jueves, 17 de julio de 2014

Media vida en Tenerife (IV): La plaza de la Constitución.

-->
MEDIA VIDA EN TENERIFE
Capítulo IV. 

La plaza de la Constitución, corazón de la ciudad
[Segunda parte].

Por Carlos Benítez Izquierdo

-->
Hotel Victoria. Tarjeta postal. Ca. 1900
17 de marzo de 1913

Nada hay tan reconfortante para el cansado viajero, como un buen baño caliente y algo de reposo tras un largo periplo: vuelve a sentirse como nuevo.

La habitación donde me alojo, tiene dos hermosos balcones hacia la calle de San Francisco. Aunque en principio pensaban destinarme a una con vistas a la plaza, por expresa indicación mía fue trocada por otra hacia esta vía, en aras de una mayor tranquilidad y un mejor descanso. Es amplia, luminosa y bien ventilada. Su mobiliario se compone de una cama amplia y cómoda, ropero con luna en la puerta, una mesa de escritorio y los demás enseres característicos de esta clase de estancias. Posee además un pequeño cuarto de aseo, que constituye toda una novedad propia de los establecimientos más modernos.
Una vez colocados mis efectos personales en los lugares correspondientes, puedo decir que tomé posesión de mi nuevo hogar. Tras haber reposado lo suficiente en el mullido lecho, me dispuse a cambiar de ropa y almorzar en el comedor del hotel.

Durante el trayecto, se acercó a darme la bienvenida la propietaria del negocio, doña Rosario Medina Schwerer; acompañada de su yerno y gerente, el señor Arvid Holmström, de nacionalidad sueca. Esta emprendedora dama, viuda de don Luis Fumagallo Galli, regentaba la fonda Teide—heredada de su esposo— en la villa de La Orotava, que traspasó unos años después de fallecer su cónyuge. Se mudó a Santa Cruz en 1896 e inauguró el establecimiento donde me hospedo [1].

El comedor, se encuentra decorado con relativa sencillez, no exenta de elegancia. Se trata de una habitación de buen tamaño, situada en la planta del entresuelo. En la misma, se disponen numerosas mesas con sillas de Viena. Las paredes, se adornan con un zócalo de estuco y espejos ovales de marco dorado.
Ya en la mesa, se acercó el maitre. Una vez que tomó nota de mi comanda, me sirven los platos que componen mi almuerzo, regados con un magnífico vino bordelés.

-->
Hotel Victoria. Tarjeta postal. Ca. 1900
Después del yantar, me traslado al cercano salón fumador, a degustar uno de los cigarros que había adquirido en la mañana a uno de los cambulloneros. Aquellos que subieron a bordo del barco en el cual he llegado a esta población.
Al instalarme en una cómoda butaca y pedir un coñac, procedo a paladear por primera vez el tabaco canario. A pesar de que nada puede compararse a los puros habanos, me he llevado una agradable sorpresa con este corona que consumí: es un cigarro con buen tiro, de fortaleza media y gusto algo amaderado con ciertas notas a cuero.
Según los anuncios de las tabaquerías que he visto al pasar por la plaza, no voy a tener ninguna clase de dificultad para conseguir mis marcas preferidas de tabaco cubano, como Hoyo de Monterrey o Partagás. No obstante, obtengo una muy grata impresión del producto de la industria local. Sin duda, mi afición va a tener un nuevo horizonte por descubrir.

Mientras me hallo sumido en estas reflexiones, al tiempo que leo una revista de las varias expuestas en un velador cercano, entra en la estancia uno de los botones del hotel preguntando por el señor Filpes. Al hacer notar mi presencia, me entrega un sobre que no podía contener sino la respuesta de don Juan Bethencourt a mi nota de esta mañana. Decía así:

Muy Sr. mío:

Habiendo recibido su atta. del día de hoy, me es grato anunciarle que tanto mi familia como yo le recibiremos con mucho gusto esta tarde a partir de las seis, rogándole además que nos haga el honor de acompañarnos en la cena.

