Retratos grabados de José Viera y Clavijo
No es esta la primera vez que nos
ocupamos de los retratos de don José de Viera y Clavijo que fueron realizados,
tanto durante su vida como después de su muerte, haciendo uso de alguna de las
muchas técnicas propias de las artes gráficas. En un ya lejano año 2001, con
motivo de la edición del catálogo de la exposición Arte en Canarias [Siglos XV al XIX]. Una mirada retrospectiva, que
estuvo bajo la dirección de la doctora doña María de los Reyes Hernández
Socorro, elaboramos la siguiente ficha:
La
presencia física del arcediano de Fuerteventura José de Viera y Clavijo, fue
objeto de, al menos, tres obras gráficas. En la primera de ellas se le
representa joven, de tres cuartos y perfil, bajo el seudónimo de don Diego Díaz
Monasterio, en realidad, el nombre de un ayuda de cámara del marqués de Santa
Cruz que asistía a los experimentos que abate y
aristócrata realizaban, durante el periodo de tiempo que Viera estuvo a
su servicio. El retrato está embutido en un óvalo y fue dibujado y grabado por
Isidro Carnicero e ilustra la primera edición del poema didáctico Los Ayres
Fixos, impreso en Madrid por Blas Román
en 1779. Contaba nuestro historiador cuarenta y ocho años de edad.
Con
dibujo del mismo Carnicero y grabado por José Joaquín Fabregat, realizados en
1780 y 1784, respectivamente, se figura a Viera en otra estampa en la que el
clérigo, sentado y mirando de frente, con el rostro ligeramente girado, esboza
la sonrisa que ha hecho correr ríos de tinta de las plumas insulares. Al pie
del grabado se lee:
Dn. Joseph de Viera y Clavijo. Arcediano de Fuerteventura. Philosophus, Rethor,
Vates, agit, allicit, urget. Res, animos, sensus, mente, lepore, modo. El historiador apenas tiene un año más que
en el retrato anterior, pero su fisonomía es otra ya que en el primero usa
peluca, mientras que en este lleva el cabello suelto y ligeramente largo.
Una réplica de
este grabado fue tallada en acero por Pedro Hortigosa (1811-1870) e ilustra la
edición de Gran Canaria, 1866, Imprenta de la Verdad, Plaza de Santa Ana núm.
8, del Diccionario
de Historia Natural de las Islas Canarias [1].
Izq. Isidro Carnicero: D. Diego Díaz Monasterio. 1780. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife
Dcha. Los Ayres fixos. Poema didáctico, en cuatro cantos. Madrid, 1780
El corto número de líneas asignado a
este tipo de colaboraciones, no dejaba espacio para más elucubraciones. A pesar
del transcurso de los años, algunos especialistas en la biografía del arcediano
de Fuerteventura, continúan dudando sobre la veracidad retratística de este
primer grabado inventado por Isidro Carnicero [2] que apareció titulado, como
no podía ser de otra manera, con el nombre del sujeto al que se había atribuido
la autoría del poema que ilustraba. Para estos se trata, en realidad, de don
Diego Díaz Monasterio, un oscuro ayuda de cámara del marqués de San Cruz,
carente de otros méritos literarios o científicos que no fueran los que le
proporcionó la oportunidad de haber coincidido en el tiempo con su amo y el
distinguido polígrafo canario. Sin embargo, creemos poder afirmar que la
fisonomía del individuo que sostiene entre sus manos el poema Los Ayres Fixos, en actitud de leer a
viva voz, corresponde a su verdadero autor, don José de Viera y Clavijo.
Procuraremos
dar cuenta de los argumentos que nos inclinan a pensar que resulta factible que
tras la apariencia de una broma —por demás costosísima— atribuible al espíritu
humorístico del historiador, la realidad apunta a que si el autor indudable del
poema era Viera, el retratado lo fuera también.
La profesora doña Jesusa Vega, en su
excelente trabajo Ciencia, Arte e Ilusión
en la España Ilustrada escribe, a propósito de esta lámina:
Al
frente de la edición de 1780 va un retrato pero, actualmente, es difícil saber
quien es el retratado por la actitud lúdica y casi burlona que demuestra en
esta, como en otras ocasiones, Viera. El otro retrato grabado que conocemos de
él hace dudar de que el perfil no sea de Monasterio; tampoco ayuda, es cierto,
la poca soltura que tuvo el cómplice necesario, Isidro Carnicero, cuya destreza
en el manejo de la punta del aguafuerte deja bastante que desear. Al margen de
esta cuestión, lo más interesante es subrayar que Carnicero inventó lo que
podíamos denominar “un retrato filosófico”; el profesor rodeado del
instrumental fundamental que utilizaba en sus lecciones y de los elementos de
la naturaleza que se veían más directamente implicados, y que debían ser tan
fácilmente reconocibles para su audiencia como la comprensión del propio poema
[3].
Es cierto que la estampa al
aguafuerte de Carnicero no resulta lo nítida que hubiéramos deseado para poder
profundizar con acierto indiscutible en las particularidades del rostro. No
obstante, liberado el perfil del fondo de trama oscura que lo envuelve,
apreciamos un notable parecido con el del arcediano, en particular, el marcado
prognatismo de su labio inferior, la inusualmente larga nariz y la abultada
sotabarba, que constituyen tres de sus características faciales más singulares,
sin olvidar la edad que representa el retratado —cuarenta y ocho años— que
tampoco parece ajustarse estrictamente a las fechas que llevan los dibujos de
Carnicero cuando fueron posteriormente grabados. Si lo comparamos con el
autorretrato de Viera publicado por el profesor A. Sebastián Hernández
Gutiérrez en 2006, queda de manifiesto cuanto viene señalándose [4].
Sabemos que abate y artista se conocían,
al menos desde 1774, fecha en que tuvo lugar el célebre viaje a las posesiones
manchegas del marqués de Santa Cruz y en cuya comitiva figuraban ambos, ocupado
el primero en la narración de la gira, mientras el artista tomaba apuntes para
ilustrar aquel texto. El trabajo, a pesar de viajar en coches diferentes —Viera
lo hacía con el marqués, su hijo y el caballerizo; Carnicero compartía una
berlina con alguien al que llamaban El
Rojo— parece perfectamente sincronizado entre escritor y dibujante. Es
posible que ya en estas fechas, si no antes, Carnicero hubiera retratado a
Viera en uno o varios bocetos.
