La Virgen de la Consolación
Primera devoción mariana de
Santa Cruz de Tenerife
por
Carlos Rodríguez Morales
La pequeña escultura de la Virgen de la Consolación
conservada en la parroquia matriz de Santa Cruz de Tenerife es, muy
probablemente, la más antigua efigie religiosa de la Isla y un testigo
excepcional de su conquista y de su colonización europea. Su primitiva ermita,
levantada junto al mar, fue demolida en 1573 para construir el Castillo de San
Cristóbal. Edificada de nuevo en el interior de la población, en 1610 fue
cedida a la Orden de Santo Domingo, que fundó allí un convento masculino puesto
bajo su advocación, aunque fue sustituida por una imagen de mayor tamaño y de
vestir. Esto favoreció la pérdida de memoria —y de devoción— respecto a la primitiva,
aspecto en el que centro este pequeño estudio que he escrito animado por mi
amigo Carlos Gaviño de Franchy.
La tradición
Árbol
genealógico del conquistador Lope Hernández.
Sevilla, 1604
|
Viendo el noble Lope Hernández de la Guerra quan
afligido estaua su general, le dijo con liberales palabras, nacidas de su
voluntad perfecta, que estaba dispuesto a vender dos ingenios azucareros que
tenía en Gran Canaria para emplear su valor en socorro para los soldados […] El
general, que tales razones oyó, lo levantó de su asiento y abrazó a Lope
Hernández de la Guerra y le respondió: Amigo, hoy me auéis dado gran consuelo
[…] Y leuantado el general los ojos al cielo, dando gracias al Señor, dixo:
Omnipotente señor, que auéis permitido que mi pena se haya buelto en consuelo,
y que estos amigos le ayan recibido con esta promessa, en acción de gracias os
prometemos de hazer en este mesmo sitio vna ermita en vuestro honor de la Reyna
de los Ángeles, con el título de Nuestra Señora de la Consolación [1].
Autógrafo de
Antonio de Viana
|
Viana había aprovechado también para vincular el
sentimiento de Lugo —la pena tornada en consuelo— con la advocación mariana [2].
Pero no sabemos aún si la elección radicó en esta circunstancia —lo que quizá
no pasa de ser un juego de palabras—, si la efigie ya venía recibiendo culto
bajo este título o si, en cualquier caso, fue condicionado por algún otro
motivo. A este respecto se ha planteado una posible vinculación a la Orden de
San Agustín, y podría apuntarse también como precedente el culto a la Virgen de
la Consolación en el sur peninsular, de donde provenía buena parte de los
conquistadores [3].
Rumeu de Armas apuntó que a mediados del siglo xvi, concretamente en 1553, la ermita
dependía del monasterio agustino de La Laguna [4]. Esto, en cualquier caso, no
permite ser concluyentes respecto a una relación en origen entre la imagen, su
advocación y los frailes de la Orden que acompañaron a Lugo en sus campañas
finales, como alguna vez se ha apuntado [5]. A este respecto, y con prudencia,
cabe matizar que entonces este título mariano no tenía para los agustinos la
importancia que adquirió décadas después, al unirse en 1575 las cofradías de
Consolación y Correa en Bolonia. Por lo tanto, puede afirmarse con Cioranescu que
será más prudente admitir que ignoramos la fecha y las circunstancias de la
fundación de esta ermita [6].
La imagen
Virgen de la
Consolación.
Parroquia de
Nuestra Señora
de la
Concepción
|
La Virgen de la Consolación —en los documentos,
muchas veces, Virgen de Consolación— es una pequeña talla de la que se ha
planteado su posible factura sevillana [7], que la muestra de pie, ataviada con
túnica y manto sobre los hombros, cubierta su cabeza por una especie de cofia
que deja ver parcialmente sus cabellos dorados. La pérdida de sus manos
originales —las que ahora tiene le fueron colocadas en fechas recientes—
dificulta su lectura iconográfica, pues no sabemos si llevaba al Niño o si
portaba algún objeto o atributo. En antiguas fotografías, aquí reproducidas,
puede verse con y sin Infante, que en cualquier caso no corresponde al conjunto
primitivo. Su aspecto tardogótico encaja con la datación que se le supone:
finales del siglo xv.
