lunes, 6 de julio de 2015

Retratos grabados de José Viera y Clavijo



Retratos grabados de José Viera y Clavijo

No es esta la primera vez que nos ocupamos de los retratos de don José de Viera y Clavijo que fueron realizados, tanto durante su vida como después de su muerte, haciendo uso de alguna de las muchas técnicas propias de las artes gráficas. En un ya lejano año 2001, con motivo de la edición del catálogo de la exposición Arte en Canarias [Siglos XV al XIX]. Una mirada retrospectiva, que estuvo bajo la dirección de la doctora doña María de los Reyes Hernández Socorro, elaboramos la siguiente ficha:

La presencia física del arcediano de Fuerteventura José de Viera y Clavijo, fue objeto de, al menos, tres obras gráficas. En la primera de ellas se le representa joven, de tres cuartos y perfil, bajo el seudónimo de don Diego Díaz Monasterio, en realidad, el nombre de un ayuda de cámara del marqués de Santa Cruz que asistía a los experimentos que abate y  aristócrata realizaban, durante el periodo de tiempo que Viera estuvo a su servicio. El retrato está embutido en un óvalo y fue dibujado y grabado por Isidro Carnicero e ilustra la primera edición del poema didáctico Los Ayres Fixos, impreso en Madrid por Blas Román en 1779. Contaba nuestro historiador cuarenta y ocho años de edad.
Con dibujo del mismo Carnicero y grabado por José Joaquín Fabregat, realizados en 1780 y 1784, respectivamente, se figura a Viera en otra estampa en la que el clérigo, sentado y mirando de frente, con el rostro ligeramente girado, esboza la sonrisa que ha hecho correr ríos de tinta de las plumas insulares. Al pie del grabado se lee: Dn. Joseph de Viera y Clavijo. Arcediano de Fuerteventura. Philosophus, Rethor, Vates, agit, allicit, urget. Res, animos, sensus, mente, lepore, modo. El historiador apenas tiene un año más que en el retrato anterior, pero su fisonomía es otra ya que en el primero usa peluca, mientras que en este lleva el cabello suelto y ligeramente largo.
Una réplica de este grabado fue tallada en acero por Pedro Hortigosa (1811-1870) e ilustra la edición de Gran Canaria, 1866, Imprenta de la Verdad, Plaza de Santa Ana núm. 8, del Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias [1].
 
Izq. Isidro Carnicero: D. Diego Díaz Monasterio. 1780. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife
Dcha. Los Ayres fixos. Poema didáctico, en cuatro cantos. Madrid, 1780

El corto número de líneas asignado a este tipo de colaboraciones, no dejaba espacio para más elucubraciones. A pesar del transcurso de los años, algunos especialistas en la biografía del arcediano de Fuerteventura, continúan dudando sobre la veracidad retratística de este primer grabado inventado por Isidro Carnicero [2] que apareció titulado, como no podía ser de otra manera, con el nombre del sujeto al que se había atribuido la autoría del poema que ilustraba. Para estos se trata, en realidad, de don Diego Díaz Monasterio, un oscuro ayuda de cámara del marqués de San Cruz, carente de otros méritos literarios o científicos que no fueran los que le proporcionó la oportunidad de haber coincidido en el tiempo con su amo y el distinguido polígrafo canario. Sin embargo, creemos poder afirmar que la fisonomía del individuo que sostiene entre sus manos el poema Los Ayres Fixos, en actitud de leer a viva voz, corresponde a su verdadero autor, don José de Viera y Clavijo.
Procuraremos dar cuenta de los argumentos que nos inclinan a pensar que resulta factible que tras la apariencia de una broma —por demás costosísima— atribuible al espíritu humorístico del historiador, la realidad apunta a que si el autor indudable del poema era Viera, el retratado lo fuera también.

La profesora doña Jesusa Vega, en su excelente trabajo Ciencia, Arte e Ilusión en la España Ilustrada escribe, a propósito de esta lámina:

Al frente de la edición de 1780 va un retrato pero, actualmente, es difícil saber quien es el retratado por la actitud lúdica y casi burlona que demuestra en esta, como en otras ocasiones, Viera. El otro retrato grabado que conocemos de él hace dudar de que el perfil no sea de Monasterio; tampoco ayuda, es cierto, la poca soltura que tuvo el cómplice necesario, Isidro Carnicero, cuya destreza en el manejo de la punta del aguafuerte deja bastante que desear. Al margen de esta cuestión, lo más interesante es subrayar que Carnicero inventó lo que podíamos denominar “un retrato filosófico”; el profesor rodeado del instrumental fundamental que utilizaba en sus lecciones y de los elementos de la naturaleza que se veían más directamente implicados, y que debían ser tan fácilmente reconocibles para su audiencia como la comprensión del propio poema [3].

            Es cierto que la estampa al aguafuerte de Carnicero no resulta lo nítida que hubiéramos deseado para poder profundizar con acierto indiscutible en las particularidades del rostro. No obstante, liberado el perfil del fondo de trama oscura que lo envuelve, apreciamos un notable parecido con el del arcediano, en particular, el marcado prognatismo de su labio inferior, la inusualmente larga nariz y la abultada sotabarba, que constituyen tres de sus características faciales más singulares, sin olvidar la edad que representa el retratado —cuarenta y ocho años— que tampoco parece ajustarse estrictamente a las fechas que llevan los dibujos de Carnicero cuando fueron posteriormente grabados. Si lo comparamos con el autorretrato de Viera publicado por el profesor A. Sebastián Hernández Gutiérrez en 2006, queda de manifiesto cuanto viene señalándose [4].
Sabemos que abate y artista se conocían, al menos desde 1774, fecha en que tuvo lugar el célebre viaje a las posesiones manchegas del marqués de Santa Cruz y en cuya comitiva figuraban ambos, ocupado el primero en la narración de la gira, mientras el artista tomaba apuntes para ilustrar aquel texto. El trabajo, a pesar de viajar en coches diferentes —Viera lo hacía con el marqués, su hijo y el caballerizo; Carnicero compartía una berlina con alguien al que llamaban El Rojo— parece perfectamente sincronizado entre escritor y dibujante. Es posible que ya en estas fechas, si no antes, Carnicero hubiera retratado a Viera en uno o varios bocetos.