Escribe el arcediano en sus Memorias:
En
el tiempo de su mansión en París había asistido Viera a dos cursos de gases o
aires fijos en casa del célebre Sigaud de la Fond, y como estos nuevos
descubrimientos químicos ocupaban a la sazón la curiosidad de los aficionados a
la física, procuró adquirir allí por medio del mismo Sigaud, y por encargo del
Sr. Marqués de Santa Cruz, todos los vasos y máquinas que eran más necesarias
para ejecutar los experimentos, habíalos conducido a Madrid, y colocado en el
gabinete de la casa, y fue Viera el primero que demostró en esta Corte los
fenómenos principales de los gases, para lo cual se tenían varias sesiones, a
que concurrían muchas personas condecoradas, damas de la grandeza, algunos
médicos y boticarios, profesores de física y otros sujetos amantes de las
ciencias, con general satisfacción.
Para amenizar
más estos entretenimientos que divertían y admiraban, tuvo la ocurrencia de
componer un poemita didáctico en octava rima y en cuatro cantos intitulado: Los
aires fijos. El canto primero trata del gas de la tierra calcárea y
fermentación vinosa; el segundo del aire inflamable; el tercero del gas
nitroso; y el cuarto del gas deflogisticado o aire vital. Imprimióse en Madrid
en la oficina de Blas Román año de 1779, bajo el nombre de D. Diego Díaz
Monasterio, y con una estampa de su retrato. Era éste un ayuda de cámara de su
Excelencia, que solía asistir a las manipulaciones de los experimentos [5].
Tal y como está redactado el
párrafo, el retrato podría representar tanto al autor de la obra como al criado
que había cedido su nombre para firmarla. Cinco años después tuvo lugar el
retorno de Viera a las Islas y, con ese motivo, se dio a la estampa la segunda
de las láminas, por dibujo de Carnicero, que lo representa. Nos dice Viera en
sus Memorias ya citadas:
Fue
muy tierna y dolorosa para el agradecido corazón de D. José de Viera la
despedida de la casa, la larga familiaridad, y compañía de los Señores
Marqueses de Santa Cruz. Este Señor le renovó las pruebas más vivas de su
benevolencia; y nada le encargó tanto como su frecuente correspondencia
epistolar en todos los correos. Quiso que le dejase en memoria de su amistad
una estampa que de su retrato había dibujado pocos días antes D. Isidro
Carnicero, director de la Academia de San Fernando, y que grabó D. Joaquín
Fabregat, académico de mérito de ella, todo a solicitud de D. Pedro Lozano,
dependiente de la misma casa, y constante amigo de Viera. Igual presente se
dignó admitirle la Real Academia de la Historia, cuyo sabio director, Conde de
Campomanes, y demás individuos le dieron las más seguras muestras del
sentimiento que su retiro les causaba; como también los próceres, amigos,
conocidos y paisanos que dejaba en la Corte, de la cual salió el día 27 de
Setiembre de 1784 [6].
Es posible que, como afirma la profesora
Vega, la primera de estas láminas sea un «retrato filosófico» del abate,
especialmente interesado, no sabemos bien por qué motivos —aunque no debemos
olvidar la incómoda relación de Viera con la cada vez menos poderosa pero aún
molesta Inquisición— en ocultar su nombre y «disfrazar» su apariencia. Señala
así mismo la citada doctora que, tanto Viera, como don Pedro de Silva, el
hermano sacerdote del marqués, vestían a la moderna cuando salían de España y
recuerda una anotación en su diario, de 15 de agosto de 1778, en la que dice
claramente: Vestido de abate riguroso a
la francesa y peinado con coleta y Rabat oí misa en los Cordelliers; pero
ambos volvían a los hábitos largos, cabellos atusados y sombrero de teja cuando
regresaban. Entonces yo era todavía un
Monsieur l’Abbé, bien peinado, con brillante calota y solemne Rabat; pero ahora
no soy sino un pobre cura motilón con hopalandas, informaba Viera a un
amigo tres años más tarde. Por su parte Cabanilles, en una misiva enviada desde
París el 11 de agosto 1778, se lamentaba asimismo de los efectos del cambio de
indumentaria y peinado del abate:
Amigo:
Se descubre en toda su carta el justo sentimiento que le causó el dejar este
paraíso encantado aunque lo templa, la sal que acompaña siempre sus palabras:
yo como fiel comisionado cumplí a la letra el encargo de leerla en público, lo
que produjo a más del gusto y aplauso universal, une envidia general de poseer
los primeros cantos de ese canario desplumado de las insignias recomendables de
abate galicano, y cubierto vergonzosamente de las sopalandas [sic] que había
abandonado: tal que he mandado sacar varias copias para la hermandad de
príncipes, y en nombre de toda esta colonia se le pidan al ex coiffée las
elegías que le obliguen a hacer ese desierto, barbarie, y tiranía frailuna.
[7].
Si observamos los atuendos que
asigna Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, en su Colección de trajes de España a los clérigos españoles de su época,
comprobaremos que coinciden con la vestimenta que usa Viera en ambos grabados:
en el primero, de 1779, viste a la moderna, de abbé, y de manteísta en el de
1784 [8].
Pero va más allá la doctora Vega y
cree —pensamos que con razón— identificar a don José de Viera y don Pedro de
Silva en los dos personajes situados en el ángulo inferior izquierdo del
grabado de Carnicero, abierto en 1784, a partir sin duda de bocetos realizados
durante el viaje a La Mancha que lleva por titulo Fiesta de toros en el aire:
Si
nos fijamos, dice la profesora Vega, en
la parte inferior izquierda se encuentran dos figuras, el porte de una de ellas
bien responde a la imagen de un abate vestido a la moderna según se muestra en
la colección de trajes de Juan de la Cruz, que vio la luz en 1783. Ninguno de
estos dos personajes comparten la actitud de jolgorio y regocijo general que se
demuestra en el resto del público, sino que están en actitud observante, como
también lo hace el abate vestido a la antigua que se acerca una lente de
aumento a los ojos [9].
No resulta descabellado pensar que
el abate contemplara de antiguo la posibilidad del regreso a las Islas, una vez
concluida la edición de su Historia.
Los sucesos particulares que modificaron su estatus en la casa de Santa Cruz
pudieron precipitar una decisión que habría sido tomada con anterioridad.
Sabemos que, una vez establecido en Las Palmas y disfrutando ya de la comodidad
que le proporcionaba la prebenda catedralicia, fue tentado por un amigo suyo,
don Antonio Porlier, que a la sazón había alcanzado alta cotas de influencia en
la Corte, para que retornara a Madrid con plaza de capellán Real. Pero Viera no
aceptó. ¿Formaba parte de sus cálculos evitar dar pie al Tribunal insular o a
la clerecía local, cuyas actitudes conocía bien, a nuevas sospechas de
heterodoxia? Esto justificaría que el retrato en el que se le figuraba vestido
«a la moderna» y con peluca, no fuera fácilmente identificable. Y es aquí donde
vislumbramos el verdadero juego, la chanza, de la que podrían disfrutar tan
sólo aquellos allegados conocedores de que la persona oculta bajo el nombre del
criado era el propio Viera.
