Cirilo Suárez Moreno [1903-1990]
Dibujante e ilustrador gráfico
Segundo
de los hijos que tuvo de su matrimonio con María de la Soledad Moreno Benítez
el pintor Francisco Suárez León, nació Cirilo Suárez Moreno en Las Palmas de
Gran Canaria, el día 2 de marzo de 1903 [1]. Aprendió con su progenitor los
rudimentos del arte, particularmente el Dibujo, en el estudio que el artista
había dispuesto en la azotea de su casa situada en una calle próxima a la plaza
del Pino, estancia que ambos compartían [2].
En 1918, año en que comenzó su larga y fructífera
andadura la Escuela Luján Pérez, a solicitud de un amigo suyo, a la sazón
alumno del citado liceo, Cirilo Suárez visitó a Juan Carlo, con la intención de
ingresar en ella, para lo cual fue examinado por Nicolás Massieu y Falcón,
quien quedó sorprendido de la habilidad natural que manifestaba aquel joven
quinceañero para el dibujo. Compartieron su entusiasmo por la destreza
artística de Cirilo, el pintor Néstor Martín Fernández de la Torre, el
arquitecto Enrique Cañas y Eladio Durán, de quienes recibió enseñanzas.
Tres años más tarde pintó el retrato del profesor
Baltasar Champsaur que se conserva en El Museo Canario y esbozó el del poeta
Félix Delgado, al grafito con toques de clarión; realizó su primera y única
exposición individual en el Círculo Mercantil de Las Palmas de Gran Canaria e
ilustró un libro de su tío Sebastián Suárez León, titulado El alma de los
niños, poemas infantiles, con palabras preliminares de Arturo Sarmiento, que
fue impreso en la tipografía del Diario.
La enriquecedora
participación de Cirilo Suárez en diversas labores de edición y artes gráficas,
a lo largo de su carrera durante la mayor parte del siglo XX, merece un estudio
meticuloso que pretendemos acometer en próximas fechas, limitándonos a señalar
en este algunas de las publicaciones que cuentan con su colaboración artística
y, particularmente, la realización de los retratos a pluma que conforman la
colección de tarjetas —cigarette cards—, editada por Cigarrillos Cumbre, en la
que figura entre otros muchos el de don José de Viera y Clavijo.
Poco después, en 1924,
firmó el excelente retrato —dibujado también con grafito y clarión— de su amigo
Mariano Utrera y Cabezas, hijo de los condes de Zamora de Riofrío, que figura
en el frontispicio del libro primero de su Historia de Canarias, obra para la que
también realizó en tinta un ex libris mitológico-heráldico en el que aparecen
la musa Clío, el escudo de Canarias y el volcán Teide en un óvalo que lleva el
mote: Ave divina Clío historiae lumen, impreso, probablemente ese mismo año, en
los talleres de la citada tipografía Diario de Las Palmas. Para el segundo
volumen de Pro-Cultura, biografías de personalidades contemporáneas que más han
contribuido al progreso intelectual, material y artístico de Canarias, de José
González Rodríguez, diseñó la cubierta y aportó el retrato del autor, de
similar técnica y características, a los anteriormente citados, que rubricó en
1926. El libro, en cuya portada consta que fue editado en la tipografía
Sarmiento ese año, lleva en cubierta la data de 1927, quizás porque fue en esta
última fecha cuando se acabó de encuadernar y se puso a disposición del
público.
La prensa de las Islas
comienza entonces a ocuparse del novel pintor y son varios los escritores que
le muestran su apoyo particular y no dudan en solicitar otros de carácter
público con el fin de obtener los recursos que permitieran al artista continuar
su formación. El primero de ellos fue Carlos Medina de Matos, abogado
originario de la villa de Arucas, que con el tiempo sería autor de varias
publicaciones [3]:
El Artista
A mi querido amigo el notable pintor Cirilo Suárez Moreno, en prueba de admiración.
Era una de esas mañanas en que las nubes interpuestas entre el Firmamento y la Tierra nos cubren de un manto que entristece y nos vuelve melancólicos, y en esta mañana, mis pasos se encaminan al histórico parque de San Telmo —mi paseo matinal antes de empezar la lucha cotidiana— y entre sorbo y sorbo de café evoco épocas pretéritas y espero que el tiempo descifre mis ilusiones... Sólo el busto de Tomás Morales, bañado por la débil luz del astro de la Vida, parece estar contento en la soledad de la mañana, mientras que el mar con sus furiosas embestidas contra la prolongación del parque, quiere como reclamar lo suyo, robado por el genio de los hombres.
Indiferente a lo que a
su alrededor acontece, un matrimonio indio, en cuyos semblantes bronceados se
nota la nostálgica huella del país lejano, quizás desorientados cual avecillas
del extraviado nido, descansa junto al busto del gran Morales y el poeta parece
que recita consolándoles, y llega a mis oídos la divina oración de su
prodigiosa sensibilidad...
¡Vendedores
de rostros apostólicos,
que
llevan en la boca una oración
y
en los rasgados ojos melancólico
una
mirada de resignación!
...Extasiado en la
contemplación de este cuadro, no noto la llegada de un artista, uno de esos
seres que —según dijo Larra—, reciben del cielo la sensibilidad como primera
condición de la existencia. Un joven de regular estatura, delgado, vestido con
sencillez, de trato afable y simpático frente ancha y noble, de semblante
dolorido y de mirar penetrante, cabeza majestuosa que los sufrimientos
salpicaron de hilos de plata abrumadora en horas de cruel y ansiada vigilia,
presentando el aspecto resuelto y firme un poco triste, de las esculturas paganas...
...Charlemos; me cuenta
sus ilusiones. ¡Oh sus grandes ilusiones!
— Pienso —me dice—
hacer una exposición de mis cuadros en Tenerife; pero temo que me hagan el
vacío…
¡Pobre artista que
luchas por tu ideal!... Lo animo. En Tenerife —le dije—sabrán apreciar tu arte
y como vales porque lo has demostrado, triunfarás. En Santa Cruz hay varías
sociedades que te prestarán sus salones, y en La Laguna un Ateneo foco de
cultura, honra de la ciudad de los Adelantados, que por desgracia no tenemos en
Gran Canaria...
Me despido del pintor
que triunfó en la exposición del Mercantil de Las Palmas y la crítica preconizó
un predestinado del Arte, pero hasta ahora sin apoyo de los centros oficiales
sordos a la voz del progreso....
Pero sería, sin duda
alguna, el poeta y periodista Juan Sosa Suárez [1903–1972], el amigo que más
afectuosos y justos alientos diera al artista, analizando su obra en artículos
de talante pedagógico concebidos desde perspectivas casi insólitas, si
consideramos el momento en que fueron escritos y el público al que estaban
dirigidos. Uno de estos comentarios, quizás de los primeros en que analizó su
obra, vio la luz en El Progreso de Santa Cruz de Tenerife, el 21 de diciembre
de 1927:
Cirilo Suárez, ese
inteligente artista del lápiz, acaba de brindarnos su segundo cuadro de
pintura.
De la ejecución
afortunada del primero —Retrato de don Baltasar Champsaur— a este último, ha
transcurrido cerca de dos años. En tan corto tiempo la penetración pictórica de
este artista ha mejorado notablemente.
Fiel al retrato,
característica más destacada de Cirilo Suárez en los albores de su oficio, la
obra que acaba de exponer señala una desviación de aquella. No parece seducirle
ya tanto la perfección de ejecución, la íntegra y acabada delineación, lo
externo en una palabra, sino que, por el contrario, busca con ahínco los
efectos de luz y color que hagan vibrar las figuras, dotándolas de contenido
vital y palpitante. Bien es verdad que el motivo del cuadro difiere del
primero. En aquel el color juega un papel principal. Pero con todo se advierte
la variación pictórica, el nuevo encauzamiento.