            Escribe el arcediano en sus Memorias:

            En el tiempo de su mansión en París había asistido Viera a dos cursos de gases o aires fijos en casa del célebre Sigaud de la Fond, y como estos nuevos descubrimientos químicos ocupaban a la sazón la curiosidad de los aficionados a la física, procuró adquirir allí por medio del mismo Sigaud, y por encargo del Sr. Marqués de Santa Cruz, todos los vasos y máquinas que eran más necesarias para ejecutar los experimentos, habíalos conducido a Madrid, y colocado en el gabinete de la casa, y fue Viera el primero que demostró en esta Corte los fenómenos principales de los gases, para lo cual se tenían varias sesiones, a que concurrían muchas personas condecoradas, damas de la grandeza, algunos médicos y boticarios, profesores de física y otros sujetos amantes de las ciencias, con general satisfacción.
Para amenizar más estos entretenimientos que divertían y admiraban, tuvo la ocurrencia de componer un poemita didáctico en octava rima y en cuatro cantos intitulado: Los aires fijos. El canto primero trata del gas de la tierra calcárea y fermentación vinosa; el segundo del aire inflamable; el tercero del gas nitroso; y el cuarto del gas deflogisticado o aire vital. Imprimióse en Madrid en la oficina de Blas Román año de 1779, bajo el nombre de D. Diego Díaz Monasterio, y con una estampa de su retrato. Era éste un ayuda de cámara de su Excelencia, que solía asistir a las manipulaciones de los experimentos [5].

            Tal y como está redactado el párrafo, el retrato podría representar tanto al autor de la obra como al criado que había cedido su nombre para firmarla. Cinco años después tuvo lugar el retorno de Viera a las Islas y, con ese motivo, se dio a la estampa la segunda de las láminas, por dibujo de Carnicero, que lo representa. Nos dice Viera en sus Memorias ya citadas:

Fue muy tierna y dolorosa para el agradecido corazón de D. José de Viera la despedida de la casa, la larga familiaridad, y compañía de los Señores Marqueses de Santa Cruz. Este Señor le renovó las pruebas más vivas de su benevolencia; y nada le encargó tanto como su frecuente correspondencia epistolar en todos los correos. Quiso que le dejase en memoria de su amistad una estampa que de su retrato había dibujado pocos días antes D. Isidro Carnicero, director de la Academia de San Fernando, y que grabó D. Joaquín Fabregat, académico de mérito de ella, todo a solicitud de D. Pedro Lozano, dependiente de la misma casa, y constante amigo de Viera. Igual presente se dignó admitirle la Real Academia de la Historia, cuyo sabio director, Conde de Campomanes, y demás individuos le dieron las más seguras muestras del sentimiento que su retiro les causaba; como también los próceres, amigos, conocidos y paisanos que dejaba en la Corte, de la cual salió el día 27 de Setiembre de 1784 [6].

            Es posible que, como afirma la profesora Vega, la primera de estas láminas sea un «retrato filosófico» del abate, especialmente interesado, no sabemos bien por qué motivos —aunque no debemos olvidar la incómoda relación de Viera con la cada vez menos poderosa pero aún molesta Inquisición— en ocultar su nombre y «disfrazar» su apariencia. Señala así mismo la citada doctora que, tanto Viera, como don Pedro de Silva, el hermano sacerdote del marqués, vestían a la moderna cuando salían de España y recuerda una anotación en su diario, de 15 de agosto de 1778, en la que dice claramente: Vestido de abate riguroso a la francesa y peinado con coleta y Rabat oí misa en los Cordelliers; pero ambos volvían a los hábitos largos, cabellos atusados y sombrero de teja cuando regresaban. Entonces yo era todavía un Monsieur l’Abbé, bien peinado, con brillante calota y solemne Rabat; pero ahora no soy sino un pobre cura motilón con hopalandas, informaba Viera a un amigo tres años más tarde. Por su parte Cabanilles, en una misiva enviada desde París el 11 de agosto 1778, se lamentaba asimismo de los efectos del cambio de indumentaria y peinado del abate:
Amigo: Se descubre en toda su carta el justo sentimiento que le causó el dejar este paraíso encantado aunque lo templa, la sal que acompaña siempre sus palabras: yo como fiel comisionado cumplí a la letra el encargo de leerla en público, lo que produjo a más del gusto y aplauso universal, une envidia general de poseer los primeros cantos de ese canario desplumado de las insignias recomendables de abate galicano, y cubierto vergonzosamente de las sopalandas [sic] que había abandonado: tal que he mandado sacar varias copias para la hermandad de príncipes, y en nombre de toda esta colonia se le pidan al ex coiffée las elegías que le obliguen a hacer ese desierto, barbarie, y tiranía frailuna.
 [7]. 
            Si observamos los atuendos que asigna Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, en su Colección de trajes de España a los clérigos españoles de su época, comprobaremos que coinciden con la vestimenta que usa Viera en ambos grabados: en el primero, de 1779, viste a la moderna, de abbé, y de manteísta en el de 1784 [8].

Izq. Juan de la Cruz Cano y Olmedilla: Abate/Abbé. 1777-1788.  Biblioteca Nacional de España
Dcha. Juan de la Cruz Cano y Olmedilla y Manuel de la Cruz: Manteista/Étudiant. 1777-1788.  Biblioteca Nacional de España

            Pero va más allá la doctora Vega y cree —pensamos que con razón— identificar a don José de Viera y don Pedro de Silva en los dos personajes situados en el ángulo inferior izquierdo del grabado de Carnicero, abierto en 1784, a partir sin duda de bocetos realizados durante el viaje a La Mancha que lleva por titulo Fiesta de toros en el aire:

 
Isidro Carnicero: Fiesta de toros en el aire. 1784. Biblioteca Nacional de España
            Si nos fijamos, dice la profesora Vega, en la parte inferior izquierda se encuentran dos figuras, el porte de una de ellas bien responde a la imagen de un abate vestido a la moderna según se muestra en la colección de trajes de Juan de la Cruz, que vio la luz en 1783. Ninguno de estos dos personajes comparten la actitud de jolgorio y regocijo general que se demuestra en el resto del público, sino que están en actitud observante, como también lo hace el abate vestido a la antigua que se acerca una lente de aumento a los ojos [9].
           