Le saluda atte.,
S. S. S. Q. E. S. M.

Juan Bethencourt

-->
Anuncio de la maison Alexandre.  
Diario de Avisos, 1891
Tras redactar un breve billete en que confirmaba mi asistencia, comencé a discurrir —mientras terminaba mi cigarro— qué clase de obsequio sería el más apropiado para presentar durante la visita al hogar de aquel caballero, que estaba destinado a ser mi padrino en la sociedad local; algo cerrada al forastero, según pude leer en los relatos de algunos viajeros.
Me vino entonces a la memoria el consejo que una vez me dio mi buen padre, que venía a decir que en un lugar donde no contase con amistades, convenía procurarse la buena predisposición del personal del hotel, puesto que suele tener conocimientos bastante exactos de las familias más notables de la localidad. Como siempre, las indicaciones de mi progenitor fueron de gran utilidad. Por ese motivo, expuse el asunto a doña Rosario, la dueña del Victoria. Esta señora —con gran atención y gentileza—, no sólo me indicó de forma somera quiénes componían la parentela del señor Bethencourt, sino que muy amablemente me indicó algunos establecimientos cercanos donde podría adquirir los artículos adecuados que pretendía llevar como presentes.

El que finalmente visité, la Maison Alexandre & Cía., se halla ubicado precisamente en lo bajo del edificio en el que nos encontramos, como relatamos en el capítulo anterior. Esta razón mercantil, fue fundada por Monsieur Louis Alexandre hacia 1891. Su primera sede, estuvo ubicada en el número seis de la cercana calle de Alfonso XIII o del Castillo. Se dedica al comercio de joyería, óptica y relojería, trabajando también artículos para regalo, como bastones, álbumes fotográficos y postales, labores textiles del país y hasta esculturas en bronce o terracota, entre otros objetos diversos. La mercancía se importa preferentemente de Francia, donde en origen contó con una sucursal en la capital de aquella nación.

Al año siguiente, se le encargó a este caballero la compra de una Virgen en Suiza, destinada a rematar la torre del convento de San Pedro de Alcántara. Lo curioso de la historia, merece que nos detengamos un instante a relatarla.
-->
Iglesia de San Francisco y convento de San Pedro de Alcántara. Tarjeta postal. ca. 1920
El primer día de 1891, un fuerte temporal azotó a esta capital, derribando la estatua marmórea de Nuestra Señora de la Concepción, que coronaba el campanario. En su aparatosa caída, rompió gran número de los azulejos que revestían la cúpula de dicha construcción [2]. Algunos de ellos se pueden admirar hoy en el Museo Municipal, tras haber sido sustituidos en su totalidad por los actuales.
El beneficiado de dicha parroquia, don Antonio Verde y León [3], abrió una suscripción popular con el fin de adquirir una nueva Imagen. Cuando se recaudó la suma apropiada, encargó la compra de la misma, que en este caso fue una Milagrosa hecha en bronce. El inconveniente resultó ser su elevado peso, que no sólo hacía muy difícil instalarla en lo alto de la torre; sino que se pensaba que ésta corría peligro de hundirse, si se coronaba con aquella figura. Esta es la que al presente se encuentra en el nicho situado sobre la puerta del templo [4], viniendo a sustituir la escultura de San Pedro de Alcántara que allí se ubicaba [5].

En otro orden de cosas, Monsieur Alexandre, fue comisionado para traer el reloj que se colocó en el Instituto de Segunda Enseñanza de esta capital [6]; así como el que donó al Hospital Civil don Santiago de la Rosa en 1901, colocado en un patio de dicho edificio. También don Luis obsequió al cuerpo de correos con otro aparato similar, instalado en la sede de dicha institución.