Es de suponer que la impresión del
poema fuera sufragada por el marqués de Santa Cruz y las copias sirvieran de
obsequio a los asistentes a las sesiones de divulgación científica celebradas
en su gabinete. El alto costo que suponía tallar una plancha, a pesar del
beneficio económico que podría significar que consideremos a su autor como
artista próximo a la casa del aristócrata, hace que nos resulte impensable que
se abriera el retrato de un sirviente, cuando ni siquiera de sus amos —que
tengamos noticia— se conservan láminas grabadas. Tan sólo el premio a la inteligencia
y, por qué no, la admiración, justifican que un mecenas corra con los gastos de
un retrato de esta naturaleza.
Inminente ya la vuelta, Viera dejó
en manos de su constante amigo don
Pedro Lozano [10], dependiente en la Academia de San Fernando, la labor de
grabar otra plancha, en este caso al punzón, que fue tallado por Joaquín José
Fabregat [11] —académico supernumerario de ésta desde 1774, y de mérito de la
de San Carlos de Valencia a partir de 1781— por otro dibujo de Isidro
Carnicero, que se convertirá en el retrato oficial del arcediano hasta nuestros
días. Se trata de la efigie de un hombre que, desde luego, no aparenta los años
con los que en realidad contaba—a pesar de que el mismo Viera diga que el
dibujo había sido hecho pocos días antes—
y cuyo porte se corresponde con el de un modesto clérigo de provincias, sin
ningún añadido que pudiera tergiversar su imagen o sus expectativas de ascenso
en la carrera eclesiástica elegida en las Islas.
Isidro Carnicero y Joaquín
José Fabregat: Don Joseph de Viera y
Clavijo. 1784.
Biblioteca Municipal de Santa
Cruz de Tenerife
|
Todo parece indicar que la hermosa
lámina fue costeada por el propio Viera y gracias a su amistad con Carnicero y
Lozano –e ignoramos si también con Fabregat— se obtuvieron resultados
excelentes sin hacer un gasto excesivo. Y nos referimos a que, en realidad, la
plancha no tiene más trabajo de grabado que el medallón con el retrato y los
textos que lo exornan. En otras láminas debidas a la gubia de este grabador
observamos que los medallones van insertos en arquitecturas más o menos
complejas y no falta en ellas la profusión de guirnaldas, molduras y adornos.
Parece que lo que se ahorró en labor decorativa se ganó en elegancia. Y así se
entiende que el marqués quisiera que le
dejase en memoria de su amistad una estampa que de su retrato, había
encargado Viera.
La xilografía de Cirilo Romero
En efecto, tanto éste como el resto
de los grabados que talló para La Aurora,
incluida la alegoría de su título que ilustra la cabecera del periódico,
adolecen de la impericia del principiante quien, por añadidura, no había
recibido clases de dibujo. Pero a pesar de sus carencias, no se puede negar a
la obra xilográfica de Romero el mérito de constituir una parte significativa
en la estructura de los cimientos de las artes gráficas en Canarias y, no
obstante su escaso valor técnico, alcanzaron estas láminas un cierto reconocimiento
popular, ya que fueron reproducidas incesantemente hasta bien entrado el siglo
XX [15]. Es Cirilo Romero, afirma
Padrón Acosta, quien inicia el arte del
grabado en madera en nuestra isla, pues con sus trabajos y con la valiosa
iniciativa de Pedro Mariano Ramírez Atenza, introdúcese el grabado en las artes
gráficas canarias [16].El 5 de septiembre de 1847, un grupo de
intelectuales y artistas abanderados por el veterano escritor de origen
francés, establecido en la Isla, don José Desiderio Dugour, sacaron de prensas
en Santa Cruz de Tenerife el primer número de la revista La Aurora. Entre los miembros de su consejo de redacción se hallaba
Cirilo Romero Hernández [12], joven que apenas contaba dieciocho años de edad,
y sobre el que ya pesaba la responsabilidad de ilustrar —sin medios y con
escasos conocimientos—la publicación. Discípulo de la recién creada Academia de
Bellas Artes de Santa Cruz, había expuesto junto a su compañero Francisco de
Aguilar en la primera muestra celebrada por esta sociedad en las salas de la
Junta de Comercio, en diciembre de 1847. La
Aurora, refiriéndose a ambos artistas, comentaba el 28 de noviembre
anterior: Pero sea como fuere, la escuela
en el estado actual ha producido alumnos de mérito, y los dos jóvenes que se
han dedicado al arte de grabar, y cuyos ensayos han visto nuestros lectores,
son de este número; si bien habrán echado de menos al ejecutar sus obras, el
estudio de las clases de dibujo que sentimos no esté planteado en la Academia.
Anónimo: Pedro Mariano Ramírez Atenza. Ca. 1865. Colección particular. Tenerife |
Transcurren fechas que resultarán cruciales para el definitivo desarrollo y perfeccionamiento de las artes gráficas en el pequeño puerto que había visto,
en 1751, establecerse al tipógrafo sevillano don Pedro Pablo Josef Díaz y
Romero, el pionero de los de su clase que ejerció el oficio en las Islas. Y
fueron determinantes estas décadas porque, en 1837, don Pedro Mariano Ramírez, fundador
de El Atlante, primer periódico
exento de carácter oficial, adquirió la imprenta del mismo nombre, y con los
ejemplares correspondientes al 11 de febrero y 15 de marzo de 1839, logró que
se repartieran dos láminas, una grabada al aguafuerte, que representaba El
Teide, y otra con el retrato del conquistador Juan de Bethencourt. Introdujo
Ramírez el grabado en madera —xilografía— y la prensa litográfica, cuyo ensayo
inicial, según Sebastián Padrón Acosta, —un dibujo con tema de paisaje del
pintor canario Francisco Aguilar— se publicó en La Aurora [13]. Se trataba de la portada para la colección de este
rotativo impresa en 1848. En el número 32 de la citada revista, correspondiente
al 9 de abril de 1848, figura el retrato de don José de Viera y Clavijo,
tallado en madera de boj por Romero que el culto investigador consideró es la obra más imperfecta de éste. No puede
compararse con los que de nuestro historiador hicieron los grabadores
peninsulares Fabregat, Hortigosa y Masí [14].