            No resulta descabellado pensar que el abate contemplara de antiguo la posibilidad del regreso a las Islas, una vez concluida la edición de su Historia. Los sucesos particulares que modificaron su estatus en la casa de Santa Cruz pudieron precipitar una decisión que habría sido tomada con anterioridad. Sabemos que, una vez establecido en Las Palmas y disfrutando ya de la comodidad que le proporcionaba la prebenda catedralicia, fue tentado por un amigo suyo, don Antonio Porlier, que a la sazón había alcanzado alta cotas de influencia en la Corte, para que retornara a Madrid con plaza de capellán Real. Pero Viera no aceptó. ¿Formaba parte de sus cálculos evitar dar pie al Tribunal insular o a la clerecía local, cuyas actitudes conocía bien, a nuevas sospechas de heterodoxia? Esto justificaría que el retrato en el que se le figuraba vestido «a la moderna» y con peluca, no fuera fácilmente identificable. Y es aquí donde vislumbramos el verdadero juego, la chanza, de la que podrían disfrutar tan sólo aquellos allegados conocedores de que la persona oculta bajo el nombre del criado era el propio Viera.
            Es de suponer que la impresión del poema fuera sufragada por el marqués de Santa Cruz y las copias sirvieran de obsequio a los asistentes a las sesiones de divulgación científica celebradas en su gabinete. El alto costo que suponía tallar una plancha, a pesar del beneficio económico que podría significar que consideremos a su autor como artista próximo a la casa del aristócrata, hace que nos resulte impensable que se abriera el retrato de un sirviente, cuando ni siquiera de sus amos —que tengamos noticia— se conservan láminas grabadas. Tan sólo el premio a la inteligencia y, por qué no, la admiración, justifican que un mecenas corra con los gastos de un retrato de esta naturaleza.
            Inminente ya la vuelta, Viera dejó en manos de su constante amigo don Pedro Lozano [10], dependiente en la Academia de San Fernando, la labor de grabar otra plancha, en este caso al punzón, que fue tallado por Joaquín José Fabregat [11] —académico supernumerario de ésta desde 1774, y de mérito de la de San Carlos de Valencia a partir de 1781— por otro dibujo de Isidro Carnicero, que se convertirá en el retrato oficial del arcediano hasta nuestros días. Se trata de la efigie de un hombre que, desde luego, no aparenta los años con los que en realidad contaba—a pesar de que el mismo Viera diga que el dibujo había sido hecho pocos días antes— y cuyo porte se corresponde con el de un modesto clérigo de provincias, sin ningún añadido que pudiera tergiversar su imagen o sus expectativas de ascenso en la carrera eclesiástica elegida en las Islas.

Isidro Carnicero y Joaquín José Fabregat: Don Joseph de Viera y Clavijo. 1784.
Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife

            Todo parece indicar que la hermosa lámina fue costeada por el propio Viera y gracias a su amistad con Carnicero y Lozano –e ignoramos si también con Fabregat— se obtuvieron resultados excelentes sin hacer un gasto excesivo. Y nos referimos a que, en realidad, la plancha no tiene más trabajo de grabado que el medallón con el retrato y los textos que lo exornan. En otras láminas debidas a la gubia de este grabador observamos que los medallones van insertos en arquitecturas más o menos complejas y no falta en ellas la profusión de guirnaldas, molduras y adornos. Parece que lo que se ahorró en labor decorativa se ganó en elegancia. Y así se entiende que el marqués quisiera que le dejase en memoria de su amistad una estampa que de su retrato, había encargado Viera.


La xilografía de Cirilo Romero

Cirilo Romero: José de Viera y Clavijo. 1848.
Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife
      En efecto, tanto éste como el resto de los grabados que talló para La Aurora, incluida la alegoría de su título que ilustra la cabecera del periódico, adolecen de la impericia del principiante quien, por añadidura, no había recibido clases de dibujo. Pero a pesar de sus carencias, no se puede negar a la obra xilográfica de Romero el mérito de constituir una parte significativa en la estructura de los cimientos de las artes gráficas en Canarias y, no obstante su escaso valor técnico, alcanzaron estas láminas un cierto reconocimiento popular, ya que fueron reproducidas incesantemente hasta bien entrado el siglo XX [15]. Es Cirilo Romero, afirma Padrón Acosta, quien inicia el arte del grabado en madera en nuestra isla, pues con sus trabajos y con la valiosa iniciativa de Pedro Mariano Ramírez Atenza, introdúcese el grabado en las artes gráficas canarias [16].El 5 de septiembre de 1847, un grupo de intelectuales y artistas abanderados por el veterano escritor de origen francés, establecido en la Isla, don José Desiderio Dugour, sacaron de prensas en Santa Cruz de Tenerife el primer número de la revista La Aurora. Entre los miembros de su consejo de redacción se hallaba Cirilo Romero Hernández [12], joven que apenas contaba dieciocho años de edad, y sobre el que ya pesaba la responsabilidad de ilustrar —sin medios y con escasos conocimientos—la publicación. Discípulo de la recién creada Academia de Bellas Artes de Santa Cruz, había expuesto junto a su compañero Francisco de Aguilar en la primera muestra celebrada por esta sociedad en las salas de la Junta de Comercio, en diciembre de 1847. La Aurora, refiriéndose a ambos artistas, comentaba el 28 de noviembre anterior: Pero sea como fuere, la escuela en el estado actual ha producido alumnos de mérito, y los dos jóvenes que se han dedicado al arte de grabar, y cuyos ensayos han visto nuestros lectores, son de este número; si bien habrán echado de menos al ejecutar sus obras, el estudio de las clases de dibujo que sentimos no esté planteado en la Academia.

Anónimo: Pedro Mariano Ramírez Atenza. Ca. 1865.
            Colección particular. Tenerife

      Transcurren fechas que resultarán cruciales para el definitivo desarrollo y perfeccionamiento de las artes gráficas en el pequeño puerto que había visto, en 1751, establecerse al tipógrafo sevillano don Pedro Pablo Josef Díaz y Romero, el pionero de los de su clase que ejerció el oficio en las Islas. Y fueron determinantes estas décadas porque, en 1837, don Pedro Mariano Ramírez, fundador de El Atlante, primer periódico exento de carácter oficial, adquirió la imprenta del mismo nombre, y con los ejemplares correspondientes al 11 de febrero y 15 de marzo de 1839, logró que se repartieran dos láminas, una grabada al aguafuerte, que representaba El Teide, y otra con el retrato del conquistador Juan de Bethencourt. Introdujo Ramírez el grabado en madera —xilografía— y la prensa litográfica, cuyo ensayo inicial, según Sebastián Padrón Acosta, —un dibujo con tema de paisaje del pintor canario Francisco Aguilar— se publicó en La Aurora [13]. Se trataba de la portada para la colección de este rotativo impresa en 1848. En el número 32 de la citada revista, correspondiente al 9 de abril de 1848, figura el retrato de don José de Viera y Clavijo, tallado en madera de boj por Romero que el culto investigador consideró es la obra más imperfecta de éste. No puede compararse con los que de nuestro historiador hicieron los grabadores peninsulares Fabregat, Hortigosa y Masí [14].