Hubo un tiempo en que a
Cirilo se le tachó de académico, en su sentido retrospectivo. Sus dibujos no
eran, a juicio de algunos, sino meras fotografías. Sin negar su habilidad de
retratista, nunca acaté aquel juicio de modo absoluto. Presentí que Cirilo
llegaría, a fuerza de estudio y trabajo a lograr obras de mayor validez, más
intensivas en expresividad. Y lo ha conseguido en Patio de los naranjos a pleno
sol, que acaba de exponer, destácase la nueva virtud adquirida. Al artista no
preocupa ya la máxima consecución del parecido de lo objetivo, la exacta
representación de la imagen, sino o sustancial, lo vivo, lo expresivo. Así el
cuadro nos muestra una obra magnífica en cuanto a color luz y perspectivas.
Cirilo es ya algo más que un dibujante hábil.
Lo que en verdad nos
alegra de este artista, admirando su obra, es la variación operada en su
personalidad. Sin volver grupas por completo a lo que dio en llamarse su
academicismo, inicia la entrada a un mundo nuevo de la pintura. La corriente
modernista parece seducirle y se orienta al impresionismo, pero a un
impresionismo puro, de valor transcendental, y no a ciertas modalidades
pomposamente llamadas impresionistas de algunos pseudoartistas de la pintura
fracasadas a falta de contenido valorativo que las haga perdurables
Ante el cambio operado
en el artista, cabe preguntarnos: ¿Habrá acatado Cirilo aquella máxima de
Seroff: el mal consiste en que nuestra juventud huyendo del academicismo,
descuida su oficio...? Por que no parece sino que el artista ha pretendido lo
primero, sin caer en lo segundo en el descuido del oficio Y así es. Cirilo no
falsea jamás su arte. Es un copista excelente de lo real al modo de los amantes
de la escuela de Manet. La naturaleza se refleja exacta en sus lienzos, como
ella es, con sus matices, sus latidos, sus formas, limpia de amaneramientos
desnaturalizadores, Y si en esto consiste su academicismo, habría que decir:
divino vicio.
La obra expuesta
agiganta la personalidad de Cirilo Suárez. Pero aun el artista nos reserva
frutos más sazonados que, sin duda, no se harán esperar.
Finalmente, en 1929, el
Cabildo de Gran Canaria, presidido por don Laureano de Armas Gourié, lo
pensionó para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Madrid y es de nuevo su
amigo Juan Sosa, conocedor por su fraternal intimidad del carácter apocado del
artista quien, en un entrañable artículo pleno de buenas intenciones, intentará
convencerle de su propia valía, animándolo a emprender con decisión —alejando
cualquier duda sobre su extraordinaria capacidad— la nueva y apasionante etapa
que la fortuna ponía en su camino:
Hablemos hoy de arte,
o, más estrictamente, hablemos de un artista.
El dibujante
aprovechado, inteligente, acabado, que hay en Cirilo Suárez emprenderá, dentro
de breves días, su escapada a la corte, a Madrid. Va allá, donde todos, todos
al parecer, triunfan, donde todos ganan el palmito de la gloria. Bien es verdad
que de cuantos jóvenes optimistas, animosos arriban a Madrid a bregar en
materias de arte, pocos son los que logran, a la larga, descollar. Otros, acaso
los más, se hunden, se pierden para siempre. Por falta de espaciosidad de
disposiciones; o de medios, de recursos para la lucha.
Cuántos artistas
primerizos, cuántos meros aficionados emprenden el camino de Madrid, portadores
de un tesoro de proyectos, de ilusiones para lo porvenir y no vuelve a saberse
de ellos más. Cuántos fracasan, a mitad de la empresa, sin llegar ni siquiera
aproximarse a la muralla ansiada.
Y por el contrario,
otros, llegan, laboran, trabajan y se imponen. Conquistan un puesto, un nombre,
una personalidad. Dan que hablar. Atraen la atención de unos, el interés de los
más. Son, precisamente, los que, con algo en el cerebro y en el corazón,
hicieron su entrada en la villa del arte y acrecieron luego sus facultades tras
una provechosa y consecuente gestión artística.
Así, cuando un amigo
nuestro iluso, optimista, con el alma colmada de planes, nos anuncia su
escapada a Madrid a imponerse, a hacerse un artista, nuestro mundo afectivo se
nos estremece ante la incertidumbre, ante la duda que nos abre la marcha del amigo ¿Triunfará?¿Logrará hacerse valer?¿O, por el contrario, se vendrá a tierra con todo su
fardo de ilusiones, de proyectos, de sueños… ?
Empero, no siempre la
incertidumbre, la duda prende en nosotros. Alguna vez como en el caso de Cirilo
Suárez, nuestro espíritu se torna optimista, esperanzado. Las cualidades
artísticas de este dibujante son tan conocidas, tan acusadas, tan
destacadamente ciertas que aquella incertidumbre cede bajo la presión de
nuestro seguro convencimiento,
de nuestra íntima convicción. Una convicción cabal, firme, plena. Consecuencia,
claro está, de haber seguido paso a paso y día a día la labor del amigo, la
labor de arte del amigo, mejorada, acrecida a lo largo de años de buen aprendizaje.
Acaso en todo Canarias
no haya un dibujante de la talla, de la maestría, del conocimiento de Cirilo
Suárez. Su línea es segura, esbelta, se puede decir perfecta. Sus retratos son
verdaderas maravillas de ejecución. Frente al modelo no hay, es casi seguro, en
nuestras islas un dibujante que logre como él el parecido, la cabal semejanza
entre la obra y el modelo. ¿Es Cirilo un simple copista, un mero retratista?
¿Lo quiere ello decir? No. En su obra hay inventiva, carácter, creación.
Personalidad en una palabra. Pero Cirilo no se afilió nunca a escuela de arte
alguna, trabajó siempre reproduciendo fielmente cuanto se ofrecía a sus ojos. Y
su carácter, algo rezagado, no actuó como debió actuar. Se destaca en sus obras
más la maestría, la habilidad de su mano que su propio temperamento. De ahí lo
acusado de su academicismo, academicismo del que,
afortunadamente, el artista se ha sacudido y ya se inicia, con suerte, con
pleno logro, en la verdadera obra de arte, en aquella que plasma nuestro mundo sensitivo,
psíquico, temperamental, y no el puramente objetivo, lo externo y ajeno al
tamiz de nuestras sensaciones.
Pero, si bien en el
lápiz y en el aguafuerte, Cirilo no ha desplazado, del todo, el lastre de sus
cualidades primigenias, iniciales, en el color se nos revela muy otro. Ya
descuida un tanto la línea, lo geométrico y formal para captar los efectos de
luz, el mundo invisible que anima a cada cosa, a cada objeto. A su modo es, sin
proponérselo, impresionista, si bien su impresionismo no tiene nada de esta o
aquella tendencia conocida,
ensayada. Pero en su nuevo campo, el dibujante de que hablamos ha ganado mucho.
El color —tan difícil, tan poco asequible— está bien empleado en sus cuadros,
bien sentido. Y ello dice mucho.
Hace bien, muy bien
Cirilo Suárez al emprender la ruta de Madrid, Allí, en un ambiente nuevo,
teniendo a mano maestros, revistas de arte, museos, puede trabajar, estudiar
con verdadero provecho. El porvenir pues le abre un nuevo ciclo de vida y de trabajo.