Su autor
Nació Nicolás Cirilo Romero Hernández en
La Laguna el día 25 y fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de la
Concepción el 31 de enero de 1829, como hijo legítimo de don Nicolás Romero
Delgado y doña Catalina Hernández del Castillo. Casó en Santa Cruz de Tenerife,
el 12 de mayo de 1864, con doña Antonia Lecuona y Bello, natural de Santa Cruz
de La Palma, con la que tuvo, entre otros hijos, a Camilo, Eleuterio, Carmen,
Elena, Eugenia y Antonia Romero Lecuona [17]. Presidente del Círculo de
Amistad, pintó los decorados para las funciones que tuvieron lugar, en el
teatro de esta sociedad, en 1852 y 1857 [18]. En junio de 1865 fue nombrado
catedrático auxiliar de la Escuela profesional de Náutica, tras haber sido
declarado cesante como delineante del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales
y Puertos [19]. Candidato por el partido Democrático de Santa Cruz de Tenerife
a la Junta Superior de Gobierno, en las elecciones del 15 de octubre de 1868,
obtuvo 210 sufragios. Elegida que fue la Junta mandó formar, el 13 de octubre
del mismo año, el Ayuntamiento de Santa Cruz, bajo la presidencia del alcalde
constitucional don Bernabé Rodríguez. Cirilo Romeo fue designado concejal y, en
1871, alcalde tercero, dándose de baja por enfermedad el mismo año y siendo sustituido
por don Manuel M. Savoie, sujeto vinculado también a las artes gráficas [20].
En 1873 fue nombrado, con carácter interino, oficial segundo primero de la
secretaría de la Diputación Provincial [21].
En 1882, La Ilustración de Canarias publicó, sin el consentimiento de su
autor, en el número 2, de 31 de julio de dicho año, el grabado de Nelson que
había tallado Romero en su juventud para La
Aurora y escribió éste a su director, don Patricio Estévanez, una carta en
la que lamentaba aquella decisión. Un fragmento de la misiva fue publicado por Ortiguilla —seudónimo de don Luis
Maffiotte La Roche— en el número siguiente de la revista:
Por
carambola ha llegado a mis manos una bien escrita carta que el reputado artista
Don Cirilo Romero dirige al Director de La Ilustración. Quéjase en ella su autor, y quéjase amargamente,
de que en nuestro número anterior se hubiera publicado el retrato de Nelson,
obra que ejecutó siendo muy joven y teniendo, según dice, escasos conocimientos
en el arte.
La
oportunidad de ver la luz el citado número en los días en que esta Capital
celebra la victoria obtenida sobre el valiente Almirante inglés, y la carencia
absoluta de tiempo para ejecutar otro grabado, hizo que se publicara en él el
del Sr. Romero; sin que jamás llegáramos a creer pudiera ofenderse por ello.
Vean
VV. lo que este Sr. dice en uno de los párrafos de su carta:
«V.
comprenderá que hoy, con algunos conocimientos más que en aquella época,
1847-48, —pues nunca entró en mi ánimo estudiar para cangrejo—, no puedo aceptar
como buenos los defectos del pasado, cuando con frecuencia los censuro, y es
por esto que no apruebo la exhibición de una obra que, aunque mía, la considero
más que digna de exhumarse, de relegarla a eterno olvido.»
Aunque
nosotros sabemos muy bien que el Sr. Romero tiene hoy más conocimientos que en
aquella época, el público deseará convencerse de ello; y ya que él mismo lo
afirma, bueno será que lo pruebe, enviándonos un grabado hecho en la época
presente, en la seguridad de que tendremos una verdadera complacencia en
publicarlo, para su tranquilidad y satisfacción de los suscritores [22].
El reto —para Padrón Acosta, de dudoso
buen gusto— obtuvo el silencio como respuesta. No fue esta la única ocasión en
que se utilizaron trabajos de Romero, sin su anuencia. El Diario de Tenerife, en su edición del 15 de julio de 1891
publicaba el siguiente suelto:
El
Sr. D. Cirilo Romero nos ruega hagamos constar que, aunque figura su nombre
entre los que han tomado parte en la Exposición organizada en el Gabinete
Instructivo, él no envió ningún trabajo, ni cree que valga la pena de figurar
en un certamen el que aparece allí con su nombre, expuesto sin su
consentimiento.
Complacemos al
Sr. Romero haciendo la manifestación que desea, pero no podemos estar conformes
con el poco aprecio que hace del trabajo citado que allí figura y que es
notable como todos los suyos [23].
En la exposición celebrada por la
Sociedad Económica de Santa Cruz de Tenerife, en 1894, obtuvo un certificado de
mérito por la ejecución del relieve del Puerto de dicha ciudad. La Medalla de
Primera Clase le fue entregada a la Jefatura de Obras Públicas de la provincia,
que había sido quien había presentado el citado relieve del puerto y ciudad de
Santa Cruz de Tenerife [24]. En su juventud había formado parte de la orquesta
de cuerda de la Sociedad Filarmónica de Santa Cruz.
Falleció en su ciudad natal a las diez
de la mañana del 7 de agosto de 1894, en el número 35 de la calle de San Juan
Bautista. Años después, su viuda donó a la Biblioteca de este municipio una
colección de libros de su pertenencia y al Museo, un piano vertical construido
por su difunto esposo [25].
Por su vinculación a las artes gráficas
hemos de citar aquí a su hermano Juan Nepomuceno Romero, nacido también en La
Laguna, en 1823, que casó en Santa Cruz de Tenerife, en 1851, con doña Bibiana
Sansón y Grandy, hermana a su vez del escritor José Plácido, con la que fue
padre de tres hijos.
Compró don Juan N. Romero la imprenta
Isleña de Santa Cruz de Tenerife en 1857, la
más importante de las establecidas en Canarias, a don Pedro Mariano
Ramírez, y fue su dueño hasta 1864. A su cuidado se realizó la segunda edición
de la Historia de Canarias de Viera,
que contó con anteportada y letras capitulares talladas por su hermano Cirilo y
que dio lugar a un ruidoso pleito con los periodistas don José Antonio Pérez
Carrión y don Francisco Díaz Miranda, detentadores por cesión de los derechos
sobre el ejemplar que poseía el marqués de Villanueva del Prado, don Tomás de
Nava-Grimón, corregido de su mano por el autor, y que fue el utilizado para
llevar a cabo la misma [26].
Cirilo
Romero: Letras capitulares A, C y E. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de
Tenerife
El
Guanche,
en su edición del 27 de julio de 1867, publicó la necrológica de este inquieto
y elegante impresor:
El
19 del corriente mes falleció D. Juan N. Romero, fundador, primer propietario y
director de este periódico. De carácter afable y complaciente, probo, laborioso
e inteligente, fue por bastante tiempo empleado en este Gobierno de Provincia
en el ramo de contabilidad y desempeñó igualmente una plaza de oficial contador
en la Secretaria del E. Ayuntamiento de esta ciudad. Aficionado a las Bellas
Artes sobresalía en música y dibujo. Adquirió la Imprenta denominada Isleña e
introdujo en ella varias mejoras dando impulso a la tipografía, encuadernación
de libros y litografía, siendo el único que entre nosotros se dedicó a este
último ramo. Estableció también un taller de dorador, del que salían obras bien
concluidas. A pesar de todo, la suerte no le favoreció y vio disminuir en vez
de aumentar su fortuna hasta el extremo de tocar en la indigencia.