Su autor

Nació Nicolás Cirilo Romero Hernández en La Laguna el día 25 y fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción el 31 de enero de 1829, como hijo legítimo de don Nicolás Romero Delgado y doña Catalina Hernández del Castillo. Casó en Santa Cruz de Tenerife, el 12 de mayo de 1864, con doña Antonia Lecuona y Bello, natural de Santa Cruz de La Palma, con la que tuvo, entre otros hijos, a Camilo, Eleuterio, Carmen, Elena, Eugenia y Antonia Romero Lecuona [17]. Presidente del Círculo de Amistad, pintó los decorados para las funciones que tuvieron lugar, en el teatro de esta sociedad, en 1852 y 1857 [18]. En junio de 1865 fue nombrado catedrático auxiliar de la Escuela profesional de Náutica, tras haber sido declarado cesante como delineante del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos [19]. Candidato por el partido Democrático de Santa Cruz de Tenerife a la Junta Superior de Gobierno, en las elecciones del 15 de octubre de 1868, obtuvo 210 sufragios. Elegida que fue la Junta mandó formar, el 13 de octubre del mismo año, el Ayuntamiento de Santa Cruz, bajo la presidencia del alcalde constitucional don Bernabé Rodríguez. Cirilo Romeo fue designado concejal y, en 1871, alcalde tercero, dándose de baja por enfermedad el mismo año y siendo sustituido por don Manuel M. Savoie, sujeto vinculado también a las artes gráficas [20]. En 1873 fue nombrado, con carácter interino, oficial segundo primero de la secretaría de la Diputación Provincial [21].
En 1882, La Ilustración de Canarias publicó, sin el consentimiento de su autor, en el número 2, de 31 de julio de dicho año, el grabado de Nelson que había tallado Romero en su juventud para La Aurora y escribió éste a su director, don Patricio Estévanez, una carta en la que lamentaba aquella decisión. Un fragmento de la misiva fue publicado por Ortiguilla —seudónimo de don Luis Maffiotte La Roche— en el número siguiente de la revista:

Por carambola ha llegado a mis manos una bien escrita carta que el reputado artista Don Cirilo Romero dirige al Director de La Ilustración. Quéjase en ella su autor, y quéjase amargamente, de que en nuestro número anterior se hubiera publicado el retrato de Nelson, obra que ejecutó siendo muy joven y teniendo, según dice, escasos conocimientos en el arte.
La oportunidad de ver la luz el citado número en los días en que esta Capital celebra la victoria obtenida sobre el valiente Almirante inglés, y la carencia absoluta de tiempo para ejecutar otro grabado, hizo que se publicara en él el del Sr. Romero; sin que jamás llegáramos a creer pudiera ofenderse por ello.
Vean VV. lo que este Sr. dice en uno de los párrafos de su carta:
«V. comprenderá que hoy, con algunos conocimientos más que en aquella época, 1847-48, —pues nunca entró en mi ánimo estudiar para cangrejo—, no puedo aceptar como buenos los defectos del pasado, cuando con frecuencia los censuro, y es por esto que no apruebo la exhibición de una obra que, aunque mía, la considero más que digna de exhumarse, de relegarla a eterno olvido
Aunque nosotros sabemos muy bien que el Sr. Romero tiene hoy más conocimientos que en aquella época, el público deseará convencerse de ello; y ya que él mismo lo afirma, bueno será que lo pruebe, enviándonos un grabado hecho en la época presente, en la seguridad de que tendremos una verdadera complacencia en publicarlo, para su tranquilidad y satisfacción de los suscritores [22].

El reto —para Padrón Acosta, de dudoso buen gusto— obtuvo el silencio como respuesta. No fue esta la única ocasión en que se utilizaron trabajos de Romero, sin su anuencia. El Diario de Tenerife, en su edición del 15 de julio de 1891 publicaba el siguiente suelto:

El Sr. D. Cirilo Romero nos ruega hagamos constar que, aunque figura su nombre entre los que han tomado parte en la Exposición organizada en el Gabinete Instructivo, él no envió ningún trabajo, ni cree que valga la pena de figurar en un certamen el que aparece allí con su nombre, expuesto sin su consentimiento.
Complacemos al Sr. Romero haciendo la manifestación que desea, pero no podemos estar conformes con el poco aprecio que hace del trabajo citado que allí figura y que es notable como todos los suyos [23].

            En la exposición celebrada por la Sociedad Económica de Santa Cruz de Tenerife, en 1894, obtuvo un certificado de mérito por la ejecución del relieve del Puerto de dicha ciudad. La Medalla de Primera Clase le fue entregada a la Jefatura de Obras Públicas de la provincia, que había sido quien había presentado el citado relieve del puerto y ciudad de Santa Cruz de Tenerife [24]. En su juventud había formado parte de la orquesta de cuerda de la Sociedad Filarmónica de Santa Cruz.
Falleció en su ciudad natal a las diez de la mañana del 7 de agosto de 1894, en el número 35 de la calle de San Juan Bautista. Años después, su viuda donó a la Biblioteca de este municipio una colección de libros de su pertenencia y al Museo, un piano vertical construido por su difunto esposo [25].
Por su vinculación a las artes gráficas hemos de citar aquí a su hermano Juan Nepomuceno Romero, nacido también en La Laguna, en 1823, que casó en Santa Cruz de Tenerife, en 1851, con doña Bibiana Sansón y Grandy, hermana a su vez del escritor José Plácido, con la que fue padre de tres hijos.
Compró don Juan N. Romero la imprenta Isleña de Santa Cruz de Tenerife en 1857, la más importante de las establecidas en Canarias, a don Pedro Mariano Ramírez, y fue su dueño hasta 1864. A su cuidado se realizó la segunda edición de la Historia de Canarias de Viera, que contó con anteportada y letras capitulares talladas por su hermano Cirilo y que dio lugar a un ruidoso pleito con los periodistas don José Antonio Pérez Carrión y don Francisco Díaz Miranda, detentadores por cesión de los derechos sobre el ejemplar que poseía el marqués de Villanueva del Prado, don Tomás de Nava-Grimón, corregido de su mano por el autor, y que fue el utilizado para llevar a cabo la misma [26].