Por su pequeño tamaño —apenas 46 centímetros de
altura— podría valorarse como una imagen portátil, de campaña, traída por los
conquistadores, a medio camino entre la devoción privada y la colectiva. Una
condición similar, asociada a las huestes de Fernández de Lugo, se supone para
la primitiva imagen de Santa María de Gracia de la ermita erigida por esos
mismos años en un promontorio en el camino que unía La Laguna con Santa Cruz,
donde el Adelantado y sus tropas habían establecido su real tras una victoria
sobre los guanches. Agradecidos, prometieron edificar una iglesia al misterio
de su Encarnación con el título de Nuestra Señora de Gracia, con que después de
conquistada la isla cumplieron su voto [8]. La posibilidad de que la primera
titular fuera una imagen de campaña vendría avalada por la noticia de que
cuando fue sustituida en 1541 por otra nueva se hizo notar que antes había otra
pequeña [9].
Desde los años cincuenta del siglo xvi se consideró la opción de levantar
un fuerte —el Castillo de San Cristóbal— en la costa de Santa Cruz, en la zona
ocupada por la Ermita de Nuestra Señora de la Consolación, por lo que suponía
un estorbo. Esto vino a concretarse años más tarde. En 1570 se pidió licencia
al obispo para derribarla y volverla a levantar en otro sitio, sin que se aluda
en las actas capitulares a patronato particular alguno ni a los agustinos. En
1573 fue demolida y paralelamente se levantó la nueva, todo a costa del
Concejo. Allí se mantuvo el culto a la Virgen, que siguió siendo objeto de la
devoción popular [10], donde estaría establecida una cofradía que la tuvo como
titular[11].
El 26 de marzo de 1610, superada la oposición de
algunos vecinos y con la anuencia episcopal, los dominicos tomaron posesión de
la yglesia de Nuestra Señora de la Consolación del lugar y puerto de Santa
Cruz, por la necesidad que allí ay por lo que toca a lo espiritual, para fundar
un nuevo convento de su Orden [12]. Dos días antes, en La Laguna, habían
capitulado su fundación y patronato con los hermanos Andrés y Luis Lorenzo,
capitanes, regidores de la Isla, familiares del Santo Oficio y acaudalados
mercaderes. Entre las condiciones, los Lorenzo se obligaron a edificar la
capilla mayor —de la que serían patronos— para cuyo altar se obligaron a traer
un tabernáculo para la santa ymagen de Nuestra Señora de Consolación, con su
sagrario avajo para el Santísimo Sacramento del altar, cuya trasa y costo queda
a nuestra devoción [13].
Maravillas, milagros y otra
imagen
Varios indicios nos llevan a pensar que fue entonces
cuando la primitiva efigie fue reemplazada por otra de vestir y de mayor
tamaño, conservada ahora en la Iglesia de San Francisco. Pensemos, en primer
lugar, que la pequeña iglesia fue transformada en un templo de dos naves.
Provisionalmente se mantuvo la capilla mayor que agora ay, pero pronto debió
levantarse la nueva, más amplia, costeada por los patronos, en la que se
colocaría aquel tabernáculo quizá ya pensado para acoger en su hornacina
principal una nueva imagen. Pero el testimonio más contundente nos lo ofrece el
testamento otorgado en 1623 por Juana de Espinosa, viuda del escribano de
registros Diego de Barruelo, al disponer que una ropa entera de raso blanco que
dexo se le dé a Nuestra Señora de la Consolación deste lugar, y por ello pido
al prior y frayles que en el día de mi entierro digan por mi ánima una misa
cantada con su responso y que todas las veces que se vistiere la santa ymagen
la dicha ropa tengan memoria de desir por mi ánima un responso [14].
Indudablemente, la Virgen de apenas medio metro de
altura no podía ser ataviada con los vestidos de una mujer, salvo que fueran
muy transformados. Parece sensato considerar, por lo tanto, que los frailes
optaron desde el comienzo por sustituir la efigie primitiva por una de natural
estatura, que supusieron más adecuada a las preferencias devocionales barrocas.
En este contexto, el traslado en rogativa en 1619 de la Virgen de la
Consolación —suponemos que la nueva, recién estrenada— a La Laguna puede
valorarse como una estrategia encaminada al afianzamiento de su culto y a acreditar
su condición milagrosa, cuestión que como veremos fue objeto de cierto debate.