Fue
buen patricio y mejor padre de familia; y sus continuos afanes y desvelos
trabajando día y noche sin cesar para procurar el alimento indispensable a su
familia, unido a los varios disgustos y contratiempos que experimentó, agravaron
la enfermedad de asma que padecía hace tiempo hasta el extremo de
desarrollar una fiebre de consunción que
le llevó al sepulcro joven aún, pues contaba 46 años de edad. Deja una esposa y
tres hijos menores sin recursos ni medios de fortuna. ¡Séale la tierra leve!
El grabado de Pedro de Hortigosa
Pedro de
Hortigosa: José de Viera y Clavijo. 1866. Colección particular. Tenerife
En uno de los capítulos de la biografía
de don Domingo Déniz Grek, escrita por don José Miguel Alzola, narra su autor
—admirablemente, como es característica constante de su trabajo— el proceso de
realización y encargo de la lámina que debía ilustrar el Diccionario de Historia Natural de don José de Viera y Clavijo, por
parte de los directivos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las
Palmas, en estos términos:
José de
Viera y Clavijo: Diccionario de Historia Natural.
Real
Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas. 1866
|
La
obra que con más empeñó e ilusión llevó a cabo Domingo [Déniz] durante su
mandato, fue la publicación del Diccionario de Historia Natural de don José de Viera y Clavijo. El Boletín, en su número 38, informa que en la sesión
del 23 de abril de 1865 ‘el Secretario leyó un proyecto, suscrito por él
mismo, para llevar a efecto la impresión del Diccionario, cuyo proyecto consta
de un presupuesto de gastos, de unas observaciones sobre el mejor modo de
llevar a efecto dicha impresión; de un prospecto para poner en conocimiento del
público las bases de dicha publicación y las condiciones relativas a los
suscriptores; de una modificación a la portada, a fin de que aparezca en ella
tanto el nombre del autor como el de la Sociedad que promueve la impresión; y
por último una introducción, en forma de dedicatoria, a la memoria del autor.
Después de examinado dicho proyecto se acordó aprobarlo, llevándose a efecto la
impresión y publicación de la expresada obra en los términos que en él se
hallan consignados.’
En
otra reunión Déniz hizo presente ... ‘que conserva en su poder un antiguo
grabado que representa al ilustre historiógrafo de estas islas, don José de
Viera y Clavijo, cuyo retrato es ya cosa muy rara en el país, pues de dicha
persona solo cree que exista el que al óleo posee el Ilmo. Cabildo Eclesiástico
sacado a su muerte y una o dos copias que de él se han hecho; que por tanto
juzgaba conveniente que para perpetuar la memoria de la fisonomía de aquel
célebre patricio, se remitiese a Madrid o París dicho grabado para que se
reprodujera de nuevo con el mayor esmero por un hábil artista sacando en papel
el número de ejemplares suficientes para adornar con ellos el Diccionario de
Historia Natural. Se acordó llevar a efecto lo propuesto, sacándose antes
alguna reproducción fotográfica de dicho grabado, por si el que se considera
como original desgraciadamente se llegara a extraviar’.
La obra comenzó a imprimirse en 1866 y se terminó en 1870. Su costo fue de 22.336 reales los 500 ejemplares. Las suscripciones a 131 ejemplares produjeron 10.778 y quedaron en Secretaría, después de regalar algunos a colaboradores y entidades, 321 para ir vendiendo al público.
El
encargado de la edición del libro presentó una Cuenta producida por Domingo Déniz a la Sociedad
de Amigos del País de Las Palmas, por la impresión del Diccionario de
Historia Natural de estas Islas por D.
José de Viera y Clavijo, que fue Aprobada en sesión de 5 de septiembre de 1870
según consta del acta de dicho día y de las cuentas, original que debe obrar en
el archivo de la Sociedad, precioso y preciso documento que se custodia
actualmente en el Fondo José Miguel Alzola, de la Sociedad Cientifica El
Museo Canario, por el que tenemos conocimiento
del importe abonado al grabador por su trabajo:Desde
luego, y como estaba previsto, la edición no resultó un éxito económico, pero
la Sociedad no pensó nunca en lucrarse, sino en prestar un servicio a la
Ciencia y esto, de por sí, ya era suficiente recompensa [27].
‘Por 4.189 reales 86 céntimos grabado en
bronce de los retratos, litografía de la letra del autor y condución [sic]
desde Madrid hasta Las Palmas’.
Pedro de Hortigosa: Facsímile de la letra del autor.
Diccionario de Historia Natural.
Real Sociedad Económica de Amigos del País de
Las Palmas. 1866
|
El artista elegido resultó ser Pedro de Hortigosa,
quien firmó la plancha inserta en la edición de 1866, hecha a partir de una
copia fotográfica del grabado de Carnicero y Fabregat, que interpretó al pie de
la letra. Las noticias que sobre éste grabador tenemos proceden, casi en su
totalidad, de la voz que le dedicó Manuel Ossorio y Bernard [Algeciras,
1839-Madrid, 1904] en su útil y conocida obra Galería de artistas españoles del siglo XIX [28]. Forma parte de
ese contingente numeroso de grabadores cuya biografía se encuentra pendiente de
un estudio riguroso. Nació, al parecer, en Segovia en 1811, y se dedicó
inicialmente a la pintura, bajo la tutela del insigne Vicente López y en las
clases públicas de la Academia de San Fernando. Profesor de la Escuela de
Bellas Artes de Sevilla en 1855, ingresó poco después como académico de número
de la de Santa Isabel, mereciendo ser
nombrado para pasar a Francia con objeto de estudiar los últimos adelantos del
grabado.
Más tarde fue designado grabador de la
Dirección de Hidrografía y de Cámara de S. M., por muerte del académico don
Vicente Peleguer.
Autor de multitud de retratos, en
1866 presentó tres en la Exposición Nacional, uno de ellos, de don Miguel de
Cervantes, que alcanzaron justos elogios.
Los que había realizado con anterioridad de la reina Isabel II, y el general
Espartero, debieron ser conocidos en Las Palmas y quizás esto moviera a los
individuos de la Económica a encargarle la lámina de Viera [29], que es un
limpio, frío y técnicamente impecable trasunto del modelo de que dispuso,
realizado en acero o bronce acerado, con la técnica de talla ordenada o burin rangé.