Cirilo Romero: Letras capitulares A, C y E. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife
El Guanche, en su edición del 27 de julio de 1867, publicó la necrológica de este inquieto y elegante impresor:

El 19 del corriente mes falleció D. Juan N. Romero, fundador, primer propietario y director de este periódico. De carácter afable y complaciente, probo, laborioso e inteligente, fue por bastante tiempo empleado en este Gobierno de Provincia en el ramo de contabilidad y desempeñó igualmente una plaza de oficial contador en la Secretaria del E. Ayuntamiento de esta ciudad. Aficionado a las Bellas Artes sobresalía en música y dibujo. Adquirió la Imprenta denominada Isleña e introdujo en ella varias mejoras dando impulso a la tipografía, encuadernación de libros y litografía, siendo el único que entre nosotros se dedicó a este último ramo. Estableció también un taller de dorador, del que salían obras bien concluidas. A pesar de todo, la suerte no le favoreció y vio disminuir en vez de aumentar su fortuna hasta el extremo de tocar en la indigencia.
Fue buen patricio y mejor padre de familia; y sus continuos afanes y desvelos trabajando día y noche sin cesar para procurar el alimento indispensable a su familia, unido a los varios disgustos y contratiempos que experimentó, agravaron la enfermedad de asma que padecía hace tiempo hasta el extremo de desarrollar  una fiebre de consunción que le llevó al sepulcro joven aún, pues contaba 46 años de edad. Deja una esposa y tres hijos menores sin recursos ni medios de fortuna. ¡Séale la tierra leve!


El grabado de Pedro de Hortigosa
 
Pedro de Hortigosa: José de Viera y Clavijo. 1866. Colección particular. Tenerife
En uno de los capítulos de la biografía de don Domingo Déniz Grek, escrita por don José Miguel Alzola, narra su autor —admirablemente, como es característica constante de su trabajo— el proceso de realización y encargo de la lámina que debía ilustrar el Diccionario de Historia Natural de don José de Viera y Clavijo, por parte de los directivos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, en estos términos:

José de Viera y Clavijo: Diccionario de Historia Natural.
Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas. 1866

La obra que con más empeñó e ilusión llevó a cabo Domingo [Déniz] durante su mandato, fue la publicación del Diccionario de Historia Natural de don José de Viera y Clavijo. El Boletín, en su número 38, informa que en la sesión del 23 de abril de 1865 ‘el Secretario leyó un proyecto, suscrito por él mismo, para llevar a efecto la impresión del Diccionario, cuyo proyecto consta de un presupuesto de gastos, de unas observaciones sobre el mejor modo de llevar a efecto dicha impresión; de un prospecto para poner en conocimiento del público las bases de dicha publicación y las condiciones relativas a los suscriptores; de una modificación a la portada, a fin de que aparezca en ella tanto el nombre del autor como el de la Sociedad que promueve la impresión; y por último una introducción, en forma de dedicatoria, a la memoria del autor. Después de examinado dicho proyecto se acordó aprobarlo, llevándose a efecto la impresión y publicación de la expresada obra en los términos que en él se hallan consignados.’
En otra reunión Déniz hizo presente ... ‘que conserva en su poder un antiguo grabado que representa al ilustre historiógrafo de estas islas, don José de Viera y Clavijo, cuyo retrato es ya cosa muy rara en el país, pues de dicha persona solo cree que exista el que al óleo posee el Ilmo. Cabildo Eclesiástico sacado a su muerte y una o dos copias que de él se han hecho; que por tanto juzgaba conveniente que para perpetuar la memoria de la fisonomía de aquel célebre patricio, se remitiese a Madrid o París dicho grabado para que se reprodujera de nuevo con el mayor esmero por un hábil artista sacando en papel el número de ejemplares suficientes para adornar con ellos el Diccionario de Historia Natural. Se acordó llevar a efecto lo propuesto, sacándose antes alguna reproducción fotográfica de dicho grabado, por si el que se considera como original desgraciadamente se llegara a extraviar’.

La obra comenzó a imprimirse en 1866 y se terminó en 1870. Su costo fue de 22.336 reales los 500 ejemplares. Las suscripciones a 131 ejemplares produjeron 10.778 y quedaron en Secretaría, después de regalar algunos a colaboradores y entidades, 321 para ir vendiendo al público.



El encargado de la edición del libro presentó una Cuenta producida por Domingo Déniz a la Sociedad de Amigos del País de Las Palmas, por la impresión del Diccionario de Historia Natural de estas Islas por D. José de Viera y Clavijo, que fue Aprobada en sesión de 5 de septiembre de 1870 según consta del acta de dicho día y de las cuentas, original que debe obrar en el archivo de la Sociedad, precioso y preciso documento que se custodia actualmente en el Fondo José Miguel Alzola, de la Sociedad Cientifica El Museo Canario, por el que tenemos conocimiento del importe abonado al grabador por su trabajo:Desde luego, y como estaba previsto, la edición no resultó un éxito económico, pero la Sociedad no pensó nunca en lucrarse, sino en prestar un servicio a la Ciencia y esto, de por sí, ya era suficiente recompensa [27].

‘Por 4.189 reales 86 céntimos grabado en bronce de los retratos, litografía de la letra del autor y condución [sic] desde Madrid hasta Las Palmas’.


Pedro de Hortigosa: Facsímile de la letra del autor
Diccionario de Historia Natural. 
Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas. 1866

El artista elegido resultó ser Pedro de Hortigosa, quien firmó la plancha inserta en la edición de 1866, hecha a partir de una copia fotográfica del grabado de Carnicero y Fabregat, que interpretó al pie de la letra. Las noticias que sobre éste grabador tenemos proceden, casi en su totalidad, de la voz que le dedicó Manuel Ossorio y Bernard [Algeciras, 1839-Madrid, 1904] en su útil y conocida obra Galería de artistas españoles del siglo XIX [28]. Forma parte de ese contingente numeroso de grabadores cuya biografía se encuentra pendiente de un estudio riguroso. Nació, al parecer, en Segovia en 1811, y se dedicó inicialmente a la pintura, bajo la tutela del insigne Vicente López y en las clases públicas de la Academia de San Fernando. Profesor de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla en 1855, ingresó poco después como académico de número de la de Santa Isabel, mereciendo ser nombrado para pasar a Francia con objeto de estudiar los últimos adelantos del grabado.
Más tarde fue designado grabador de la Dirección de Hidrografía y de Cámara de S. M., por muerte del académico don Vicente Peleguer.
            Autor de multitud de retratos, en 1866 presentó tres en la Exposición Nacional, uno de ellos, de don Miguel de Cervantes, que alcanzaron justos elogios. Los que había realizado con anterioridad de la reina Isabel II, y el general Espartero, debieron ser conocidos en Las Palmas y quizás esto moviera a los individuos de la Económica a encargarle la lámina de Viera [29], que es un limpio, frío y técnicamente impecable trasunto del modelo de que dispuso, realizado en acero o bronce acerado, con la técnica de talla ordenada o burin rangé.





