Luis
de la Cruz
Su
autorretrato calcográfico
por
Carlos
Gaviño de Franchy
Cuenta la
historiografía canaria con varios e interesantes trabajos dedicados por
diversos especialistas a esclarecer los aspectos biográficos y establecer las
dispares trayectorias profesionales de los artistas Manuel Antonio [1750-1809] y Luis Paulino de la Cruz [1776-1853], padre e hijo [1].
Como quiera que
nuestro propósito por ahora no es otro que dar a conocer un autorretrato
grabado por Luis de la Cruz y Ríos nos limitamos, en forma de introducción
abocetada, a transcribir seguidamente las semblanzas de ambos artistas escritas
por un contemporáneo, don José Agustín Álvarez Rixo, impregnadas del leve aroma
local que desprende la inmediatez del trato vecinal:
Don Manuel de la Cruz
José Agustín Álvarez Rixo: Don Manuel Antonio de la Cruz. Col part. Puerto de la Cruz, Tenerife |
En la clase de artistas, el pintor
don Manuel de la Cruz alcanzó alguna celebridad y habría alcanzado más en
cualquiera otro país fabril. No tuvo padres conocidos, pues estos le
abandonaron sobre el fondo de una pipa; otros dicen que dentro de un barril, en
el callejón del Juego, donde le halló cierto tonelero que vivía cerca y le
educó. Aprendió con el maestro José Tomás, quien, natural de este propio pueblo
y no del partido de Daute como se ha creído, cuyas pinturas carecían de buen
diseño y gusto aunque su colorido es permanente, y como su arte de pintar
santos no le bastaba para su subsistencia, también enseñaba a leer y escribir;
además de eso era medio poeta, y se valían de su ingenio los que querían hacer
algunos versos, cuyo estilo podrá ver el lector en tratando de don Juan B.
Pouldon, página 181. No sé el año en que este sujeto falleció, pero hubo de ser
antes de 1790. Don Manuel excedió infinito a su maestro; ignoramos de la manera
que estudió y perfeccionó. Pero en aquel mismo tiempo estuvo por aquí algunos
años el buen pintor Juan de Miranda, canario, y pudo haber tomado lecciones con
él. Casó en este Puerto con Juana Josefa de Nepomuceno Ríos, hija de Juan de
Ríos y María Josefa Camacho, y ejercitó su profesión en diversos pueblos de
estas Islas.
Viendo la Cruz los buenos mármoles
que hay en la de Fuerteventura, en la cual apenas se sabe lo que son, recogió
algunos pedazos que envió al Cabildo Eclesiástico de Canaria diciendo que ya
que S. S. hacía venir de Génova a tanto costo varias piezas de mármol, se
trajese un artífice que labrase los del país y enseñase a los naturales. Pero
este buen hombre se quejaba de que ni se habían dignado contestarle la carta.
En 1802 pintó el retablo mayor de
la iglesia de Tejina, cuyo marmolado muy natural se conserva perfectamente.
Allí estaba hospedado en casa del cura don José Quintero Estévez, con cuya
hermana casó en segundas nupcias.
La última obra notable de este
pintor fue el retablo del Poder de Dios, en nuestra parroquia de la Peña, cuya
anticuada construcción reformó en cuanto se lo permitieron quitándole las
talladas hojarascas de los cojinetes y parras enredadas que tenía en sus
columnas salomónicas. El sagrarito que está sobre la mesa del altar dicho es
obra suya con que se acredita su buen discurso e inteligencia de la arquitectura.
También pintó el pulpito y la figura del Salvador con los cuatro Evangelistas
que le adornan; todo acabado en 1809, cuando ya contaba más de setenta años de
edad, y poco tiempo después de cuyo trabajo falleció en este mismo pueblo a 20
de julio del citado año 9. Sepultósele en la propia capilla que acababa de
hermosear, en la cual yace.