Ermita de Santa María de Gracia. Fotografía anónima. Ca. 1900 |
La visita de la efigie mariana estuvo motivada por la
gran necessidad que ay en esta isla de agua i en particular en el pago de
Sancta Crus. Debió ser alentada por los dominicos y contó con el respaldo
concejil, además de la participación vecinal. Gracias a un acta capitular
sabemos que hizo primero estación en la Ermita de Santa María de Gracia, desde
donde los regidores decidieron conducirla hasta la ciudad, organizando allí
diversas celebraciones. El documento al que nos referimos merece ser
parcialmente transcrito:
La
Justizia i Regimiento dixeron que por la gran necessidad que ay en esta isla de
agua i en particular en el pago de Sancta Crus los vesinos del dicho lugar
traxeron, i el prior del Convento de Nuestra Señora de Consolaçión, a la santa
imagen a esta ciudad, i está en Nuestra Señora de Graçia, que por ser la
necessidad del agua tan apretada dixeron que para mañana, juebes, por la mañana
los señores diputados hablen, o qualquiera dellos, al padre prouinçial de los
dominicos para que dé lisençia se traiga la santa imajen de la hermita donde
está a vno de los conuentos de su horden desta ciudad i se dé noticia al señor
bicario abiéndose de traer, i a los demás frailes i relijiosos para que acudan
todos a la proseçión y se haga con la mayor solenidad que se pueda, i se
pregone para que todos los vesinos acudan a ella, i los señores diputados y
qualquiera dellos manden dar la sera que fuere nesessaria, i el costo della la
libren sobre el maiordomo deste Concejo.
Estaba
previsto también que la Virgen fuera hasta el Convento de San Miguel de las
Victorias, donde está el sancto Christo [de La Laguna], donde se haga vna
missa, y que luego ambas imágenes fueran llevadas en rogativa hasta la Iglesia
de los Remedios o hasta el Monasterio de Santa Catalina, donde se diga otra
missa i se quede la santa imajen de la Consolaçión, i se llebe a el santo
Christo a su casa [15].
Otro indicio vendría a reforzar nuestra propuesta de
datación sobre el cambio de la antigua efigie por la nueva. En 1622 fray Juan
López dio a la imprenta la Quinta parte de la Historia de Sancto Domingo y de
su Orden de Predicadores [Valladolid, 1622], a partir de informaciones
recopiladas en Sevilla por fray Bernardo de Figueroa un año antes. Al referirse
al convento dominico de Santa Cruz de Tenerife, apunta:
Es vna cosa de mucha consideración, y de las que Dios
tiene reseruadas en su diuino pecho, que estando aquella santa imagen en vna
pobre ermita edificada en el campo jamás se entendió que hiziesse milagros; y
después de auerse edificado el conuento, y puesto en él aquella santa imagen
con mucha decencia, ha obrado Dios y obra singulares marauillas y milagros, que
la han hecho muy frequentada y celebrada en toda la tierra [16].
Ciertamente, no se indica que la imagen haya sido
sustituida; es más, se entiende que la que estaba en una pobre ermita era la
misma que se entronizó en el convento. Pero podríamos considerarlo también como
un silencio intencionado respecto al baile de imágenes encaminado,
precisamente, a legitimar el cambio: jamás se entendió que hiziesse milagros
—la antigua— y después de auerse edificado el conuento, y puesto en él aquella
santa imagen con mucha decencia, ha obrado Dios y obra singulares marauillas y
milagros —la nueva—. Recordemos que la manda testamentaria de doña Juana de
Espinosa, que parece concluyente sobre el tamaño de la escultura, está fechada
solo un año después.
Contamos con más testimonios —contradictorios— sobre
esta polémica suscitada por la condición prodigiosa de la Virgen de la
Consolación. En sintonía con lo recogido por fray Juan López, un anónimo autor
dominico isleño, quizá de finales del siglo xvii,
exalta las virtudes de la imagen —ahora, explícitamente, la nueva— y
omite cualquier referencia a la anterior:
La
imagen es de vestir, hermossa, deuota, de gran magestad, que [roto] deuoción y
respecto porque es de natural estatura. A sido nuestro Señor seruid[o]
de[s]pués que fundaron los religiossos de obrar muchos milagros por su
in[t]ercessión, según que se deja entender de las pinturas antiguas y aparatos
de quadros, braços, piernas, manos, pies, pechos, cables y otras figuras de
nauíos y uageles que pusso la deuosión de los fauorecidos en los passa[dos]
años para recu[erdo] a la deuoción de los presentes en quien sabe mucha
fre[cue]ncia todos los años a su fiesta y todos los sáuados del año,
especialmente en la quaresma [17].