La Galeria de Canarios Ilustres de Patricio Estévanez y el grabado de Masí
 
José Masí del Castillo. José de Viera y Clavijo. 1882. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife

En el verano de 1882 vio la luz, en Santa Cruz de Tenerife, el primer número de la revista La Ilustración de Canarias, ambicioso proyecto editorial llevado a cabo por el entonces joven periodista don Patricio Estévanez y Murphy. La empresa que editaba el periódico justificaba sus intenciones en un editorial que, por su interés, transcribimos íntegramente:

Maximiliano Lohr [Fotografía Alemana]:
Patricio Estévanez Murphy. 
Ca. 1900.
Colección particular. Tenerife
Es costumbre establecida en la prensa que toda publicación exponga en su primer numero cual es su pensamiento y el fin que se propone; y esta costumbre que algunas veces es una pura fórmula, para La Ilustración de Canarias es de necesidad absoluta, por su índole especial.
Con mejor deseo que buena fortuna, y pretendiendo siempre llenar un vacío y responder a una necesidad hace mucho tiempo sentida en nuestro país, se ha intentado varias veces realizar empresas como la que hoy acometemos; pero desgraciadamente el éxito no ha correspondido nunca a la buena intención; pues no es posible ilustrar un periódico en un país donde, el arte del grabado es, casi en absoluto, desconocido, no ha podido contarse con recursos para hacer venir de fuera los grabados. Tampoco contamos hoy nosotros con esos recursos, y si no tuviéramos de antemano la confianza de que le público ha de corresponder a nuestros sacrificios, prestándonos su cooperación, en obsequio principalmente a este país tan poco conocido y tan digno de estudio y admiración, no lo intentaríamos siquiera.
Nace, pues, La Ilustración de Canarias, sin pretensiones de ninguna especie; pero sin prometer tampoco nada que no pueda cumplir. Si el público nos honra con su protección y apoya nuestra empresa, procuraremos corresponder a sus favores mejorando las condiciones de la publicación hasta ponerla al nivel de las de su mismo género que se publican en España y en el extranjero.
El objeto principal que La Ilustración de Canarias se propone, es dar a conocer el movimiento intelectual del archipiélago, a cuyo fin se ha puesto en relaciones con los centros literarios y científicos que en él existen y que le ayudarán, seguramente, con su valiosísima cooperación a salir airosa de su empeño; estimulando al propio tiempo las aficiones artísticas de los isleños, por necesidad muy limitadas hoy, dado nuestro alejamiento de los grandes centros, y que en lo sucesivo tendrán ya un medio de darlas a conocer, exponiendo sus estudios a la crítica, que enseña y corrige siempre, cuando se hace desapasionada y se escucha sin prevención.
Ajena por completo a las luchas políticas que nos dividen, acogerá gustosa los trabajos, no sólo de los escritores isleños, cualesquiera que sean sus opiniones, sino de todos los que, sin haber nacido en el país, lo hayan estudiado y descrito y quieran honrar con ellos sus columnas, contribuyendo a que se le conozca y se le aprecie en lo que vale; y, acompañándolos de biografías y artículos descriptivos, publicará también retratos de los muchos isleños que, en todos tiempos y en el país o fuera de él, han sabido conquistarse un nombre glorioso o respetable; y vistas de las poblaciones, monumentos y sitios más notables de la Provincia.
Hoy, tenemos necesidad de confiar la ejecución de los grabados que ilustrarán nuestro periódico, a reputados artistas de Madrid y el extranjero; pero alentamos la esperanza de que, estimulada con esto la afición de algunos compatriotas, dentro de poco podrán ser también de hijos del país […].


La Ilustración de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 15 de julio de 1882.
Año I, núm. 1. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife

En la cuarta página del ejemplar, don Patricio explica pormenorizadamente los inconvenientes con que sin duda tendría que encontrarse una publicación de la naturaleza de La Ilustración:

Figura al frente del periódico la graciosa viñeta ejecutada con gran perfección por el distinguido artista madrileño señor Masi que será nuestro grabador, ínterin no podamos confiar también estos trabajos, como es nuestro deseo, a hijos del país; y para cuyo trabajo le sirvió de modelo un dibujo de nuestro buen amigo Don Ernesto Meléndez, aficionado que, si no padeciera la terrible enfermedad de la haraganería pudiera ser un verdadero artista, pues disposiciones, habilidad y buen gusto tiene que le sobran.
Siendo canaria la publicación, nada más a propósito podríamos haber elegido para que figurara a su cabeza, que nuestro gigante Teide rodeado de los atributos de las ciencias, las artes, la industria, la navegación y el comercio, que son, al mismo tiempo, los temas que con predilección se tratarán en nuestras páginas.
En cada uno de nuestros números procuraremos reproducir el retrato de alguno de los hombres que hayan nacido en nuestro país y que bajo cualquier aspecto se hayan hecho acreedores a la admiración o al respeto de todos los isleños, y así formaremos una verdadera galería de canarios ilustres que será la primera que se publique en nuestro país.
Difícil es hoy, conseguir aquí retratos de personajes que vivieron en los pasados siglos, lo que nos hace temer que nuestra galería no sea todo lo completa que deseamos, y aprovechamos la ocasión que se nos ofrece para suplicara todos nuestros lectores, y con especialidad a las sociedades y corporaciones patrióticas, que nos faciliten todos aquellos que puedan obtener, o nos indiquen donde se hallan, para procurarnos copias.

En la página segunda, en carta enviada al director, le escribía el anciano pero entusiasta promotor de las artes gráficas, don Pedro Mariano Ramírez, quien como ya quedó dicho, fue el responsable de la introducción del grabado en madera y la prensa litográfica en el archipiélago, conocía muy bien las dificultades con las que habría de lidiar el director de la nueva publicación y le recomendó, como acabamos de ver, que las ilustraciones fueran realizadas por artistas acreditados fuera del país:

Poco, poquísimo valor puede agregar mi pobre concurrencia, al que de ha de tener su importante periódico por su  materia y por su forma; en la primera, por la ilustración de los escritores que la tratarán, en la segunda por las condiciones con que ha dispuesto usted realizarla dándole la perfección y belleza a que ha llegado en nuestros días el arte tipográfico y el del grabado en madera […].
Y que la empresa proyectada necesita del estímulo como obra costosa y nueva en el país, no hay que dudarlo; porque la condición de periódico ilustrado da a su publicación esa necesidad; pues si bien hace ya algunos años se publicaron en un periódico literario [La Aurora, en 1847] varios grabados, y después alguno que otro en El Amigo del País, estos grabados, obra de jóvenes aficionados que revelaban el genio artístico de los isleños, eran sólo un ensayo en el arte y un accidente en el periódico, no una esencialidad de esas publicaciones como lo será en La Ilustración de Canarias y que debe ser desempeñada por artistas acreditados fuera del país.