Un grande cuadro que cubre casi
todo el testero de la ermita de la Magdalena en el pueblecito de Conil en la
isla de Lanzarote dicen es obra de este artífice (si bien otros se inclinaban a
que era pintado por don Juan de Miranda). Representa a muchos personajes a la
mesa con Cristo y la Magdalena a sus pies, cuya pintura recomendamos a los
aficionados. Doña Casia Quintero, segunda mujer de don Manuel de la Cruz,
herreña, doraba igualmente que su marido y subía a los andamios con calzones.
Esta falleció en dicha isla de Lanzarote en 1840.
Enseñó la pintura a sus hijos don
Luis, de quien luego hablaremos, y doña Juana.
La doña Juana casó en Santa Cruz
con el escribano público [espacio en blanco] Enrique [Josef Rodríguez].
Don Luis de la Cruz y Ríos
José Agustín Álvarez Rixo: Don Luis de la Cruz y Ríos.
Col
part. Puerto de la Cruz, Tenerife
|
El célebre fisonomista don Luis de
la Cruz y Ríos, hijo de don Manuel y de su primera mujer Juana Josefa de Ríos,
nació a 21 de junio de 1776, el cual adquirió grande reputación en su patria y
fuera de ella por la propiedad y facilidad extraordinaria que tenía para
retratar, puesto que a muchos sujetos no [le] era necesario verlos sino de
paso. Retrató al óleo; en miniatura, aún mejor; al fresco, y en bustos de
barro. Fue oficial de estas milicias provinciales. Casó con doña Francisca
Casañas. Era algo indolente, y habiéndose hecho cargo de pintar ciertos
bastidores para el prospecto de un teatro en que iban a representar algunos de
sus amigos, llegaba la hora y no estaban concluidos. Aprisa emprendió la obra,
y pusieron una criada con luz para que le alumbrase a la mano; mas el pintor,
en la figura de que revistió el lienzo, la retrató sin ella percibir que la
había observado, lo cual sirvió de diversión a la concurrencia. Don Luis de la
Cruz fue alcalde real de este Puerto en 1808; dicho año pintó el bonito y
significativo Monumento de Semana Santa de nuestra parroquia, aunque no está
acabado. En 1809, los cuatro hermosos cuadros de pasajes de la vida de Cristo
que se hallan en el altar del Poder de Dios, como también el grande cuadro de
Ánimas que se ve en la parroquia del Puerto de Arrecife en la isla de
Lanzarote. Después pasó a ser director de la Escuela de Dibujo del Real
Consulado de la ciudad de La Laguna, hasta 1815 al 16 que se trasladó a Madrid,
donde obtuvo la plaza de pintor de cámara de Su Majestad Fernando vii, de cuyo Soberano fue muy honrado y
favorecido, como igualmente lo fue en Alemania yendo en la comitiva que condujo
a España a la reina María Amalia, tercera mujer del rey Fernando. Se dijo que
el padre de dicha Soberana había honrado a don Luis con el título de conde
palatino. Este artífice se perfeccionó en el colorido al óleo, el cual en los
principios era defectuoso, puesto que se decaían notablemente los ropajes de
sus primeras obras. Los muchos retratos de su mano que se hallan en todas
nuestras Islas son el mejor atestado de su mérito, en particular dos que
remitió desde España de cuerpo entero del mismo rey Fernando vii y de su hermano el infante don
Carlos María Isidro, colocados en la Universidad de La Laguna.
Era cosa sabida que casi todos los
extranjeros de posibilidad que venían a Tenerife se hacían retratar de su mano.
Ganaba mucho, a pesar que los retratos de miniatura sólo tomaba de ocho a doce
duros por cada uno; pero su carácter pródigo no le permitía juntar dinero. Don
Luis de la Cruz fijó su residencia en Sevilla, en cuya ciudad vivió con algunas
hijas que llevó de estas Islas hasta que falleció a 20 de julio de 1853 [2].
Luis de la Cruz y
Ríos, grabador
Luis de la Cruz y Ríos: Autorretrato.
Col. Part. Japón
|
Creía, también equivocadamente, Padrón Acosta, que unas pequeñas láminas representando a don Fernando vii de perfil deberían ser consideradas como las primeras planchas de retrato grabadas en las islas y que este mérito había que atribuirlo a don Luis de la Cruz y Ríos, su autor. Las estampas, de 4 x 4 cm, salieron del tórculo en 1808.