Pero en unas notas posteriores —redactadas
probablemente por un fraile a comienzos del siglo xviii— se vincula el cese de los milagros obrados por
intercesión de la primitiva imagen a su desplazamiento devocional:
Era
la imagen que auía en la hermita, muy milagrosa y de mucha deuoción, y de todas
partes de la ysla concurrían deuotos a pedirle en sus necesidades y conseguían
muchos el remedio por medio de esta milagrosa imagen, y esto duró hasta que
hicieron la que la que oy está en el altar maior, por ser la otra pequeña; i
aunque ay también con ella particular deuoción, no es como la antigua que auía
porque luego que mudaron de imagen cessaron los milagros; de algunos ay noticia
que por tradición ha venido hasta estos tiempos, y es cierto que son muy
particulares y de grande ponderación, y estos no se continuaron por auer
faltado el culto de la imagen [18].
Autógrafo de
Juan Núñez de la Peña
|
Con esta cuestión de fondo y, sobre todo, si
convenimos en el escaso interés de los dominicos por recordar la existencia de
la primitiva efigie, se comprende mejor la pérdida de memoria respecto a ella
que evidencia un documento de 1716. El cronista Juan Núñez de la Peña —muy
informado sobre la historia isleña, rebuscador y lector casi compulsivo de
viejos papeles— no tenía claro al final de sus días el origen de la imagen. En
testamento otorgado aquel año se refirió a una capellanía de siete misas
rezadas instituida por sus abuelos maternos, Cristóbal de Solís y Leonor de la
Cruz, en el convento dominico de Santa Cruz, en un altar que tenían por data en
que estaua un quadro de Jesús Nasareno, y después otro de San Cristóual y al
presente está una ymagen pequeña de bulto de Nuestra Señora que se dise fue la
antigua Consolación que hubo en aquella yglesia [19].
Luis de la
Cruz y Ríos:
Juan Primo de la Guerra y Ayala.
Ayuntamiento de La Laguna
|
El altar, al medio de la yglesia de dicho convento,
en la pared que mira al claustro, era tal vez el mismo en el que la Virgen
permanecía casi un siglo después. En 1805 Juana del Hoyo, viuda de Fernando de
la Guerra, escribió a su hijo Juan una carta que éste transcribió en su diario:
Tu
tío y yo fuimos a Santo Domingo a oír una misa, descubierta la Virgen de la
Consolación en memoria de los Guerra; ya no había misa, pero se descubrió la
imagen, que no es aquella de la conquista, pero nos la enseñaron también, que
está en otro altar y le han puesto otro apellido, lo que no me gusta, y yo la
comprara de buena gana y la trajera a casa para no perder la memoria. Es
chiquita y de talla, pero le han puesto vestido [20].
La
cita vincula devocionalmente, aunque de forma difusa, la Virgen a la familia
Guerra. Para entonces Viera ya había corregido un error cometido tanto por él
como, antes, por Peña al situar en la Ermita de la Consolación la capellanía de
misas fundada por Lope Hernández de la Guerra [21]. En realidad, se servía en
la iglesia parroquial del lugar [22]. Por otra parte, la carta ilustra sobre la
costumbre, en fechas tan tardías, de sobreponer vestidos a la escultura,
insiste en el abandono de la imagen y apunta un cambio de advocación —le han
puesto otro apellido— del que no tenemos más datos.
La fiesta
La escritura de fundación del convento dominico, en
1610, recoge que su fiesta más prençipal debía celebrarse con vísperas, misa
mayor, procesión y sermón cada 15 de agosto —Asunción de la Virgen— en el qual
día an de sacar a la dicha ymagen en prosesión [23]. A partir de 1645 se
celebró también este día la procesión de Corpus Christi organizada por los frailes,
por ser el día principal y de la patrona deste convento. En los primeros años
el convento no contaba con los ornamentos necesarios para celebrar la fiesta
sacramental cuando correspondía, el domingo de la infraoctava, así que se
pedían prestados al de La Laguna; y no pudiendo prestarlos en el día que ellos
los auían menester se determinaron a trasferirla en este día, previa licencia
del obispo Sánchez de Villanueva [24].
Este
nuevo acercamiento a la primitiva imagen de la Virgen de la Consolación nos recuerda
algunos interrogantes fundamentales todavía planteados sobre su procedencia,
sobre su precisa cronología y sobre su historia devocional. Lejos de ser motivo
de desánimo, estos retos deberían alentar a los investigadores, pues por lo
general incluso pequeños estudios como éste ofrecen frutos nuevos si se
afrontan con enfoque revisionista.
Virgen de la
Consolación. Fotografía estereoscópica. Col. Carlos Benítez Izquierdo
|
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introducción de Alejandro Cioranescu. Santa Cruz de Tenerife: Editorial
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José
de Viera y Clavijo: Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria.