La Galeria de Canarios Ilustres de Patricio Estévanez y el grabado
de Masí
José Masí del Castillo. José de Viera y Clavijo. 1882. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife
En el verano de 1882 vio la luz, en
Santa Cruz de Tenerife, el primer número de la revista La Ilustración de Canarias, ambicioso proyecto editorial llevado a
cabo por el entonces joven periodista don Patricio Estévanez y Murphy. La
empresa que editaba el periódico justificaba sus intenciones en un editorial
que, por su interés, transcribimos íntegramente:
Maximiliano Lohr [Fotografía Alemana]: Patricio Estévanez Murphy. Ca. 1900. Colección particular. Tenerife |
Es
costumbre establecida en la prensa que toda publicación exponga en su primer
numero cual es su pensamiento y el fin que se propone; y esta costumbre que
algunas veces es una pura fórmula, para La Ilustración de Canarias es de necesidad absoluta, por su índole
especial.
Con
mejor deseo que buena fortuna, y pretendiendo siempre llenar un vacío y
responder a una necesidad hace mucho tiempo sentida en nuestro país, se ha
intentado varias veces realizar empresas como la que hoy acometemos; pero
desgraciadamente el éxito no ha correspondido nunca a la buena intención; pues
no es posible ilustrar un periódico en un país donde, el arte del grabado es,
casi en absoluto, desconocido, no ha podido contarse con recursos para hacer venir
de fuera los grabados. Tampoco contamos hoy nosotros con esos recursos, y si no
tuviéramos de antemano la confianza de que le público ha de corresponder a
nuestros sacrificios, prestándonos su cooperación, en obsequio principalmente a
este país tan poco conocido y tan digno de estudio y admiración, no lo
intentaríamos siquiera.
Nace,
pues, La
Ilustración de Canarias, sin pretensiones
de ninguna especie; pero sin prometer tampoco nada que no pueda cumplir. Si el
público nos honra con su protección y apoya nuestra empresa, procuraremos
corresponder a sus favores mejorando las condiciones de la publicación hasta
ponerla al nivel de las de su mismo género que se publican en España y en el
extranjero.
El
objeto principal que La
Ilustración de Canarias se propone, es
dar a conocer el movimiento intelectual del archipiélago, a cuyo fin se ha
puesto en relaciones con los centros literarios y científicos que en él existen
y que le ayudarán, seguramente, con su valiosísima cooperación a salir airosa
de su empeño; estimulando al propio tiempo las aficiones artísticas de los
isleños, por necesidad muy limitadas hoy, dado nuestro alejamiento de los
grandes centros, y que en lo sucesivo tendrán ya un medio de darlas a conocer,
exponiendo sus estudios a la crítica, que enseña y corrige siempre, cuando se
hace desapasionada y se escucha sin prevención.
Ajena por
completo a las luchas políticas que nos dividen, acogerá gustosa los trabajos,
no sólo de los escritores isleños, cualesquiera que sean sus opiniones, sino de
todos los que, sin haber nacido en el país, lo hayan estudiado y descrito y
quieran honrar con ellos sus columnas, contribuyendo a que se le conozca y se
le aprecie en lo que vale; y, acompañándolos de biografías y artículos
descriptivos, publicará también retratos de los muchos isleños que, en todos
tiempos y en el país o fuera de él, han sabido conquistarse un nombre glorioso
o respetable; y vistas de las poblaciones, monumentos y sitios más notables de
la Provincia.
Hoy,
tenemos necesidad de confiar la ejecución de los grabados que ilustrarán
nuestro periódico, a reputados artistas de Madrid y el extranjero; pero
alentamos la esperanza de que, estimulada con esto la afición de algunos
compatriotas, dentro de poco podrán ser también de hijos del país […].
La
Ilustración de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 15 de julio de 1882.
Año I, núm. 1. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife
|
En la cuarta página del ejemplar, don
Patricio explica pormenorizadamente los inconvenientes con que sin duda tendría
que encontrarse una publicación de la naturaleza de La Ilustración:
Figura
al frente del periódico la graciosa viñeta ejecutada con gran perfección por el
distinguido artista madrileño señor Masi que será nuestro grabador, ínterin no
podamos confiar también estos trabajos, como es nuestro deseo, a hijos del
país; y para cuyo trabajo le sirvió de modelo un dibujo de nuestro buen amigo
Don Ernesto Meléndez, aficionado que, si no padeciera la terrible enfermedad de
la haraganería pudiera ser un verdadero artista, pues disposiciones, habilidad
y buen gusto tiene que le sobran.
Siendo
canaria la publicación, nada más a propósito podríamos haber elegido para que
figurara a su cabeza, que nuestro gigante Teide rodeado de los atributos de las
ciencias, las artes, la industria, la navegación y el comercio, que son, al
mismo tiempo, los temas que con predilección se tratarán en nuestras páginas.
En cada uno de
nuestros números procuraremos reproducir el retrato de alguno de los hombres
que hayan nacido en nuestro país y que bajo cualquier aspecto se hayan hecho
acreedores a la admiración o al respeto de todos los isleños, y así formaremos
una verdadera galería de canarios ilustres que será la primera que se publique
en nuestro país.
Difícil
es hoy, conseguir aquí retratos de personajes que vivieron en los pasados
siglos, lo que nos hace temer que nuestra galería no sea todo lo completa que
deseamos, y aprovechamos la ocasión que se nos ofrece para suplicara todos
nuestros lectores, y con especialidad a las sociedades y corporaciones
patrióticas, que nos faciliten todos aquellos que puedan obtener, o nos
indiquen donde se hallan, para procurarnos copias.
En la página segunda, en carta enviada
al director, le escribía el anciano pero entusiasta promotor de las artes
gráficas, don Pedro Mariano Ramírez, quien como ya quedó dicho, fue el
responsable de la introducción del grabado en madera y la prensa litográfica en
el archipiélago, conocía muy bien las dificultades con las que habría de lidiar
el director de la nueva publicación y le recomendó, como acabamos de ver, que
las ilustraciones fueran realizadas por artistas
acreditados fuera del país:
Poco,
poquísimo valor puede agregar mi pobre concurrencia, al que de ha de tener su
importante periódico por su materia y
por su forma; en la primera, por la ilustración de los escritores que la
tratarán, en la segunda por las condiciones con que ha dispuesto usted
realizarla dándole la perfección y belleza a que ha llegado en nuestros días el
arte tipográfico y el del grabado en madera […].
Y
que la empresa proyectada necesita del estímulo como obra costosa y nueva en el
país, no hay que dudarlo; porque la condición de periódico ilustrado da a su
publicación esa necesidad; pues si bien hace ya algunos años se publicaron en
un periódico literario [La Aurora, en
1847] varios grabados, y después alguno que otro en El Amigo del País, estos grabados, obra de jóvenes aficionados
que revelaban el genio artístico de los isleños, eran sólo un ensayo en el arte
y un accidente en el periódico, no una esencialidad de esas publicaciones como
lo será en La Ilustración de Canarias
y que debe ser desempeñada por artistas acreditados fuera del país.