Lo cierto es que mientras no
aparezcan otras piezas que indiquen lo contrario, la labor pionera en este tipo
de trabajos en Canarias estaría a cargo del clérigo manteísta lagunero don
Miguel Rodríguez Bermejo [1721-1790] que, ya en 1767, grabó una vera efigie
del Santísimo Cristo de los Dolores de Tacoronte y, posteriormente y sobre dibujo
de Gerardo Núñez de Villavicencio, el retrato del obispo don Bartolomé García
Ximénez.
Don Luis de la Cruz, que
ostentaba el honroso cargo de alcalde real del Puerto de La Orotava en 1807, y
no se hallaba del todo limpio de sospechas de afrancesamiento, movido por un
súbito e interesado patriotismo, ordenó la recogida de todos los retratos y
estampas con la efigie de Napoleón, bajo pena de multa. Como contrapartida, el
alcalde-artista, pretendió entonces difundir la imagen del rey Fernando vii y, a tal efecto, se propuso grabar
unas láminas a la vista de un retrato del monarca que, procedente de Cádiz,
había llegado a la isla. Con este fin dirigió una carta fechada en 11 de agosto
de 1808 al presidente y miembros de la Junta de Canarias, en la que se expresaba
en estos términos:
Deseoso el alcalde real del
Puerto de La Orotava de que circulasen por todas partes los retratos de nuestro
amado monarca, el señor Fernando vii
pronto y a poca costa; y considerando que esto no se podía verificar de ninguna
manera haciéndolo al pincel, le ocurrió abrir una pequeña lámina con el objeto
de que sirviesen para poner en las escarapelas. Pero como jamás había tomado buril en su mano, dudaba salir con la
empresa deseada. Mas este deseo le animó y consiguió el placer de poder grabar
el soberano busto, según nos lo representa un retrato que se recibió por el
último barco de Cádiz.
Luis de la Cruz y Ríos. Fernando vii.
Col. part. La Laguna, Tenerife |
Los grabados fueron
elogiados por los miembros de la Junta, pero el cronista don José Agustín
Álvarez Rixo, con la objetividad que produce el distanciamiento en el tiempo,
los juzgaba, ya en la senectud, con la excesiva crueldad que emana de este
escrito suyo:
Ejemplar de los infinitos
retratos del Rey Don Fernando séptimo que moda entusiástica tanto en la Gran
Canaria como en las demás islas poner en el centro de las cucardas de los
hombres de todas clases, y en los medallones de algunas señoras desde mediados
de Julio de 1808, hasta 1812, en que se fue desusando
Dicho mesquino [sic] retrato costaba de uno á dos reales de vellón se le sobreponía
una orla de lentejuelas ó de hilo de oro, el todo sobre el color encarnado
nacional. En Tenerife costaba un peso [sic]
duro cada uno de los muchos retratos de colores que pintaba el célebre artista
Don Denis [sic] de la Cruz i
de estos hubimos [sic] conserva
el que escribe el usado por su padre en la cucarda [5].
No obstante “el éxito obtenido –dice Rumeu de
Armas- movió a Cruz a preparar un grabado más grande: Concluido ya e igualmente otro un poco mayor, me ha parecido impropio
que lleguen las estampas a manos de nadie, antes que a esa respetable Junta;
por cuyo motivo tengo el honor de presentar a V. E. las primicias de tan
gustoso trabajo”. “Un tercer grabado ejecutó Cruz –prosigue Rumeu-, con
mayor esmero y pretensiones, en noviembre de 1808, que depositó en manos de la
autoridad superior. He aquí la descripción del retrato por la pluma del autor:
Habiendo
empleado algunos días en trabajar una lámina representando a nuestro
amabilísimo rey y señor, con los jeroglíficos que me parecieron propios, he
determinado presentar a V. E. la primera estampa que ha salido de ella,
deseando sea bien admitida esta ligera prueba de mi amor a tan digno soberano”.