A pesar de este consejo, Estévanez intentó cuanto le fue posible que los grabados fueran obra, si no en todo, en parte, de artistas canarios, y recurrió a ellos con variada fortuna cuantas veces le fue posible. Apoyó incondicionalmente al dibujante, grabador y fotógrafo Ernesto Meléndez, al que una temprana muerte impidió que se convirtiera en uno de nuestros más distinguidos artistas gráficos y que había grabado el retrato de Ramírez en 1882 para El Abejón, periódico en el que colaboró habitualmente como caricaturista. El hecho manifiesto de la predilección de Patricio Estévanez por Ernesto Meléndez, y que su nombre fuera el único mencionado en la revista, en calidad de colaborador artístico, ha propiciado que se le considere, erróneamente, como el autor de los dibujos a partir de los cuales se grabaron los retratos que exornan las biografías publicadas por La Ilustración, firmados con el seudónimo Zarza.
La revista se tiraba en la Imprenta y Estereotipia de José Benítez, en el número 8 de la calle de San Francisco. Un hijo de este señor, el también excelente impresor don Anselmo J. Benítez, coleccionista singular de todo tipo de objetos relacionados con las Islas y su historia, fundó el Museo Villa Benítez, parte de cuyos fondos, particularmente los documentales, pasaron a engrosar a su muerte los de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, donde se conservan los restos de aquella hermosa empresa editorial. Las pruebas de los grabados enviadas desde Madrid; algunas reproducciones fotográficas de retratos utilizadas para hacerlos, así como tres dibujos originales realizados con el mismo fin. Entre estos se encuentra uno firmado por E. Meléndez, de Juan de Iriarte; otro que figura al general Morales, obra de Pedro Tarquis y por último el de don Pedro Agustín del Castillo, cuyo autor fue su descendiente, el pintor don Juan del Castillo Westerling.
La cabecera de la revista, que sabemos positivamente es obra de Ernesto Meléndez lleva, como la mayor parte de los grabados que la ilustran  —exceptuando los clisés que fueron tomados de otras publicaciones— las firmas de Zarza y Masí y debemos considerar a estos, Eusebio Zarza y José Masí del Castillo, como los autores materiales de las xilografías, independientemente que fueran hechas por dibujos de Meléndez, Tarquis, Castillo o, sencillamente, a partir de copias fotográficas.
El primero de los retratos publicados en La Ilustración fue el de don José de Viera y Clavijo y está firmado por el ya citado Masí, figurando en la parte inferior izquierda del mismo las iniciales AR que, nos aventuramos a creer, pueden responder al nombre y apellido de otro excelente dibujante, Alejandro de Riquer, por cuyos originales fueron grabadas multitud de maderas en aquella fecha. No hemos encontrado en el Fondo Benítez ninguna reproducción fotográfica del grabado de Carnicero y Fabregat, por lo que consideramos posible que les fuera enviado a estos autores un ejemplar del de Hortigosa, del que circulaban abundantes copias en las islas, tras ser estampado en 1886, como ya se dijo.


Notas
[1] VV. AA: Arte en Canarias [Siglos XV al XIX]. Una mirada retrospectiva. Gobierno de Canarias. Madrid, 2001.
[2] El escultor segoviano Alejandro Carnicero Miguel [1693-1756] casó en cuatro ocasiones. Hijo de su primer matrimonio con Feliciana Ximénez Montalvo nació Gregorio [1725-1765] que, como su progenitor, fue también escultor. Del segundo, con Manuela Leguina, fue hijo Isidro, que compartió con su padre y hermano la dedicación a la escultura y vino al mundo en Valladolid en 1736. Casó Alejandro Carnicero por tercera vez con Manuela Mancio o Amancio y fueron padres de Antonio [1748-1814] —pintor, dibujante y grabador— el más conocido de los miembros de esta saga de artistas. Con Ana Santos, su última esposa, tuvo a José, nacido en 1751. Isidro Carnicero, discípulo de su padre y de la junta preparatoria para la fundación de la Real Academia de San Fernando, viajó pensionado a Roma en 1757. Obtuvo varios premios y fue nombrado académico de mérito y director general de Escultura en la de San Fernando. Sus dibujos fueron grabados en diversas ocasiones y algunos de ellos ilustraron importantes obras editadas en su época. Para un mejor conocimiento de su biografía, véase:
Albarrán Martín; Virginia: “Isidro Carnicero. Su relación con la Academia de Bellas Artes de San Fernando”. Anales de Historia de Arte. 2005. Número 15, pp. 219-245.
Martínez Ibáñez, María Antonia: “Isidro Carnicero Leguina. Director de Escultura de la Academia”. Boletín Academia. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid, 1989. Numero 69, pp. 399-414.
VV. AA.: Antonio Carnicero 1784-1814. Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 1997.
[3] Vega, Jesusa: Ciencia, Arte e Ilusión en la España Ilustrada.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ministerio de Ciencia e Innovación. Ediciones Polifemo. Madrid, 2010.
[4] Hernández Gutiérrez, A. Sebastián: Josephus Viera y Clavijo presbyter canariensis. Gobierno de Canarias. Ayuntamiento de Los Realejos. Santa Cruz de Tenerife, 2006.
[5] Viera y Clavijo, José: Memorias de don José de Viera y Clavijo, arcediano de Fuerteventura e insigne historiador de las Islas Canarias, reimpresas con motivo de la inauguración de su busto en El Realejo Alto, el día 28 de agosto de 1927. Imprenta Orotava. Carrera, 24. Orotava. Tenerife.
[6] Ibídem.
[7] Vega, Jesusa: Ciencia, Arte e Ilusión en la España Ilustrada… Véase también: Viera y Clavijo, José: Diario de viaje desde Madrid a Italia. Edición, introducción y notas de Rafael Padrón Hernández. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna de Tenerife, 2006; Viera y Clavijo, José: Correspondencia. Manuscrito. Biblioteca de la Universidad de La Laguna.
[8] Cruz Cano y Olmedilla, Juan de la: Colección de trajes de España, tanto antiguos como modernos, que comprehende todos los de sus dominios, divida en dos Volúmenes con ocho cuadernos de a doce estampas cada uno. Dibujada y grabada por D. Juan de la Cruz Cano y Holmedilla, geógrafo pensionado de S. M. e individuo de las Reales Academias de S. Fernando y Sociedad Vascongada de los Amigos del País. Madrid, 1777-1788.
[9] Vega, Jesusa: Ciencia, Arte e Ilusión en la España Ilustrada… Véase también: Viera y Clavijo, José y Tomás de Iriarte: Dos viajes por España. Edición, introducción y notas por Alejandro Cioranescu. Biblioteca de Autores Canarios. Aula de Cultura de Tenerife. Instituto de Estudios Canarios. Madrid, 1976.
[10] Pedro Lozano dibujos.
[11] Joaquín José Fabregat [Torreblanca, Castellón, 1749-México, 1807], dibujante y grabador, estudió inicialmente en la Academia de San Carlos de Valencia y, en 1772, obtuvo el premio de grabado en la de San Fernando, que le nombró miembro supernumerario dos años más tarde. En 1788 viajó a México con el fin de tomar posesión de su plaza de director de la Academia de San Carlos, y falleció en su ciudad capital el 6 de enero de 1807. Véase: VV. AA.: Fernando Selma. El grabado al servicio de la cultura Ilustrada. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fundación “la Caixa”. Madrid, 1993.
[12] Véase: Zamora Lloret, Josefina. Estudio sobre La Aurora, semanario de Literatura y de Artes [1847-1848]. Ediciones Nuestro Arte. Las Palmas de Gran Canaria. 1979.
 [13] Padrón Acosta, Sebastián: Retablo Canario del siglo xix. Biblioteca de autores canarios. Edición, notas e índices por Marcos G. Martínez. Aula de Cultura de Tenerife. Instituto de Estudios Canarios. Santa Cruz de Tenerife, 1968.
[14] Ídem.
[15] Un sucinto inventario de su labor como xilógrafo comprendería los siguientes trabajos:
En La Aurora [1847-1848].
—Luchadores. Núm. 3. 19 de septiembre de 1947, p. 21.
—Bailador de tango. Núm. 4. 26 de septiembre de 1847, p. 28.
—H. Nelson. Núm. 6. 10 de octubre de 1847, p. 44.
—Don Juan [sic] Antonio Gutiérrez. Núm. 7. 17 de octubre de 1847, p. 51.
—Quehebí Bencomo. Núm. 10. 6 de noviembre de 1847.
—Don Bartolomé Cairasco de Figueroa. Núm. 15. 28 de noviembre de 1847, p. 100.
—Fachada del nuevo teatro. Núm. 25. 6 de febrero de 1848, p. 181.
—Don José de Viera y Clavijo. Núm. 32. 9 de abril de 1848, p. 149.