El porvenir le es bien grato. Llegue Cirilo Suárez a Madrid y encamine sus
pasos a los museos de pintura y nútrase de la enseñanza de los verdaderos
maestros. Estudie, beba, ahonde en los lienzos inmortales de Murillo,
Velázquez, y Zurbarán sin desechar tampoco lo nuevo, lo reciente y positivo, y
su triunfo y su formación serán seguros. Porque le sobran conocimientos y
arrestos para ello [4].
El próximo lustro resultará primordial en la formación de
Cirilo Suárez. Continuando en la línea de sus labores como artista gráfico, en
1930 dibuja un ex libris para la edición de Frutos tardíos de José Rial, libro
que contó con una hermosa cubierta obra de Ángel Johan. Dos años más tarde
obtiene una segunda medalla en el Salón de Otoño de Madrid, en el que había
participado exponiendo un retrato del escultor Abraham Cárdenes y, al
siguiente, gana la primera medalla en el mismo certamen, con el cuadro
Alfareras de La Atalaya, galardón que contribuyó a que se le nombrada miembro
de honor de la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid. Pinta también en
esta fecha el excelente retrato de su padre que conservan sus descendientes. La
estancia en la capital de España toca a su fin y regresa a Las Palmas en 1934
con la promesa, por parte del Cabildo Insular de Gran Canaria, de concederle
una beca extraordinaria de ampliación de estudios en París y Florencia, ayuda
que nunca llegó a percibir [5]. Fechado en 1933 fue el excelente retrato de su
padre, una expresiva cabeza al óleo, de pincelada certera y suelta, que conservan
sus familiares.
Francisco Suárez
León.
Cirilo Suárez Moreno
|
Plenamente integrado en el ambiente culto de La Palmas,
es requerido constantemente para retratar a sus integrantes. En compañía del
joven Patricio Pérez Moreno y otros destacados miembros del estamento
intelectual y artístico grancanario visitan, en el invierno de 1935, al célebre
escritor don Francisco González Díaz, que vivía retirado en el bucólico
pueblecito de Teror. Don Francisco, considerado acaso como el mejor de los
literatos canarios del momento, posó para Cirilo Suárez durante la entrevista
que tuvo lugar en el hotel donde residía:
Rumbo a Teror. Un grupo
de amigos [el poeta Montiano Placeres, el recitador señor Suárez León, Federico
Sarmiento, director de España Nueva; el compositor y pianista Manolo Peñate, el
laureado pintor Cirilo Suárez y el que estas líneas escribe] nos dirigimos, en
embajada de afecto y de admiración, a visitar en su apartado retiro al ilustre
maestro de las letras canarias Francisco González Díaz.
A medida que el auto va
tragándose la distancia que nos separa de la villa, una extraña emoción, mezcla
de ansiedad temerona y de exaltada alegría, me invade.
Voy a conocer
personalmente al admirable escritor de tantas crónicas; voy a estrechar la mano
que ha trazado tan singulares conceptos y tan originales frases; voy a oír, por
vez primera, la voz que ha mantenido en admirativa suspensión a numerosos
públicos, y que ha sabido hacer juntar, en espontánea demostración de júbilo y
de fervorosa-solidaridad espiritual a incontadas manos.
De mi emotivo
ensimismamiento me saca una aguda frase de poeta Montiano Placeres. Mis
compañeros, pródigamente, lapidan el espacio con un alud de conceptos, de
chistes, de encontradas apreciaciones sobre las cosas y sobre los hombres. Y
sus expresiones ruedan, se pierden sobre las llanuras, sobre los montes; se
refugian en estos deliciosos rincones tapizados de verdor, que surgen a nuestra
marcha.
Teror. He aquí el
término de nuestro viaje. Unos minutos de espera en el Hotel que alberga a
González Díaz, y, al fin, la austera figura del maestro avanza hacia nosotros.
Unos saludos plenos de cordialidad. Unas presentaciones [la de Cirilo y la mía]
y la charla amical rota bajo este cielo de luz difusa, en la tarde gris y
silenciosa. Mientras, de la diestra mano de Cirilo que castiga la cartulina con
trazos rápidos, los rasgos del maestro aparecen paulatinamente. Yo, con asombro
y regocijo infantiles, voy comprobando la identidad con el original.
Se habla ahora de arte.
Más tarde Suárez León nos informa de sus recientes andanzas por tierras de
Castilla. Y surge el agudo comentario acerca del carácter matritense.
De improviso, sobre la
paz del atardecer, resbalan las notas melancólicas de unas campanitas....
—Parece que nos
hallamos en un convento...—ha dicho alguno de nosotros.
Y en efecto: la
sensación es la misma. Por un momento quedamos silenciosos y el encanto de esa
vida apartada del mundano aturdimiento, se apodera de nuestro espíritu.
Pocos trazos más y el
boceto de González Díaz, destinado a exornar la página de España Nueva que
Sarmiento piensa dedicarle, se ofrece a nuestras miradas.
Hay unas palabras del
maestro, de aliento y de gratitud, que Cirilo recoge devotamente.
Luego, versos de
Montiano que expresados por Suárez León adquieren todo su valor emocional. Y
música. El piano, acariciado por las manos de Peñate, pone un bello colofón armónico
a los instantes de arte puro que nos ha hecho vivir nuestro gran recitador.
El maestro habla ahora
de sus proyectos literarios. Nos da la buena nueva de la próxima aparición de
un libro de versos, y ya en ese momento en que el día desfallece en su lucha
con la noche, nos lee dos bellísimos artículos y una bien lograda traducción de
La noche, de Musset.
La charla se reanuda y
atentamente, escuchamos unos buidos comentarlos de González Díaz acerca de la
personalidad y de la obra de Benavente.
Después, sabrosas
anécdotas, que a hora de la partida interrumpe.
Hasta el coche nos
acompaña, galantemente, el autor de Pasionarias. Un cordial adiós con la
promesa del retorno, y en marcha otra vez hacia Las Palmas.
Mientras la radio del
auto inunda da armonías el espacio, en un hondo silencio, henchido de emoción y
de recuerdo, nuestra alma descansa... [6].
Funda posteriormente
con Abraham Cárdenes las llamadas Academias Municipales, en las que dirigió la
sección de Dibujo. En opinión del historiador Javier Campos Oramas, se
distinguían estas academias, de la Luján Pérez, en ser más clásicas su
metodología y modelos. Eran preferidas por aquellos jóvenes que querían
ingresar en la Escuela de Bellas Artes en Santa Cruz de Tenerife [7], y en
1937, ya en plena guerra civil, fue designado profesor de Dibujo y Pintura de
la Escuela Moderna de Las Palmas, nombramiento que fue pomposamente anunciado
en la prensa [8].
La bien ganada fama, siquiera local, toca a su puerta,
pero el artista prefiere mantenerse al margen de cualquier tipo de halagos,
empeñado únicamente en el ejercicio cotidiano y tenaz del arte, que comparte
generosamente con sus alumnos enseñándoles los secretos de la técnica. Ese
mismo año dibuja y dedica a su amigo el coleccionista Francisco Martín Vera su
retrato al grafito que se conserva, en la actualidad, en la Casa de Colón.