Todo parece indicar que Luis de la Cruz, al
tiempo que abrió los retratos del monarca deseado, hizo lo propio con otro suyo
y que la lámina, hasta ahora inédita, que hemos hallado en la colección Antonio
Correa de la Calcografía Nacional, corresponde a esta etapa de iniciación en
una técnica que, por otra parte, no debió practicar con frecuencia a lo largo
de su carrera artística [6].
A modo de recapitulación diremos que, hasta el
presente, conocemos como obra gráfica propia, grabada directamente por el
pintor, la efigie de Fernando vii
que publicamos, una de las que fueron iluminadas para ser utilizadas en
cucardas, y su autorretrato. La lámina grande, con jeroglíficos, permanece en paradero desconocido, si es que aún
se conserva algún ejemplar.
Es muy probable que los dos escudos de armas,
impresos para ser utilizados como exlibris,
de que da cuenta el profesor Rumeu en su varias veces citada monografía, hayan
salido asimismo de su buril. En ambos puede leerse por bajo: De la Cruz sculp. La abreviatura sculp, de la palabra latina sculsipt, indica normalmente la
intervención directa del artista, cuyo nombre figura al lado, en la talla de la
plancha [7].
Otras estampas abiertas a partir de dibujos o
pinturas de Cruz fueron dadas a conocer por Rumeu, quien las describe
detenidamente en su estudio. Tan sólo las enumeraremos, haciendo constar el
modo en que participó el artista en ellas.
Grabados
—Retratos de Carlos María
Isidro de Borbón y María Francisca de Asís de Braganza. Luis de la Cruz y Ríos lo pintó y dibuxó. Boselman de Bilmon lo grabó año 1817. Colección Carderera.
Biblioteca Nacional de España.
—Retrato de la
Serenísima Señora Doña Luisa Carlota [de Borbón Sicilia]. Ynfanta de España. L. de la Cruz dib[ujó]. Bosselman grav[ó]. Colección Carderera.
Biblioteca Nacional de España.
—Retrato del Serenísimo
Señor Don Francisco de Paula [Antonio de Borbón]. Ynfante de España. L. de la Cruz dib[ujó]. Bosselman grav[ó]. Colección Carderera. Biblioteca
Nacional de España.
—Retratos de Fernando vii de Borbón, rey de España y María
Josefa Amalia su esposa. En el de la reina figura: L. de la Cruz lo pintó. B.
Ametller lo dib[uj]ó y grabó. 1827. Colección particular.
Santa Cruz de Tenerife.
Vicente López, Luis de la Cruz y Blas Ametller: Fernando vii
y María Josefa Amalia
|
Litografías
—Retrato de María
Josefa Amalia de Sajonia. Establecimiento Litográfico del Depósito Hidrográfico
de Madrid. Hecho a partir de una pintura de Luis de la Cruz, según Rumeu.
Biblioteca Nacional de España.
—Retrato de M[arí]a
Cristina de Borbón reyna de España. En hábito de Carmelita. Cruz lo pintó. Legrand lo lit[ografi]ó. Real Litog[rafí]a de Madrid. Biblioteca Nacional de España.
—Retrato de don Juan
Recacho. Luis de la Cruz. Colección
Carderera. Biblioteca Nacional de España.
—Retrato de Ysabel ii, reyna de España y de las Indias. L de la Cruz lo pintó. R. Amerigo lo litog[rafi]ó. Colección Carderera. Biblioteca
Nacional de España [8].
El
autorretrato
Se trata de una pequeña
lámina de 13 x 9 cm y presenta el busto embutido en un óvalo y, éste, en un
rectángulo vertical que ha sido trabajado simulando aguas serpenteantes,
proporcionándole al fondo una apariencia de textura marmórea. En la base otro
rectángulo, horizontal, a manera de friso, se cierra por ambos lados con
triglifos rematados en la arte inferior por adornos vegetales y lleva, en el
lugar que debiera ocupar la metopa, una cartela que reza: D. Luis de la Cruz y Ríos.