Otra de sus actividades mercantiles fue la creación, en 1902, de la primera empresa de autobuses —o guaguas, como aquí las llaman— que hubo en la isla. Se trataba de un vehículo con carrocería abierta, conocido popularmente como jardinera. Hacía el trayecto entre La Laguna, La Orotava y el Puerto de la Cruz [7] y estuvo en servicio durante tres años.

A mediados de 1901, trasladó su negocio al local actual. Este es muy amplio y bien iluminado, instalado de forma moderna. Sus vistosos escaparates suelen servir de expositores para los premios que se otorgan en concursos, exposiciones, competiciones deportivas, etc.
Hoy en día, este comercio lo regenta la hija de don Luis, tras su fallecimiento en 1904, mientras veraneaba en Los Realejos. Ha sido la propia doña Rosario Medina, tras haber insistido en ello, quien ha tenido la gentileza de acompañarme a la Maison Alexandre y presentarme a la propietaria; doña Marta, viuda de Blairsy y casada en segundas nupcias con don Felipe Martínez Gil-Roldán.
Al exponerle las razones de mi visita, reflexionó un instante y encargó a sus dos dependientas que me mostrasen artículos de la mejor calidad. Estas señoritas, llamadas Clara y Amelia, poseedoras de una notable belleza y simpatía, han sido protegidas por la señora Alexandre tras haber perdido a su familia en un pavoroso incendio. Transcurrido un buen rato examinando diversos objetos, me he decantado por la compra de un delicado abanico cantonés —de los llamados de las mil caras— con varillaje de nácar y estuche lacado, para la esposa de don Juan. Como detalle simpático, he adquirido un barco en hojalata pintada para el nietecito del señor Bethencourt, pues según me ha confirmado doña Marta, en él se contempla la familia al tratarse del único niño que la compone.

-->
W. Holl: Sir Thomas Troubridge
Grabado al acero. Ca. 1860. Colección particular
Después de empaquetar convenientemente los regalos, dí un pequeño paseo por la plaza, con el fin de hacer tiempo hasta la hora de la visita. Crucé a los edificios de en frente y me detuve en el que hace esquina con la calle de la Cruz Verde —en cuya fachada exhibe un hermoso balcón en madera, al estilo tradicional del país— y que alberga varios establecimientos comerciales, como la tabaquería La Matildita, propiedad de la viuda de Zamorano; un bazar del que son dueños los hermanos hindúes Pohoomull, o la sombrerería de Teodoro Bolaños. En este último negocio, me procuré un nuevo sombrero de jipijapa. El que tengo, lo adquirí poco antes de marcharme de La Habana y se encuentra algo ajado. Este vetusto caserón, actualmente pertenece al consignatario don Antonio J. Brage, y fue edificado a mediados del siglo XVIII por don Blas del Campo [8]. Durante la célebre jornada del 25 de julio de 1797, albergaba los almacenes de abastos del puerto. Por ello, fue asaltado por el capitán Troubridge y sus hombres, a la espera de unos refuerzos que nunca llegaron. Esa noche, salió de este mismo lugar un sargento inglés, en compañía de don Antonio Power y don Luis de Fonspertuis, con el fin de parlamentar la capitulación con el general Gutiérrez [9].

Tras solicitar el envío de mi nuevo sombrero al hotel, visité el local contiguo que lleva el nombre de British café. Su propietario es el popular Pepe el malagueño, personaje de gran simpatía, dada por su gracejo andaluz. Una vez que tomé asiento, mientras degustaba un buen café y leía la prensa, fui testigo de una anécdota protagonizada por este señor, que se hallaba cómodamente sentado en una butaca de mimbre.
Se acercó un asistente militar que le pidió:
—De parte del señor teniente, que me dé usted dos pesetas de jamón serrano
Se volvió don Pepe hacia el chico que estaba en la trastienda y le ordenó:
—Niño, dale a olé a este mozo er jamón y cóbrale doh pezeta [10].