Francisco Martín Vera. Cirilo Suárez Moreno |
La revista Canarias, de Buenos Aires, en el ejemplar que
lleva fecha del primero de julio de 1939, pocos meses después de acabar la
contienda fratricida, inserta una crónica firmada por Andrés de las Casas
Casaseca, periodista palmero que usaba el seudónimo Pedro del Valle, en la que
da cuenta de los logros alcanzados por el pintor, haciendo especial hincapié en
su etapa madrileña de formación:
Gran
colorista. Sus paisajes exhibidos en el Salón de Otoño, en Madrid, merecieron
juicios críticos muy favorables de la crítica, destacándose desde los primeros
trabajos que expuso, como una verdadera esperanza del Arte Pictórico.
Más tarde, con su
cuadro Alfareras de la Atalaya, y El gigante de la cosecha, Cirilo Suárez, ha
robustecido su personalidad artística, apareciendo no ya como una posibilidad
alentadora, sino como una realidad plena de inspiración y de maestría.
Lo mismo en sus
aguafuertes, que en sus retratos al óleo, igual que en sus dibujos a pluma, y
en sus admirables rincones de Vegueta, que con tanto acierto ha tratado, el
artista se nos muestra como un formidable dibujante, captador de la línea y del
echizo del colorido. Sus tipos canarios en los dos estudios que antes he indicado,
revelan una suspicaz observación y un perfecto equilibrio al llevar al lienzo
la vida y el aliento que comprende. Los personajes de El gigante de la
cosecha —sépase que la pensión de hambre
que disfrutó Cirilo Suárez no le alcanzaba para tener modelos—, están animadas
de ese soplo vital que el artista sabe imprimir a toda obra maestra: Expresión
actividades, movimientos, armonía en el conjunto, belleza de colorido…Todo
responde a una feliz concepción realizada dentro de normas de plasticidad y estética,
admirables.
Cirilo Suárez, ha
sabido, pues, por sus propios méritos y grandes condiciones, colocarse siempre
en lugar preeminente. Si algún defecto tiene, es ser demasiado modesto. Pero,
que el no diga nunca de sus obras, lo dicen ellas misma pregonando la valía
indiscutible de quien sabe arrancar a su paleta el secreto de la vida,
envolviendo en el trozo y el color su vibración y su magnitud.
Es lo sorprendente en
este muchacho que igualmente merece cálidos elogios cuando se nos muestra como
paisajista, que cuando cultiva el retrato, una de las maneras más difíciles y
ásperas que ha de vencer el pintor.
La justeza expresiva de
la línea corre pareja con el colorido afortunado, y la certera expresión que
pone en sus obras, y de ahí, ese maravilloso conjunto que logra, donde el más
completo verismo avalora, y prestigia su esfuerzo.
Un viaje al continente
vecino en 1940, concretamente a los territorios del África Occidental española
de Cabo Juby y el recientemente ocupado de Sidi Ifni, cuya capital se
encontraba en los inicios de su expansión urbanística, le facilitó interesantes
modelos y paisajes exóticos que reflejó impecablemente en sus telas. A su
vuelta expuso, en 1942, con el escultor José de Armas Medina, en una salas del
Cabildo Insular. De este año son también un magnífico retrato de su padre
realizado, como era habitual en su producción dibujística, al grafito con
toques de clarión y, de 1942 otro del rapsoda Antonio Martín Ramos, de similar
técnica.
Francisco Suárez León. Cirilo Suárez Moreno |
El año siguiente
participa en la Exposición Provincial de Bellas Artes celebrada en El Gabinete
Literario. El cronista, que se oculta bajo las siglas S. D. de R., escribe en
la prensa:
Apuntes de una
exposición. Cirilo Suárez Moreno.
Porque si no estaría
mal, ha enviado un cuadro a la exposición: el retrato, espléndido, de la joven
señora Ana María Morales de Aguiar. También ha sido ya admirado en su
exposición del Cabildo Insular. Cirilo es un notable pintor, profesor de
dibujo, que nunca da importancia a su obra. Una abulia artística le
caracteriza. Algunas veces parece estar ya de vuelta de las exposiciones y
concursos. Sienta plaza de imperturbable, y como esto es una nota, principal,
de su personalidad lo tenemos a bien. Pero Cirilo sabe pintar, tiene escuela,
gusto, y, cuando quiere, hace cosas notabilísimas [9].
Pinta en 1943, por
encargo del Gabinete Literario, el retrato de Bartolomé Cairasco de Figueroa,
que será expuesto años más tarde, tras haber enviado a la de Artistas de Gran
Canaria, que tuvo lugar en el Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid en 1944,
varias obras [10].
Al año siguiente, 1945, expone en el Gabinete Literario
con los escultores José María Boves y Esteban Saavedra. La prensa hizo
inventario de los dibujos y telas del artista:
Cirilo Suárez, pintor
muy conocido ya, expone once dibujos, siete retratos al óleo y doce obras
magníficas al óleo también, del África occidental española. Hay en este artista
la semilla de la superación y el noble intento de poner muy alto el pabellón
del Arte .Tiene lienzos admirables, de gran belleza y de un estilo y limpidez
de colorido rayano en la perfección, de los que sobresale en primer lugar, un
tipo marroquí, La tocadora de bombo, sugerente y sombría, que destaca sus ojos
alucinantes llenos de fuego y remembranza, entre la carne oscura, apergaminada
de su rostro. Es una figura extraña que atrae la atención desde el primer
momento, con su aspecto un tanto encogido, como en acecho, y las manos
engarabitadas sobre el parche tenso del timbal, próximo a resonar en
estridencias salvajes. ¿Sabe Cirilo Suárez toda la vida intensa que ha dado su
paleta a esta figura hermética?
Seguidamente merece
destacarse una Cabeza de Santón, cetrina y reconcentrada, que a través de los
ojos cerrados deja escapar el fanatismo y fatalismo de una raza. Sus paisajes
de Sidi-Ifni y Cabo Juby, inigualables, como así mismo toda la variedad de retratos
de los que merecen especial mención el del poeta Cairasco, y el de Pedro
Perdomo Acedo. De los dibujos, dos cabezas de niño, rebosantes de sensibilidad
y expresión [11].
El retrato del poeta
fue objeto de un artículo, firmado por X, y publicado en el rotativo Falange,
el 9 de septiembre de 1945:
Cirilo Suárez, nuestro
gran pintor que arrastra por la ciudad su abandonada bonhomie teñido de canas
prematuras, ha sido el encargado de dar aliento a la empresa creadora. La
honradez insobornable de sus pinceles ha otorgado viva plasticidad ardiente a
la figura de Caírasco. Sobriamente enmarcada sobre un fondo de paños plegados
con serena gravidez, se recorta la efigie de1 poeta. Su rostro se aviva
contrastado con el granate de un vitral tembloroso de luces blancas. Sobre la
mesa alinean sus lomos henchidos las obras más famosas del escritor. La
encomienda de su Cruz prioral pone una nota de color en la severidad del
ropaje. En la mirada, concentrada y honda, fulge un destello de inspiración. Se
diría que la mente del poeta se halla grávida de imágenes, en el dramático
trance precursor de su canto viril a las glorías de Canaria, en el relato de
sus gestas contra Drake, el corsario temido, o contra Van Der Doez. el malvado
holandés. O que en los entresijos de su pensamiento borbotan ya los versos
sonoros de su inmortal poema al bosque de Doramas:
Aquí de varias músicas
hinchen el aire los pintados pájaros.
La verde yedra errática
a los troncos se enreda con sus
círculos,
y más que el yelo frígidas
salen las fuentes de peñascos áridos.
Todo el cuadro es
ejemplo de digna, mesurada y noble maestría. No podemos precisar el grado de
veracidad físionómíca que guarde el retrato respecto a la figura real de
Caírasco. Pero, desde luego, el parecido con el difumínado modelo del lienzo
catedralicio es exacto y sorprendente. La obra tiene, además, acento de verdad,
de auténtica vitalidad. Si non e vero, e ben trovato.