Luis de la Cruz, grabador
inexperto, dibujó en la plancha su fisonomía mirando hacia la izquierda del que
observa, de forma que el cobre, una vez impreso, devolvió el retrato invertido.
No tuvo el cuidado de tallarlo del revés. Resulta muy poco frecuente encontrar
este tipo de estampas con la figura del personaje dirigida hacia la derecha.
Viste uniforme de teniente
de Milicias Provinciales, grado que había alcanzado en 1805 y, como tal, la
charretera que le correspondía figura en primer plano.
Tanto esta lámina, como los
tres retratos reales de que hemos hecho mención, debieron ser grabados a partir
del año 1806, en que Cruz fue destinado al regimiento de Fusileros, con
residencia en San Cristóbal de La Laguna y, antes de noviembre de 1808, en que
presentó a la Junta el último y más perfecto de los retratos de Fernando vii. Sabemos que en esta ciudad se
contaba, al menos desde 1786, con un tórculo radicado en el monasterio del
Espíritu Santo, y da prueba de ello la inscripción que lleva al pie el Mapa de las Islas Canarias obra de fray
Antonio Hernández Bermejo: Abierto en el
Conv[en]to Agustino de la Laguna. Año
de 1786.
La limpieza en el tallado a
buril del cobre va más allá de lo que se podría esperar tratándose de la labor
de un principiante. En su realización, Cruz utilizó en el rostro la técnica
denominada a los puntos, punteado o pointillé
“al estilo inglés”, que proporciona, según Antonio Gallego, exquisitos efectos pictóricos [9], y que
había sido introducida en España poco tiempo antes por Bartolomé Vázquez
[1749-1802]. No debemos olvidar que, en 1805, se imprimió en Madrid la Novena al Señor San Juan Apóstol y
Evangelista que lleva inserta una hermosa lámina del santo grabada por A.
Vázquez, miembro de la saga de calcógrafos de su apellido, que también fue
realizada haciendo uso de la punta seca y el punteado, estampa que sin duda
circularía de mano en mano en La Laguna, durante la estancia en esta ciudad del
pintor, previa a la hechura de las suyas.
Muy poco sabemos en la
actualidad sobre el establecimiento y posterior desarrollo de las artes
gráficas en Canarias. Está todo por hacer y mucho por investigar y estudiar.
Constantemente surgen aportaciones novedosas que trastocan lo que se creía
establecido y consolidado. Stéfano Zanesco, un anticuario italiano, que vivió
entre nosotros parte de su vida y falleció recientemente afirmaba, en tono
jocoso, que era más difícil encontrar un grabado del Cristo de Tacoronte que
una buena lámina de Durero.
Notas
[1] Alloza Moreno, M. Á.: La pintura en
Canarias en el Siglo XIX. Aula de Cultura de Tenerife. Madrid. 1981.
Álvarez
Rixo, J. A.: Cuadro Histórico de estas islas Canarias de
1808 a 1812 (Con dibujos del autor). El Gabinete Literario. Las Palmas de
Gran Canaria. 1955.
Calero Ruiz, C.: Manuel
Antonio de la Cruz [1750-1809]. Santa Cruz de Tenerife, 1982.
Contreras y López de Ayala, Juan de [marqués de Lozoya]: “Luis de la
Cruz y Ríos, pintor de Cámara de Fernando
vii”. El Museo Canario. Núm.
16. Madrid-Las Palmas, 1945.
-“Una miniatura inédita de Luis de la Cruz y Ríos”. El Museo Canario. Núms. 21-22.
Madrid-Las Palmas, 1947.
Donoso, Rosa: “Una miniatura de Luis de la Cruz y Ríos en el
Museo del Prado”. Boletín del Museo del
Prado. Tomo vii, núm. 9.
Madrid, 1986.
Estévez, Leandra: La Estampa en Canarias: (1750-1970).
Repertorio de autores. Casa de Colón-Cajacanarias. Tenerife. 1999.
Hernández
Perera, J.:
“Los retratos reales de Luis de la Cruz y Ríos". Anuario de Estudios Atlánticos. Núm. 1. Madrid-Las Palmas de Gran
Canaria. 1955.