El edificio que alberga el establecimiento en el que me encuentro, fue antaño la morada de don Bartolomé Antonio Méndez Montañés, personaje del cual hablamos en el capítulo anterior [11]. Además del British, es sede de otro bazar hindú, propiedad del señor Chellaram. Todos estos negocios ofrecen prácticamente los mismos artículos: mantones, marfiles, cerámicas y porcelanas orientales, incienso, calados canarios y un largo etcétera. Si el cliente que entra es conocido del propietario, éste le ofrece asiento y una taza de té. En cualquier caso, el regateo es de obligado cumplimiento en las transacciones con los indios, que siempre tienen en la boca la ya consabida frase: tú ofrece, yo dar barato [12].

-->
Anónimo: Calle del Castillo y plaza de la Constitución. Ca. 1910 
Anónimo: Plaza de la Constitución. Ca. 1910

Termino mi café. Ya es casi la hora de la visita. Faltan pocos minutos para las seis de la tarde y la plaza se halla un tanto concurrida a pesar de ser lunes. Me llama la atención que en el costado sur donde me encuentro, los transeúntes son gente humilde, sobre todo soldados y chicas de servir. En el lado opuesto, pasea gente más acomodada. Según averigüé después, esto se debe a que en la zona norte se colocan las sillas de alquiler en dos hileras, ascendiendo el precio de cada una a diez céntimos. En la parte sur, bancos municipales gratis. Como los haberes diarios de un soldado ascienden a quince céntimos, no puede permitirse una silla si obsequia con una golosina a su Dulcinea [13].

El reloj del Gobierno Civil hace un instante que ha dado seis campanadas.  Es hora de encaminar mis pasos hacia la casa de don Juan Bethencourt, cuya visita relataré en la siguiente crónica.
-->
Francisco González Espinosa: Plaza de la Constitución. Tarjeta postal. Ca. 1920


[1] Entre el año 1896 y los primeros meses de 1899, el hotel estuvo instalado en la calle de La Marina núm 9 [N. del a.]
[2] Dichas cerámicas se fabricaron en los Países Bajos y Talavera de la Reina en el último cuarto del siglo XVIII. Fueron donados por el comerciante irlandés don Pedro Forstall [N. del a.]
[3] Antonio Verde y León [Garachico 1850-1915]. Compañero de Seminario de sacerdotes de la talla de Santiago Beyro y José Rodríguez Moure. En unión de ambos, organizó los actos de la Coronación Canónica de la Virgen de Candelaria, siendo autor en 1889 de una novena a dicha advocación. En noviembre de 1894 fue nombrado arcipreste de Garachico y subcolector de capellanías. En 1900 publicó la Novena del glorioso San Roque [N. del a.]
[4] González, Blas [Marcos Pérez]: Santa Cruz anecdótico. Santa Cruz de Tenerife. Biblioteca canaria del tiempo viejo, Librería Hespérides, s/f.
[5] Hecha en mármol blanco, simbolizaba la advocación bajo la cual se puso en convento franciscano. Según Felipe Poggi, fue donada por don Diego Serrano [N. del a.]
[6] Ubicado en la plaza de Ireneo González [N. del a.]
[7] Naval Pérez, Jorge: Tenerife y el automóvil. Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2004
[8] Don Blas del Campo y Campos-Crousbeck [Santa Cruz de Tenerife 1734-1772]. Capitán de Milicias. Alcalde real de Santa Cruz en 1760 [N. del a.]
[9] Rumeu de Armas, Antonio. Piraterías y ataques navales a las islas Canarias. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1950
[10] Borges Salas, Miguel: “Carta al amigo Antonio Marti”. El Día. Santa Cruz de Tenerife, 27 de julio de 1968
[11]  Esta casa fue derribada en 1932 para dar  paso al edificio del Círculo Mercantil, actual Cámara de Comercio [N. del a.]
[12] Testimonio oral de doña Narcisa de León Mendívez [88 años], 2004
[13] Borges Salas, Miguel: Op. cit.

No hay comentarios:

Publicar un comentario