La gloria de Caírasco,
genuino y alto valor de nuestras letras, primer nombre aureolado que nuestra
Isla brinda a la historia literaria nacional, merecía ya este homenaje de
recordación. Dentro de pocos días, con la solemnidad necesaria, como uno de los actos
conmemorativos de su centenario, el Gabinete Literario volverá a colocar en
sitio preeminente este magnífico retrato de la recia figura de Bartolomé
Cairasco de Figueroa. A tout seigneur, tout honneur. La veterana sociedad
empieza a pagar la deuda que tiene contraída con su memoria, con su recuerdo
imperecedero. Este cuadro de Cirilo Suárez le ofrece la más digna y bella
manera de irla enjugando.
De Izq. a dcha.
José de Aguilar
Martín.
Cirilo Suárez Moreno
Roberto Hougthon
y Warrand.
Cirilo Suárez Moreno
|
En el catálogo razonado de su obra, trabajo que se
encuentra pendiente de ejecución y, en particular, al inventario de sus
innumerables retratos realizados tanto al óleo, como dibujados al grafito o la
tinta, habría que añadir los de don Manuel González Martín [1930]; don Roberto
Houghton y Houghton [1947]; don Agustín del Castillo Bethencourt, IV conde de
la Vega Grande de Guadalupe [1948]; don Francisco de Quintana León, x marqués
de Acialcázar [1949]; don Cristóbal del Castillo Manrique de Lara [1949]; don
José de Aguilar Martín [1950]; don Laureano de Armas Gourié [1950]; don
Leopoldo de Matos y Massieu [1951]; don Manuel González Martín [1950]; don José
Limiñana López [1950]; S. Armas Calcines [1957] y varias de las recreaciones al
óleo de las efigies de Gonzalo Argote de Molina, José Luján Pérez, José de
Viera y Clavijo, Pedro Gordillo y otros que conformaron la colección inicial
que exornaba la Casa de Colón.
De Izq. a dcha.
Manuel González
Martín.
Cirilo Suárez Moreno
Antonio Limiñana
López.
Cirilo Suárez Moreno
|
En 1950 contrajo
matrimonio con su prima hermana Cándida Suárez Hernández —Cayita—, hija del
actor y poeta Sebastián Suárez León y, fallecida esta, repitió nupcias en 1986
con Rita Suárez Hernández, hermana de su primera esposa.
Falleció Cirilo Suárez
Moreno en Las Palmas de Gran Canaria, en 1990. Agustín Quevedo, que lo conoció
bien, escribió estas notas sobre el artista, tres años después de su muerte:
Para cualquier
ciudadano que paseara, no hace mucho tiempo, por el barrio de Vegueta —sección
de un espacio fundamental en la historia de Las Palmas de Gran Canaria—, y más
concretamente por ese sector de la plaza de Santa Ana, tenía que serle familiar
la figura simpática de Cirilo Suárez Moreno, un artista que atraído por una soledad que lo
definía, soledad compartida, primero —con su esposa, hasta la muerte de ésta—,
e individualizada, después, se destacaba por una ironía sin rencor y por un
humor, mixtura de escepticismo y de picardía. La vida, acaso, no le ofreció
nunca esa medida del estilo que necesitaba para hacerse el pintor con fama que
llevaba dentro. Pero tampoco le importó mucho que la cosa fuera así. «Lo
importante —decía— es no tener prisas; lo importante es dejarse llevar hasta
encontrar lo que quieres; pero si no es así, nada conmoverá la historia».
Víctor Doreste, por aquellos tiempos en que existía en todo su esplendor el
«Bar Polo» sobre el desaparecido Puente de Palo, sentía una franca admiración
por Cirilo Suárez. Decía que teníamos que estarle agradecidos porque era el
único pintor que demostraba una eficacia realista sobre el lienzo. Nada más
cierto si se tiene en cuenta que la obra del artista grancanario está,
evidentemente, recreada en la realidad, una realidad captada por su retina, tan
exacta.
Francisco Quintana
León.
Cirilo Suarez Moreno
|
De pintor poco
ambicioso lo calificó una vez Abraham Cárdenes, con quien, por cierto, no se
llevaba bien. Cuestiones sin importancia, intrascendentes. Pero sí, es posible
que Cirilo Suárez no fuera ese pintor ambicioso que, por sus condiciones
—muchas y prometedoras—, debió haber sido. Se sabe, según contaba el poeta y
escritor Juan Sosa Suárez —¡qué filón perdido para la memoria de nuestra
cultura!—, que Juan Carló, el primer profesor que tuvo la Escuela «Lujan
Pérez», sentía gran admiración por él. Cirilo tenía un instinto muy próximo a
lo que es el significado de la estética desde el punto de vista del arte
figurativo. Instinto heredado, con toda seguridad, de uno de sus abuelos y de
su padre, también excelente pintor. Tenía, en pocas palabras, el sentido de las
cosas bien hechas. Era cultivador —si cabe decirlo así— de esos mitos que el
realismo ha ido concentrando a lo largo de la Historia del Arte. En ese
realismo, decimos, empezaban y acababan todas sus exigencias. De ahí que se
marginara, pero sin dejar de estar a la expectativa, de las innovadoras
corrientes estéticas que iban llegando, a raudales, a la Escuela «Lujan Pérez».
Su círculo de exigencias no coincidía, para nada, con las maneras que se
estaban adoptando en el centro que fundara Domingo Doreste (Fray Lesco).
Cuestión de principios, y más de temperamento, como lo definía él.
Cirilo Suárez Moreno |
Desde la atalaya de su
cachaza le importaba la perspectiva del hombre y de la sociedad modernos. Pero
esa perspectiva se había transformado tremendamente en las últimas décadas.
Para Cirilo Suárez lo real tenía dos dimensiones: la de una cultura con valor
específico y la del más profundo egoísmo. Nos ahorra otras consideraciones
transcribir lo que dice Ortega y Gasset en su ensayo Para la cultura del amor:
Sí, esto es lo que quería decir: que el más frecuente error de perspectiva
consiste en proyectar todo sobre el plano de lo real.
Nos parece muy acertado
que la Caja Insular de Ahorros de Canarias dedique su calendario de 1993 a un
artista que, desde los márgenes de su soledad y de sus sensaciones creativas,
ha marcado una señal bien visible en el arte de Canarias. Los que fueron sus
discípulos —no pocos— pueden hablar de cómo eran sus enseñanzas en las
extinguidas Academias Municipales. Fue un maestro lleno de buenas intenciones y
con firmes propósitos estéticos. Yo veo en el —nuevamente acudimos al texto de
Ortega— una magnífica potencia pedagógica que debíamos más ampliamente cultivar
[12].
La colección CANARIOS ILUSTRES editada por CIGARRILLOS
CUMBRE
Don Santiago Gutiérrez Martín, dinámico y próspero
industrial, fundador de la fábrica de tabacos La Flor Isleña-Cigarrillos
Cumbre, establecida en Las Palmas desde 1908 —a partir de 1923 en el hermoso
edificio que diseñara don Miguel Martín Fernández de la Torre, sito en el
barrio de la Alcaravaneras [13]— y de su filial en Santa Cruz de Tenerife,
abierta en 1916 [14], fue el responsable de una iniciativa publicitaria,
compartida con otros muchos fabricantes del mismo producto, que contemplaba la
edición de hermosas colecciones de tarjetas impresas en pequeño formato, para
incluirlas como obsequio a sus clientes en los paquetes de cigarrillos. Los
tabaqueros británicos las llamaron cigarette cards, como ya dijimos, y aquí se
les denominó sencillamente cromos, apócope de cromolitografía, que es el arte
de litografiar en diversos colores, técnica esta con la que se estamparon
muchas de ellas antes de la utilización generalizada de la impresión en offset.