Martínez
de la Peña, D.:
“Noticias sobre la vida del pintor don Luis de la Cruz en cartas de don
Cristóbal Bencomo. Anuario de Estudios
Atlánticos. Núm. 16. Madrid-Las Palmas, 1980.
Padrón
Acosta, S.: Don Luis de la Cruz, pintor de Cámara de
Fernando vii. La Laguna, 1952.
-Retablo Canario del siglo XIX. Edición, notas e índice de Marcos G. Martínez.
Aula de Cultura de Tenerife. Cabildo de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife. 1968.
Rumeu de Armas, A.: Luis
de la Cruz y Ríos. Biblioteca de Artistas Canarios. Viceconsejería de
Cultura y Deportes. Gobierno de Canarias. Güímar, Tenerife, 1997.
Tarquis Rodríguez, P.: “Don Luis de la Cruz. Su desarrollo
técnico y categoría regional y nacional. Revista
de Historia. Núms. 111-114. La Laguna. 1956.
[2] Álvarez Rixo, J. A.: Descripción histórica del Puerto de la Cruz de La Orotava. Estudio
de introducción, transcripción y notas de Margarita Rodríguez Espinosa y Luis
Gómez Santacreu. Ayuntamiento de Arrecife y Cabildo de Lanzarote. Santa Cruz de
Tenerife, 2003.
[3] Rumeu de Armas, A.: Op.
cit., p. 151.
[4] Rumeu de
Armas, A.: Op.cit., p. 26.
Véase también, Padrón Acosta, S.: Op. cit.
[5] Gaviño de
Franchy, C., en Arte en Canarias
[Siglos xv-xix]. Una mirada retrospectiva. Gobierno de Canarias.
Consejería de Educación, Cultura y Deportes, Madrid, 2001, t. ii, pp. 377-378. Véase también Álvarez
Rixo, J. A.: Op. cit., pp.152-153, lám. xxi. Hemos de aclarar que el grabado que
inserta Álvarez Rixo en el original de su Cuadro
Histórico… difiere en algunos aspectos del que proponemos nosotros como
obra de Cruz. No obstante, el hecho de proceder el que mostramos de una cucarda
usada en el Puerto de la Orotava, en la época a la que nos referimos, y la
notable similitud técnica con el autorretrato de artista nos mueve a
considerarlo como de su mano. Debe tratarse del segundo de los retratos de
Fernando viii que grabó Cruz, un poco mayor que el primero.
[6] En la primera exposición que elevó al monarca el 24 de noviembre de
1814, Luis de la Cruz y Ríos pidió por vez primera el título de pintor de
cámara con el sueldo correspondiente. Los méritos que expuso resultan escasos
y, a diferencia de otros contemporáneos, se basaron en dos circunstancias:
A) Su actitud de
fidelidad intachable durante los sucesos de 1808, mientras fue alcalde del
Puerto de la Cruz. Cita la censura de los cuadros de Napoleón y sus desvelos
por reestablecer el orden absolutista. No menciona, en cambio, ni los grabados
ni el primer retrato que hizo del rey para la proclamación de 1808, que se
conserva actualmente en la Delegación del Gobierno en Santa Cruz de Tenerife.
B) Su deseo de retratar al monarca en la Corte. Se extiende manifestando los
anhelos, sufrimientos y desvelos de que fue víctima hasta llegar a Madrid. Hace
hincapié en sus nulos recursos económicos, lo mal que cobraba en la escuela del
Consulado y que tuvo que dejar a su familia en Sevilla por carecer de fondos.
Archivo General de
Palacio [Agp]: Personal. Caja
16.817, expediente 6.
Debo esta información a
mi buen amigo el doctor don Juan Alejandro Lorenzo Lima.
[7] Se trata de las
armas de la Casa de Aguayo y otras, ducales, sin identificar. Véase, op. cit., p.163.
[8] Rumeu de Armas, A.: Op.
cit., pp. 151-163.
[9] Gallego, A.: Historia del grabado en España. Cátedra. Cuadernos de Arte. Madrid,
1999.
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