Madrid: Blas Román. Citamos por la edición de 1982, con introducción y notas de
Alejandro Cioranescu. Santa Cruz de Tenerife: Goya Ediciones.
NOTAS
[1] Núñez de la Peña
[1676], pp. 159-160.
[2] Viana
[1604/1986], t. ii, p. 239.
[3] Así lo apunta
Álvarez Delgado [1961], pp. 45-46, citando posibles referentes devocionales en
Jerez, Utrera y en la actual provincia de Badajoz.
[4] Rumeu de Armas [1947], t. ii, primera parte, pp. 153-165.
[5] Según
Fuentes Pérez [2001] es muy probable que el título de la Consolación fuera dado
por los frailes agustinos que habían acompañado al Adelantado. Delgado [2011]
plantea que casi con total seguridad cabe anotar en el haber de ambos [fray
Andrés de Goles y fray Pedro de Cea, los dos agustinos que acompañaron a Lugo] la
introducción de esta devoción, que seguramente era compartida por el propio
Adelantado.
[6] Cioranescu
[1977-1979], t. ii, p. 275; y
[1993], p. 134.
[7] Hernández Perera [1984], p. 202; Fuentes Pérez [2001]; Rodríguez González [2004].
[8] Núñez de la Peña [1676], p. 322.
[9] Riquelme Pérez [1982], p. 46; y Pérez Morera/Rodríguez Morales [2008],
pp. 26-27.
[10] Citemos,
por ejemplo, que un año antes de la demolición, en 1572, la vecina de El Sauzal
Leonor Pérez dejó impuesta una misa a Nuestra Señora de Consolaçión, en Santa
Cruz, e se pague lo acostumbrado. AHPT: Sección histórica de Protocolos
notariales, 1.339 [escribanía de Pedro Hernández Lordelo], ff. 226r-227v,
15/1/1572. En testamento otorgado en 1635 el sacerdote Mateo de Armas dispuso
la entrega de veinte y cuatro reales de limosna a la lámpara de aceite de
Nuestra Señora de Consolaçión en Santa Cruz, por quanto es mi debota, y fui
confirmado y dixe misa nueba en dicha iglesia, que entonces era ermita. AHPT: Sección
histórica de Protocolos notariales, 1.033 [escribanía de Francisco de la
Parra], f. 406v, 19/9/1635.
[11] En
1580, Melchora de Lordelo, vecina de La Laguna, dispuso en su testamento que se
diese a la Cofradía de Nuestra Señora de la Consolasión, ques en Santa Cruz,
media dobla de limosna. AHPT: Sección histórica de Protocolos notariales, 245
[escribanía de Juan Núñez Jayme], f. 199v, 8/5/1580.
[12] Archivo
Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife [AHPT]: Delegación Provincial de
Hacienda, Conventos, 3.564, f. 2r; AHPT: Sección histórica de Protocolos
notariales, 1.027 [escribanía de Tomás de Palenzuela], ff. 390r-394r,
24/3/1610.
[13] AHPT: Sección
histórica de Protocolos notariales, 1.027 [escribanía de Tomás de Palenzuela],
ff. 390r-394r, 24/3/1610.
[14] AHPT: Sección
histórica de Protocolos notariales, 78 [escribanía de Agustín de Mesa], ff. 418r-424v,
31/7/1623.
[15] AMLL: Sección
i, Libro xxxii de actas capitulares [oficio i], ff. 43r-43v.
[16] López
[1622], f. 187v.
[17] AHPT: Delegación
Provincial de Hacienda, Conventos, 1.366, f. 31r.
[18] AHPT: Delegación
Provincial de Hacienda, Conventos, 3.564, f. 2r.
[19] AHPT: Sección
histórica de Protocolos notariales, 1.108 [escribanía de Juan Antonio Sánchez
de la Torre], ff. 104r-104v, 9/12/1716.
[20] De la
Guerra [1976], t. i, p. 292.
[21] Núñez
de la Peña [1676], p. 160; Viera y Clavijo [1982], t. i, p. 654.
[22] Viera
y Clavijo [1776/1982], t. ii, pp.
684-685.
[23] AHPT: Sección
histórica de Protocolos notariales, 1.027 [escribanía de Tomás de Palenzuela],
f. 392r, 24/3/1610.
[24] AHPT: Delegación
Provincial de Hacienda, Conventos, 3.564, f. 22r.
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