Proyecto de
Fachada. Fábrica de tabacos La Flor Isleña. Miguel Martín Fdez. de la Torre.
1922
|
La industria fue dirigida por su fundador hasta 1939, año
en que pasó a manos de su viuda e hijos. En 1908 contaba con ciento quince
operarios y era sólo superada en número de obreros por La Favorita, propiedad
de don Eufemiano Fuentes, que disponía de ciento noventa y siete. La
importancia de esta factoría queda de manifiesto atendiendo al volumen de cigarrillos
que liaban sus máquinas. Diariamente, en 1922, cinco millones de unidades, tan
sólo para satisfacer la cantidad exigida en contrato por la Compañía
Arrendataria de Tabacos. En 1937 tenía en funcionamiento cinco grandes
máquinas, dos menos que su rival La Favorita [15]. Funcionó como tal fábrica de
cigarrillos, con el nombre de Cumbre, hasta los años setenta del siglo XX.
Las primeras
colecciones de cromos de Flor Isleña, que habría que datar en la segunda década
del siglo XX, las componen series de motivos, muy al uso en la época entre las
tarjetas postales, representando beldades femeninas o parejas en actitud
veladamente erótica, niños y paisajes, editadas habitualmente sobre soporte
fotográfico y cartulinas en ocasiones gofradas. Algunas de estas tarjetas
fueron editadas para Henry Clay and Bock & Co. Ltd., de La Habana y,
posteriormente reimpresas en el reverso con el logotipo de Flor Isleña,
intentando ocultar su procedencia. La prestigiosa empresa caribeña, pionera en
el regalo a sus clientes de este tipo de pequeñas tarjetas, fundada por el
otrora emigrante español y luego magnate del tabaco Julián Álvarez, llevaba el
nombre del político americano Henry Clay (1777-1852). Posteriormente fue
adquirida por capitalistas ingleses. Don Santiago Gutiérrez debió hacer suya
aquella idea e, inicialmente, repartió entre sus clientes algunas de estas
series. En la dedicada a los niños, puede apreciarse, bajo el logotipo de Flor
Isleña, el de Henry Clay.
Pero por fortuna fueron
quedando de lado aquellas insulsos asuntos y comenzaron a repartirse otras de
mayor interés general o local, utilizándose en algunos casos para su confección
a empresas y artistas del archipiélago.
Entre las primeras
colecciones, de las que tenemos noticia, figuran La Guerra Europea, impresa por
la tipografía-litografía Madriguera de Barcelona; El lenguaje de las flores,
serie formada por veinticinco cromolitografías de corte caricaturesco y dos,
especialmente interesantes, por cuanto fueron realizadas en las islas y a ellas
se refieren: Futbolistas canarios y Vistas de Canarias, ambas editadas en papel
fotográfico. La primera consta de una serie de noventa y seis cromos, marcados
con la letra A y, suponemos que otra, que deben estarlo con la B, que darían
sumando ambas un total de ciento seis estampas, presentadas en un álbum
encuadernado en tapas duras, imitación de piel, con la siguiente leyenda
grabada en oro: Álbum. La Flor Isleña.[Logotipo de la empresa]. S. Gutiérrez.
Las Palmas. Las cubiertas se encontraban sujetas por un cordón de seda,
procedimiento este que permitía añadir las hojas que fueran precisas según el
número de cromos de cada colección, dispuestos en bloques de dieciséis por
página, con cuatro cortes en las esquinas que facilitaban el insertarlos con
cierta comodidad. Las imágenes representan a los deportistas retratados de
cuerpo entero individualmente, en grupos y, finalmente, una porción de
caricaturas con los rostros de algunos de ellos, realizadas en tinta y firmadas
por Antonio Mesa en 1928.
No hemos logrado ver una
colección completa de la serie de Vistas, pero queda constancia de la
existencia de más de medio centenar de cromos. Se trata de tarjetas postales
fotográficas en miniatura. El álbum que obsequiaba Flor Isleña por cada
colección completa era similar al ya descrito.
La estrategia
propagandística de la empresa, siempre en el campo de las artes gráficas, fue
más allá y en fecha imprecisa, pero anterior a la década de 1930, editó una
serie de curiosas láminas litografiadas en fina seda, encolada sobre tela, con
reproducciones de conocidas obras maestras de la Historia del Arte [16].
Tras el fallecimiento
del fundador, la empresa Hijos de Santiago Gutiérrez Martín continuó con su
política de ediciones y dio a la estampa varias series más: En 1951, publicaron
veintiséis láminas de la Liga de Fútbol Española de aquel año que constaba de
trescientos dos cromos; tres años más tarde un álbum doble dedicado a la
vexilología, que fue recogido en un portafolio con el pomposo título de
Ínclitas razas ubérrimas —quizás heredero de las tendenciosas influencias
políticas dominantes—formado por ciento cuarenta y cuatro cromos litografiados
a todo color. Una colección semejante a esta se volvió a editar una década más
tarde titulándola con mejor gusto Las naciones y sus banderas, constituida por
dos series de ochenta y cuatro y sesenta estampas. En la primera estaban
representados los cinco continentes, mientras que la segunda trataba de los
cuarenta y nueve estados de Norteamérica y sus escudos de armas. Ha sido —se
aclaraba en el álbum— nuestro intento el concebir y seleccionar estas dos
colecciones, el ordenarlas con un fin estrictamente pedagógico. La acogida más
cordial nos ha sido dispensada. Con ello nos consideramos complacidos.
Del mismo año es
Estrellas del cine y de la canción, cuyos cromos y álbum fueron impresos en la
Litografía Saavedra. Constaba también de dos series de ciento veinte y ochenta
estampas y, al siguiente, 1965, en el mismo taller, editaron Monumentos del
mundo, con ciento cuarenta reproducciones. Por último, en 1966, se repartió el
centenar de cromos de la serie Coches antiguos, impresa como las anteriores en
Saavedra.
Pero detengámonos en la serie que justifica estas líneas,
Canarios Ilustres, editada en 1955. No hemos tenido ocasión de ver el álbum
que, suponemos, debió ser entregado a los propietarios de cada colección
completa, como venía sucediendo con las anteriores. Quizás en él figure el
nombre del autor de los dibujos y el plan de la obra, porque tratándose de un
repertorio de esta naturaleza, debió contarse con el asesoramiento de una o
varias personas, con los conocimientos necesarios, que indicaran y localizaran
la información gráfica imprescindible al artista para realizar los retratos. No
creemos que haya sido labor del dibujante buscar en domicilios particulares los
retratos al óleo y las fotografías de un centenar de personajes, si bien es
cierto que de muchos de ellos se encontraban sin mayor dificultad
reproducciones en instituciones como El Museo Canario, o publicadas en libros y
revistas. No obstante albergamos la sospecha que tras este proyecto puedan
encontrarse especialistas como Pedro Cullen del Castillo o Néstor Álamo, y se
deba a ellos tanto la relación de celebridades como la ubicación de sus
efigies. En 1936 Cirilo Suárez realizó un retrato del general don Santiago
Cullen y lo dedicó a su hijo don Pedro. Reúne todas las características de los
dibujados para esta serie y pudo haber servido de modelo para el proyecto
llevado a cabo veinte años más tarde . El artista elegido tuvo que ser Cirilo
Suárez Moreno, tanto por la calidad técnica de los dibujos a tinta, excelentes
en gran parte, como porque no había otros dibujantes en Las Palmas que hicieran
gala de sus facultades. Si se hubiera realizado el proyecto en fecha anterior
habríamos albergado alguna duda sobre la autoría de las láminas, debido a la
presencia en esta ciudad de Servando del Pilar, quien demostró en los
periódicos de las islas y, particularmente, en los de la de Tenerife, su
capacidad para elaborar todo tipo de retratos académicos a tinta, a pesar de
sus experiencias cubistas en este género, de las que publicó varias muestras la
revista gaceta de arte.