Escudo de Canarias, en Viera y Clavijo: José de: Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Imprenta y litografía Isleña de don Juan N. Romero. Santa Cruz de Tenerife,1863.
Letras capitulares:  Tomo IV: Letra A, p. 193, firmada; Letra E, firmada, p. 305; Letra C, p. 456.
En Pizarroso Belmonte, Carlos: Tenerife. Breve noticia histórica para servir de Guía durante la visita a dicha isla con que la honran S. M. el Rey D. Alfonso xiii y su ilustre séquito en este año de 1906. Tipografía Benítez. Santa Cruz de Tenerife, 1906, pueden verse, de nuevo estampados lo siguientes grabados:
—Bencomo, rey guanche.
—Horacio Nelson.
—Don José de Viera y Clavijo.
El libro carece de paginación.
—Varias ilustraciones en El Instructor y recreo de las damas.
Erróneamente le ha sido atribuida la autoría del grabado que ilustra la cubierta del folleto que, con motivo de la Inauguración del cable telegráfico de Cádiz á Tenerife. 6 de diciembre de 1883, fue impreso por la Litografía Santa Cruz de Tenerife, y está firmado en el ángulo inferior izquierdo: A. C. Romero, iniciales que corresponden al nombre del auténtico artífice, don Ángel Custodio Romero, fundador de la imprenta que aún lleva su nombre en Tenerife. Véase: Estévez, Leandra: La Estampa en Canarias: 1750-1970. Repertorio de autores. Casa de Colón. Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias. El Rosario. Tenerife, 1999.
[16] Padrón Acosta, Sebastián: Retablo Canario…
[17] Apcll: Libro xxxiv de Bautismos, f. 35 v. Nació el 25 de enero de 1829 y fue bautizado el 31 inmediato con los nombres de Cirilo Juan de la Concepción.
Don Nicolás Romero Delgado, hijo de don Benito Romero y Padrón [o Melián] y de doña Ana Delgado Amador, fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de La Laguna, el día 17 de abril de 1802 [Libro xxviii de Matrimonios, f. 26v]. Doña Catalina Hernández del Castillo tuvo por padres a Domingo Hernández del Castillo, bautizado en la citada parroquia el 18 de junio de 1752 [Libro xix de Bautismos, f. 136r] y a María de los Santos Delgado, que recibió el citado sacramento en la misma iglesia parroquial el 7 de noviembre de 1751 [Libro xix de Bautismos, f. 113v].
[18] El Eco del Comercio. Santa Cruz de Tenerife, 19 de abril de 1852 y La Fe. Santa Cruz de Tenerife, 22 de abril de 1857.
[19] El Guanche. Santa Cruz de Tenerife, 3 de julio de 1865.
[20] La Libertad. Santa Cruz de Tenerife, 14 de octubre de 1868 y El Progreso de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 15 y 26 de octubre de 1868.
[21] Boletín Oficial de la provincia de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1 de enero de 1873.
[22] La Ilustración de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 15 de agosto de 1882.
[23] Diario de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 15 de julio de 1891.
[24] Diario de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 11 de junio de 1894.
[25] Parroquia auxiliar de San Francisco. Libro xxxiv, f. 89. El Tiempo. Santa Cruz de Tenerife, 27 de octubre de 1909.
[26] Vizcaya Cárpenter, Antonio: Tipografía canaria. Instituto de Estudios Canarios. Excmo. Cabildo Insular de Tenerife. La Laguna de Tenerife, 1964.
[27] Alzola, José Miguel: Domingo Déniz Grek [1808-1877]. Ediciones El Museo Canario. Madrid, 1961.
[28] Ossorio Bernard, Manuel: Galería de artistas españoles del siglo xix. Ediciones Giner. Madrid, 1975.
[29] Lista de retratos de Hortigosa.
[30] Casado Cimiano; Pedro: Diccionario biográfico de ilustradores españoles del siglo xix. Ollero y Ramos Editores. Madrid, 2006.