el
año 1901 tenía concertada con su impresor y editor la venta de los once tomos
de su obra Anales de la Nobleza de España [luego varió su nombre por el de Anuario] al que habrá de entregarle igualmente los mil ejemplares del tomo
primero de la Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española;
Casa Real y Grandes de España a
principios del mes de junio próximo y sucesivamente los demás tomos hasta el
duodécimo en igual fecha de los años subsiguientes. A cambio su editor le
entregará cada año la cantidad de veintidós mil pesetas.
continúa en Francisco Fernández de Béthencourt (y II)
Notas
[1] Pinto, F. M.: “Noticias bibliográficas”. Revista de Canarias. Número 7. Santa Cruz de Tenerife, 8 de marzo de 1879.
Zerolo, E. [L. Río Oseleza]: ”Conversación quincenal”. Revista de Canarias. Número 25. Santa Cruz de Tenerife, 8 de septiembre de 1879.
[2] Figueroa y Melgar, A: Rodríguez Moñino y la genealogía. Instituto de Servicios Culturales. Badajoz, 1968, p.61. Citado por Guimerá Peraza, M.: Nicolás Estévanez. Cartas. Aula de Cultura de Tenerife. Instituto de Estudios Canarios. Madrid, 1975.
[3] Peraza de Ayala, J.: “Introducción”. Nobiliario de Canarias. J. Régulo Editor. La Laguna de Tenerife, 1952.
[4] Véase Viera, I.: “Antonio Domínguez Alfonso” en Vidas Ajenas. Homenaje a Isaac Viera. Organismo Autónomo de Museos y Centros. Cedocam. Santa Cruz de Tenerife, 2008. Rodríguez Delgado, O.: “El abogado y político don Antonio Domínguez Alfonso”. El Día. Santa Cruz de Tenerife, 5 y 12 de febrero de 1989.
[5] Véase Rodríguez, L.: “Antonio Domínguez Fernández”, en Perfiles. Ediciones Herederos de Leoncio Rodríguez. Santa Cruz de Tenerife, 1970.
[6] Peraza de Ayala, J.: op. cit.
[7] El Guanche. Santa Cruz de Tenerife, 27 de octubre de 1866. Véase la partida de matrimonio de don Antonio Domínguez Alfonso y doña Benjamina Fernández de Béthencourt. Registro Civil de La Laguna. Libro I, pp. 38r-40v.
[8] Quintana Miranda, P. M.: Historia del Seminario Conciliar de Canarias. Colección Obispo Muros. Anroart Ediciones. Las Palmas de Gran Canaria, 2006, pp. 190-191.
[9] La Correspondencia. Santa Cruz de Tenerife, 28 de julio de 1872.
[10] Partida de defunción de don Francisco-Ramón Fernández y Delgado. Registro Civil de Santa Cruz de Tenerife. Sección tercera. Tomo vii, p. 113.
[11] Cola Benítez, L.: El Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife [1869-1901]. Organismo Autónomo de Cultura. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 2001.
[12] La Unión Lagunera. La Laguna, 23 de marzo de 1879.
[13] Zerolo, E. [L. Río Oseleza]: “Conversación quincenal”. Revista de Canarias. Número 25. Santa Cruz de Tenerife, 8 de siembre de 1879.
[14] El Espejo. Semanario de Literatura. Santa Cruz de Tenerife, 1 de agosto de 1880.
[15] Zerolo, E. [L. Río Oseleza]: “Conversación quincenal”. Revista de Canarias. Número 38. Santa Cruz de Tenerife, 8 de octubre de 1880.
[16] El Progreso de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 27 de julio de 1880.
[17] El Independiente. Santa Cruz de Tenerife, 22 de noviembre de 1880.
[18] La Correspondencia de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria, 28 de julio de 1881.
[19] La Democracia. Santa Cruz de Tenerife, 8 de octubre de 1881.
[20] Soriano Benítez de Lugo, A.: Corte y Sociedad. Canarios al servicio de la Corona. En prensa.
[21] Soriano Benítez de Lugo, A.: Op. cit.
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