Cirilo Suárez Moreno
ilustró con las efigies de Carlos Navarro Ruiz, Eduardo Benítez Inglott,
Antonio Limiñana López, Luis Doreste Silva y José García Ortega, el libro,
publicado en 1942, con motivo del aniversario del nacimiento del primer marqués
del Muni, por el Cabildo Insular de Gran Canaria, que lleva por título:
Centenario del nacimiento del Excmo. Señor Don Fernando de León y Castillo,
gran español e insigne bienhechor de su tierra, la Gran Canaria: Homenaje de
recuerdo y gratitud que ofrece este Cabildo Insular a su memoria: 30 de
noviembre de 1842 a 30 de noviembre de 1942. Estos dibujos a tinta china en nada
se diferencian de aquellos que sirvieron para la realización del conjunto de
imágenes de los Canarios Ilustres. No obstante, puede observarse en los que
componen esta serie una cierta diversidad en la concepción del esbozo. La mayor
parte fueron realizados con largos y limpios trazos. En otros, sin embargo, el
dibujante utilizó el rayado contrapuesto para realzar rasgos y fondo; a la
manera del grabado calcográfico en los primeros y más próximos a la libertad
gestual que permite la litografía en los restantes. La lámina de don José de
Viera y Clavijo, que ocupa el vigésimo primer lugar de la colección, fue
ejecutada con esta última técnica, menos suelta, lo que hace que no alcance la
calidad que se manifiesta en otras del mismo conjunto. Reproducciones de una
parte de los dibujos originales que Cirilo Suárez dibujó para esta serie se
conservan en la FEDAC y en el Fondo Talavera del Museo Canario y se puede
apreciar, con la nitidez que ofrecen, que el resultado de la estampación no les
hizo justicia, particularmente a aquellos en que se utilizó el rayado
contrapuesto. Las pérdidas de información gráfica resultan tan notables que, en
ocasiones, parecen imágenes diferentes el original dibujado y la estampa
impresa. Con todo, la colección de Canarios Ilustres constituye el más amplio
de los repertorios iconográficos realizados hasta ese momento en las Islas y
sus prototipos, si se conservan, la mejor de las galerías de retratos de
cuantas se intentaron en el pasado, no superada hasta el presente.
NOTAS
[1] Fueron sus abuelos
paternos don José Suárez Mujica y doña Rita León y los maternos, don Julián
Cirilo Moreno Ramos y doña Angustias Benítez González.
Don Francisco Suárez
León nació en Las Palmas en 1865 y falleció en dicha ciudad a las diecisiete
horas del día 29 de junio de 1934. De su matrimonio con doña María Moreno
Benítez dejó los siguientes hijos: José, Cirilo, Antonio, Rosario, Carmen,
María, Soledad y Luz Suárez Moreno. Acta de Defunción de don Francisco Suárez
León. Registro Civil de Las Palmas. Distrito de Vegueta. Tomo 90-1, f. 80v.
Sección tercera.
De don Julián Cirilo
Moreno Ramos [1841-1916] dice don Elías Serra Ràfols que fue, sin duda, uno de
esos jóvenes canarios bien dotados que nuestra organización burocrática condena
a vegetar en espera de un enchufe. Afortunadamente lo halló en Obras Públicas,
adecuado a algunas de sus aptitudes que fueron múltiples; y entre ellas la de
ver y narrar las cosas cotidianas, en una recensión publicada en la Revista de
Historia con motivo de la edición en 1947, por parte de El Gabinete Literario,
de su libro De los puertos de La Luz y de Las Palmas y otras historias,
colección de artículos de prensa publicados por su autor en 1912. Continúa
Serra: D. Simón Benítez, que sucedió precisamente a Moreno en su puesto de
Obras Públicas y que, aunque hombre de vocación científica, parece haber
heredado de la intención y agudeza de estilo de su predecesor, es quien ha
cuidado la edición y nos presenta al autor en un extenso prólogo. En él aporta
nuevos materiales contemporáneos para la reconstrucción del ambiente de Las Palmas
de antaño, pero nos oculta, igual que si protagonista, su vida privada, que es
más de la mitad de la vida de un hombre; y se olvida del lector que desearía
acaso hallar las precisiones de fechas que don Cirilo descuidó negligentemente
de darnos al volar de la pluma. Pero al amor que pone a la figura y al ambiente
y el gusto de la edición, amenizada con grabados que constituyen ellos solos
una antología, merecen para don Simón y para entidad editora el agradecimiento
completo del lector. Revista de Historia. Tomo XIV. Año XXI. Número 81. La
Laguna de Tenerife, 1948, pp. 89/90.
[2] Tuvo que
transcurrir el primer curso para permitirnos a Juan Ramos y a mi, acompañarlo a
su casa, a su estudio de pintor. Vivía en la hoy calle del Generalísimo Franco,
cerca de la esquina de la plaza del Pino. La calle empezaba cerca de la calle
Domingo J. Navarro, pues en su parte superior había una pared, poco más o menos
donde está Correos que servia como cerca de una finca de plataneras, finca que
se prolongaba hasta el callejón de San Francisco.
La calle [no recuerdo
su nombre] donde vivía empezaba, como he dicho, en la plaza del Pino y en la
segunda casa, después de la esquina habitaba con su familia, en el piso
principal. En la azotea tenía el estudio su padre don Francisco Suárez, pintor
y profesor de Dibujo. En el mismo estudio trabajaba Cirilo […] Subimos las
escaleras, entró en la casa a coger la llave, llegamos a la azotea, abrió una
habitación que parecía pequeña. Estaban cubiertas sus paredes de tosa clase de
dibujos y pinturas, acabados unos y empezados otros. Casi en el centro un
caballete con un lienzo; a su lado una banqueta alta y encima una paleta de
pintor de color indefinible, un jarro grande lleno de pinceles y tubos de
pintura de todos los tamaños y colores […]. Recorte de prensa. Sin
fecha. Fondo Talavera. El Museo Canario.
Uno de los primeros
textos biográficos sobre don Francisco Suárez León fue escrito por Hilda
Mauricio, y recogido en el catálogo de la exposición monográfica celebrada en
1992 en las salas de la Caja de Caja de Canarias, Dice así:
Nace en Las Palmas de
Gran Canaria, en 1865.
Desde muy joven se
siente atraído por las artes plásticas y da clases de dibujo y pintura con don
Rafael Bello y don Nicolás Massieu y Falcón, siendo uno de sus discípulos
predilectos junto con Nicolás Massieu y Juan Carlo. Años más tarde
compatibilizaría, igual que sus maestros, su trayectoria artística con su
vocación pedagógica ya que fue profesor de varias Academias de su ciudad natal.
La obra de este artista
no se circunscribe únicamente a un solo tema, ya que en la escasa obra que de
él conocemos hay retratos, paisajes, marinas y temas anecdóticos y
costumbristas, todos ellos bajo un mismo factor común: su pequeño formato y la
precisión del trazado en el dibujo.