A pesar de este consejo, Estévanez
intentó cuanto le fue posible que los grabados fueran obra, si no en todo, en
parte, de artistas canarios, y recurrió a ellos con variada fortuna cuantas
veces le fue posible. Apoyó incondicionalmente al dibujante, grabador y
fotógrafo Ernesto Meléndez, al que una temprana muerte impidió que se
convirtiera en uno de nuestros más distinguidos artistas gráficos y que había
grabado el retrato de Ramírez en 1882 para El
Abejón, periódico en el que colaboró habitualmente como caricaturista. El
hecho manifiesto de la predilección de Patricio Estévanez por Ernesto Meléndez,
y que su nombre fuera el único mencionado en la revista, en calidad de
colaborador artístico, ha propiciado que se le considere, erróneamente, como el
autor de los dibujos a partir de los cuales se grabaron los retratos que
exornan las biografías publicadas por La
Ilustración, firmados con el seudónimo Zarza.
La revista se tiraba en la Imprenta y
Estereotipia de José Benítez, en el número 8 de la calle de San Francisco. Un
hijo de este señor, el también excelente impresor don Anselmo J. Benítez,
coleccionista singular de todo tipo de objetos relacionados con las Islas y su
historia, fundó el Museo Villa Benítez, parte de cuyos fondos, particularmente
los documentales, pasaron a engrosar a su muerte los de la Biblioteca Municipal
de Santa Cruz de Tenerife, donde se conservan los restos de aquella hermosa empresa editorial. Las pruebas de los
grabados enviadas desde Madrid; algunas reproducciones fotográficas de retratos
utilizadas para hacerlos, así como tres dibujos originales realizados con el
mismo fin. Entre estos se encuentra uno firmado por E. Meléndez, de Juan de
Iriarte; otro que figura al general Morales, obra de Pedro Tarquis y por último
el de don Pedro Agustín del Castillo, cuyo autor fue su descendiente, el pintor
don Juan del Castillo Westerling.
La cabecera de la revista, que sabemos
positivamente es obra de Ernesto Meléndez lleva, como la mayor parte de los
grabados que la ilustran —exceptuando
los clisés que fueron tomados de otras publicaciones— las firmas de Zarza y
Masí y debemos considerar a estos, Eusebio Zarza y José Masí del Castillo, como
los autores materiales de las xilografías, independientemente que fueran hechas
por dibujos de Meléndez, Tarquis, Castillo o, sencillamente, a partir de copias
fotográficas.
El primero de los retratos publicados en
La Ilustración fue el de don José de
Viera y Clavijo y está firmado por el ya citado Masí, figurando en la parte
inferior izquierda del mismo las iniciales AR que, nos aventuramos a creer,
pueden responder al nombre y apellido de otro excelente dibujante, Alejandro de
Riquer, por cuyos originales fueron grabadas multitud de maderas en aquella
fecha. No hemos encontrado en el Fondo Benítez ninguna reproducción fotográfica
del grabado de Carnicero y Fabregat, por lo que consideramos posible que les
fuera enviado a estos autores un ejemplar del de Hortigosa, del que circulaban
abundantes copias en las islas, tras ser estampado en 1886, como ya se dijo.
Notas
[1] VV. AA: Arte en Canarias [Siglos XV al XIX]. Una mirada retrospectiva.
Gobierno de Canarias. Madrid, 2001.
[2] El
escultor segoviano Alejandro Carnicero Miguel [1693-1756] casó en cuatro
ocasiones. Hijo de su primer matrimonio con Feliciana Ximénez Montalvo nació
Gregorio [1725-1765] que, como su progenitor, fue también escultor. Del
segundo, con Manuela Leguina, fue hijo Isidro, que compartió con su padre y
hermano la dedicación a la escultura y vino al mundo en Valladolid en 1736.
Casó Alejandro Carnicero por tercera vez con Manuela Mancio o Amancio y fueron
padres de Antonio [1748-1814] —pintor, dibujante y grabador— el más conocido de
los miembros de esta saga de artistas. Con Ana Santos, su última esposa, tuvo a
José, nacido en 1751. Isidro Carnicero, discípulo de su padre y de la junta
preparatoria para la fundación de la Real Academia de San Fernando, viajó
pensionado a Roma en 1757. Obtuvo varios premios y fue nombrado académico de
mérito y director general de Escultura en la de San Fernando. Sus dibujos
fueron grabados en diversas ocasiones y algunos de ellos ilustraron importantes
obras editadas en su época. Para un mejor conocimiento de su biografía, véase:
Albarrán
Martín;
Virginia: “Isidro Carnicero. Su relación con la Academia de Bellas Artes de San
Fernando”. Anales de Historia de Arte.
2005. Número 15, pp. 219-245.
Martínez
Ibáñez,
María Antonia: “Isidro Carnicero Leguina. Director de Escultura de la
Academia”. Boletín Academia. Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid, 1989. Numero 69, pp. 399-414.
VV. AA.: Antonio Carnicero 1784-1814. Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 1997.
[3] Vega, Jesusa: Ciencia,
Arte e Ilusión en la España Ilustrada.
Consejo Superior de
Investigaciones Científicas. Ministerio de Ciencia e Innovación. Ediciones
Polifemo. Madrid, 2010.
[4] Hernández Gutiérrez, A. Sebastián: Josephus Viera y Clavijo presbyter canariensis. Gobierno de Canarias.
Ayuntamiento de Los Realejos. Santa Cruz de Tenerife, 2006.
[5] Viera y Clavijo, José: Memorias
de don José de Viera y Clavijo, arcediano de Fuerteventura e insigne
historiador de las Islas Canarias, reimpresas con motivo de la inauguración de
su busto en El Realejo Alto, el día 28 de agosto de 1927. Imprenta Orotava.
Carrera, 24. Orotava. Tenerife.
[6] Ibídem.
[7] Vega, Jesusa: Ciencia,
Arte e Ilusión en la España Ilustrada… Véase también: Viera y Clavijo, José: Diario de viaje desde Madrid a Italia. Edición,
introducción y notas de Rafael Padrón Hernández. Instituto de Estudios Canarios.
La Laguna de Tenerife, 2006; Viera y
Clavijo, José: Correspondencia.
Manuscrito. Biblioteca de la Universidad de La Laguna.
[8] Cruz Cano y Olmedilla, Juan de la: Colección de trajes de España, tanto antiguos como modernos, que
comprehende todos los de sus dominios, divida en dos Volúmenes con ocho
cuadernos de a doce estampas cada uno. Dibujada y grabada por D. Juan de la
Cruz Cano y Holmedilla, geógrafo pensionado de S. M. e individuo de las Reales
Academias de S. Fernando y Sociedad Vascongada de los Amigos del País.
Madrid, 1777-1788.