Sus paisajes y marinas
se caracterizan por sus pinceladas sueltas de factura libre, con matices
postimpresionistas. De esta serie, encantadores cuadros suyos son: San
Cristóbal, más hacia el sur playa de los barquitos y Grupo de casas en San
Cristóbal, cerca de la Hoya de la Plata. Ambos pintados en 1910 y con un signo
común: el realismo está matizado por una leve aura poética en el tratamiento
del paisaje.
Sus luces planas,
factura que creemos que hace deliberadamente, recuerdan los paisajes de su
maestro Nicolás Massieu y Falcón.
Buen dibujante, de
paleta rica, de rápidas pinceladas, los paisajes de Francisco Suárez León
aportan a la escuela canaria, o mejor, a la plástica canaria, un cierto aire
europeo de entender la pintura con finura y claridad no exenta de emoción.
Tratamiento distinto da
a sus otros cuadros, entre los que sobresalen: Los cuatro mendigos, El hombre
del sombrero y El Patio de la antigua Ermita de los Reyes.
En estas obras el
lírico artista post-impresionista deja paso a un brioso pintor realista.
A lo largo de su vida
concurrió a varias exposiciones en el Gabinete Literario y en el Museo Canario,
obteniendo valiosos premios.
Murió en su ciudad
natal en 1934.
Francisco Suárez es uno
de los pintores canarios que aguardan aún el estudio de su personalidad, de su
obra y su significación en el panorama de la pintura canaria de fines del siglo
XIX y comienzos del XX.
En 2003, el profesor
Jonathan Allen Hernández organizó una exposición de su obra en la Casa de Colón
y publicó un estudio monográfico que lleva por título Francisco Suárez León.
Pintor de la Realidad.
[3] El Progreso. Santa
Cruz de Tenerife, 24 de marzo de 1927. Medina de Matos publicó entre otras
obras: Noticias históricas de la ciudad de Arucas [1950]; Los negreros en las
Islas Canarias [1951] y la novela Nos enamoramos sin conocernos bien [S/f.].
[4] El Progreso. Santa
Cruz de Tenerife, 11 de marzo de 1929.
[5] Da luz sobre este
particular Vinicio Marcos Trujillo: En 1934 se reintegra a Las Palmas, con
algunos motivos del paisaje vasco, haciendo donación de la composición premiada
al Cabildo Insular; estaba por medio la promesa de beca extraordinaria para
París, que acreditaba singularmente con todos los honores. Circunstancias
incomprensibles de carácter local intervienen para dar al traste con la
realización de esta merecida aspiración. Aquí queda truncada la formación del
pintor, que se dedica a la ejecución de algunas obras, El gigante de la
cosecha, etc., acreditativas de su visión realista. El Eco de Canarias. Las
Palmas de Gran Canaria, primero de julio de 1973.
[6] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 11 de enero de 1935.
[7] CAMPOS ORAMAS,
Javier: “El Gabinete Literario y sus encargos de arte”. El Museo Canario. Tomo
LIII. Las Palmas de Gran Canaria, 1998, pp. 541/542. De nuevo, Vinicio Marcos
Trujillo aclara la situación laboral de Cirilo Suárez, en el artículo ya
citado: En 1936 recurre a don Antonio García López, gobernador civil de la
provincia, en solución de su situación, consiguiendo la adjudicación por
méritos superiores de la plaza de profesor de dibujo y pintura de la Academia
de Arte que subvenciona el Cabildo Insular. La credencial correspondiente queda
en el olvido a través de tres presidentes de dicha entidad, siendo marginado de
la disposición de estado por la que pasaba a formar parte de la plantilla de
funcionarios de la misma, lo que merma considerablemente las condiciones en que
presta su profesorado. Hay que considerar inevitablemente la historia
surrealista local, a través de sus personajes grises, para comprender haya sido
posible esta circunstancia. El Eco de Canarias. Las
Palmas de Gran Canaria, primero de julio de 1973.
[8] De interés general.
La Dirección de la Escuela Moderna de Las Palmas pone en conocimiento del
público en general, que velando como siempre por la selección del profesorado
competente, ha logrado que el famoso artista canario Cirilo Suárez Moreno honre
el establecimiento al formar parte del cuadro de profesores. La sección de
Dibujo y Pintura a su cargo se inaugurará el 15 del corriente. Queda abierta la
matrícula para esta sección. Falange. Las Palmas de
Gran Canaria, 9 de enero de 1937.
[9] Falange. Las Palmas de Gran Canaria, 19 de mayo de 1943.
[9] Falange. Las Palmas de Gran Canaria, 19 de mayo de 1943.
[10] ABC. Madrid, 13 de
junio de 1944.
[11] Falange. Las
Palmas de Gran Canaria, 11 de octubre de 1945
[12] QUEVEDO, Agustín:
Cirilo Suárez [almanaque]. La Caja de Canarias. Litografía González. Las Palmas
de Gran Canaria, 1993.
[13] Del edificio
proyectado por don Miguel Martín Fernández de la Torre se conserva en la
actualidad la fachada y parte de dos de los laterales que dan a las calles Luis
Antúnez, número 51 y Pí y Margall, número 4. El resto de edificio ha sido
sustituido por una edificación posterior que alberga un aparcamiento. El plano
se conserva en el Archivo Miguel Martín Fernández de la Torre. Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria
[14] Una nueva fábrica.
Se nos informa que el acreditado industrial de Las Palmas, don Santiago
Gutiérrez Martín, dueño y fundador de la celebrada fábrica de tabacos y
cigarrillos LA FLOR ISLEÑA, de aquella ciudad, establecerá en breve en la calle
de Alfonso XIII, número 54, de esta capital, una nueva fábrica de cigarrillos
que llevará el mismo nombre de Flor Isleña, pero con el distintivo de
Fabricación de Tenerife. La dirección estará a cargo del conocido y competente
industrial D. Diego Moreno y Miranda.
Dados los grandes
éxitos alcanzados por LA FLOR ISLEÑA, de Las Palmas, no es de dudar que la
fábrica de Tenerife obtendrá los mismos resultados, dado los grandes elementos
de que dispone. El Progreso. Santa Cruz
de Tenerife, 26 de junio de 1916.
[15] ARNALDOS MARTÍNEZ,
Arnaldo y Jorge ARNALDOS DE ARMAS: La Industria Tabaquera Canaria [1852-2002].
Gobierno de Canarias. Cámaras de Canarias. Asociación Canaria de Industriales
Tabaqueros. 2003.
[16] Esta fábrica, en
su deseo de demostrar una vez más su reconocimiento por el constante favor que
el público dispensa a sus productos, ha ideado obsequiar a sus clientes, en
cambio de los cupones que al efecto encontrarán en sus cajillas de cigarrillos
con la presente colección, lo más original y hermoso que jamás se haya visto.
Esta colección consta
de 24 cuadros en seda; midiendo 15 x 20 centímetros cada uno, reproducción de
los más famosos cuadros de Murillo, Velázquez, Goya, Tiziano, Varotari [?],
Rubens, Reni, El Correggio y Bottichelli.
Poseer tan meritísima
colección, creemos sea aspiración unánime de todos nuestros cientes. Ocasión
como la que presente de obtener fácilmente joyas de tal valor, creemos no se
volverá a presentar, pues el enorme sacrificio que esto representa, no puede
tener repetición. Cada uno de estos cuadros se obtiene por 75 cupones
ƒlorisleña. En metálico: Una peseta cada uno. Santiago Gutiérrez Martín.
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