[9] Vega, Jesusa: Ciencia,
Arte e Ilusión en la España Ilustrada… Véase también: Viera y Clavijo, José y Tomás de
Iriarte: Dos viajes por España.
Edición, introducción y notas por Alejandro Cioranescu. Biblioteca de Autores
Canarios. Aula de Cultura de Tenerife. Instituto de Estudios Canarios. Madrid,
1976.
[10] Pedro
Lozano dibujos.
[11] Joaquín José Fabregat
[Torreblanca, Castellón, 1749-México, 1807], dibujante y grabador, estudió
inicialmente en la Academia de San Carlos de Valencia y, en 1772, obtuvo el
premio de grabado en la de San Fernando, que le nombró miembro supernumerario
dos años más tarde. En 1788 viajó a México con el fin de tomar posesión de su
plaza de director de la Academia de San Carlos, y falleció en su ciudad capital
el 6 de enero de 1807. Véase: VV. AA.: Fernando
Selma. El grabado al servicio de la cultura Ilustrada. Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando. Fundación “la Caixa”. Madrid, 1993.
[12] Véase: Zamora Lloret, Josefina. Estudio sobre La Aurora, semanario de
Literatura y de Artes [1847-1848]. Ediciones Nuestro Arte. Las Palmas de
Gran Canaria. 1979.
[13] Padrón
Acosta, Sebastián: Retablo Canario
del siglo xix. Biblioteca de
autores canarios. Edición, notas e índices por Marcos G. Martínez. Aula de
Cultura de Tenerife. Instituto de Estudios Canarios. Santa Cruz de Tenerife,
1968.
[14] Ídem.
[15] Un sucinto inventario de su
labor como xilógrafo comprendería los siguientes trabajos:
En La Aurora [1847-1848].
—Luchadores. Núm. 3. 19 de
septiembre de 1947, p. 21.
—Bailador de tango. Núm. 4. 26 de
septiembre de 1847, p. 28.
—H. Nelson. Núm. 6. 10 de octubre
de 1847, p. 44.
—Don Juan [sic] Antonio Gutiérrez. Núm. 7. 17 de octubre de 1847, p. 51.
—Quehebí Bencomo. Núm. 10. 6 de
noviembre de 1847.
—Don Bartolomé Cairasco de
Figueroa. Núm. 15. 28 de noviembre de 1847, p. 100.
—Fachada del nuevo teatro. Núm.
25. 6 de febrero de 1848, p. 181.
—Don José de Viera y Clavijo.
Núm. 32. 9 de abril de 1848, p. 149.
Escudo de Canarias, en Viera y Clavijo: José de: Noticias de la Historia General de las Islas
Canarias. Imprenta y litografía Isleña de don Juan N. Romero. Santa Cruz de
Tenerife,1863.
Letras capitulares: Tomo IV: Letra A, p. 193, firmada; Letra E,
firmada, p. 305; Letra C, p. 456.
En
Pizarroso Belmonte, Carlos: Tenerife.
Breve noticia histórica para servir de Guía durante la visita a dicha isla con
que la honran S. M. el Rey D. Alfonso xiii
y su ilustre séquito en este año de 1906. Tipografía Benítez. Santa Cruz de
Tenerife, 1906, pueden verse, de nuevo estampados lo siguientes grabados:
—Bencomo, rey guanche.
—Horacio Nelson.
—Don José de Viera y Clavijo.
El libro carece de paginación.
—Varias ilustraciones en El Instructor y recreo de las damas.
Erróneamente le ha sido atribuida
la autoría del grabado que ilustra la cubierta del folleto que, con motivo de
la Inauguración del cable telegráfico de
Cádiz á Tenerife. 6 de diciembre de 1883, fue impreso por la Litografía
Santa Cruz de Tenerife, y está firmado en el ángulo inferior izquierdo: A. C.
Romero, iniciales que corresponden al nombre del auténtico artífice, don Ángel
Custodio Romero, fundador de la imprenta que aún lleva su nombre en Tenerife.
Véase: Estévez, Leandra: La Estampa en Canarias: 1750-1970.
Repertorio de autores. Casa de Colón. Servicio de Publicaciones de la Caja
General de Ahorros de Canarias. El Rosario. Tenerife, 1999.
[16] Padrón Acosta, Sebastián: Retablo Canario…
[17] Apcll: Libro xxxiv
de Bautismos, f. 35 v. Nació el 25 de enero de 1829 y fue bautizado el 31
inmediato con los nombres de Cirilo Juan de la Concepción.
Don Nicolás Romero Delgado, hijo
de don Benito Romero y Padrón [o Melián] y de doña Ana Delgado Amador, fue
bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de La Laguna, el
día 17 de abril de 1802 [Libro xxviii
de Matrimonios, f. 26v]. Doña Catalina Hernández del Castillo tuvo por padres a
Domingo Hernández del Castillo, bautizado en la citada parroquia el 18 de junio
de 1752 [Libro xix
de Bautismos, f. 136r] y a María de los Santos Delgado, que recibió el citado
sacramento en la misma iglesia parroquial el 7 de noviembre de 1751 [Libro xix de Bautismos, f. 113v].
[18] El Eco del Comercio. Santa Cruz de Tenerife, 19 de abril de 1852 y La Fe. Santa Cruz de Tenerife, 22 de
abril de 1857.
[19] El Guanche. Santa Cruz de Tenerife, 3 de julio de 1865.
[20] La Libertad. Santa Cruz de Tenerife, 14 de octubre de 1868 y El Progreso de Canarias. Santa Cruz de
Tenerife, 15 y 26 de octubre de 1868.
[21] Boletín Oficial de la
provincia de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1 de enero de 1873.
[22] La Ilustración de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 15 de agosto de 1882.
[23] Diario de Tenerife. Santa Cruz de
Tenerife, 15 de julio de 1891.
[24] Diario de Tenerife. Santa Cruz de
Tenerife, 11 de junio de 1894.
[25] Parroquia
auxiliar de San Francisco. Libro xxxiv,
f. 89. El Tiempo. Santa Cruz de Tenerife, 27 de octubre de 1909.
[26] Vizcaya Cárpenter, Antonio: Tipografía canaria. Instituto de Estudios Canarios. Excmo. Cabildo
Insular de Tenerife. La Laguna de Tenerife, 1964.
[27] Alzola, José Miguel: Domingo Déniz Grek [1808-1877].
Ediciones El Museo Canario. Madrid, 1961.
[28] Ossorio Bernard, Manuel: Galería
de artistas españoles del siglo xix.
Ediciones Giner. Madrid, 1975.
[29] Lista de retratos de
Hortigosa.
[30] Casado Cimiano; Pedro: Diccionario
biográfico de ilustradores españoles del siglo xix.
Ollero y Ramos Editores. Madrid, 2006.
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